Capítulo 36

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Los árboles de cerezo fueron perdiendo sus flores a medida que avanzaba Abril, decorando los días con sus rosados pétalos bailando en las brisas de aire. Así, un nuevo ciclo lectivo empezaba y habían caras nuevas, pero también muchos rostros conocidos con peinados o estilos renovados, todos entusiasmados, enérgicos, llenos de ánimo. El clima primaveral concordaba con el ambiente de inicios, de nuevos comienzos.

Para algunos. Otros todavía tenían que cerrar ciertos ciclos para dar lugar a los venideros.

Los días siguientes a la partida de Ushijima estuvieron plagados de varios desconciertos y confusiones para el grupo de amigos, sobre todo en temas tontos y cotidianos que nunca antes tuvieron en cuenta. Lo primero fue la comida.

Normalmente era Kuroo el encargado de cocinar y los demás se turnaban para ayudarlo (Bokuto jamás era designado como asistente, así que siempre lo mandaban a comprar los ingredientes necesarios), y le costó un tiempo recordar que no debía hacer un ración abundante de más, pues les faltaba un comensal habitual. Daichi, por su parte, era el encargado de llevar comida comprada afuera durante los fines de semana (dos días durante los cuales nadie se dignaba a cocinar y comían platos comprados), y al inicio también olvidaba que no debía llevar una quinta porción. El primer fin de semana que pasaron los cuatro juntos, aquella bandeja de pollo y arroz Thai de más en la mesa fue un constante recordatorio de la ausencia...

También lo fueron los karaokes sin canciones interpretadas en tenor. Oikawa ganando de nuevo al Monopoly y a los videjuegos. Las charlas sin comentarios serios y ridículamente ingenuos al mismo tiempo. El juego de citas que nunca terminaron. La baraja de cartas de las Águilas. El peluche de Bob Esponja "parido", ubicado en un rincón de la sala. Los almuerzos en el patio de la universidad sin que se congregara una multitud de animales callejeros alrededor suyo...

Sin embargo, el llamado diario a la nostalgia era el lugar vacío junto a la mesa, cuando se reunían como siempre después de clases. Tal vez porque Ushijima era alto e imponente, con una presencia que difícilmente pasaba desapercibida, era que su ausencia física se notaba más. Una tarde cualquiera sacaron de la repisa la figurilla de la vaca (esa que habían ganado repetidamente en la máquina saca juguetes, junto con las figuras de un cuervo, un gato, un búho y un alien), y la pusieron en el lugar de la mesa que solía ocupar Wakatoshi.

—Ahora sí somos como los puntos cardinales —comentó Bokuto en ese momento, un tanto cabizbajo.— Somos cuatro.

Los chicos no estaban tristes ni deprimidos, no. De hecho, se alegraban sinceramente por su amigo, porque estuviese abriéndose camino, esforzado en su meta y entusiasmado con sus nuevas posibilidades. Sin embargo, para los que quedan atrás, una partida siempre tiene ese ligero sabor a melancolía que se disipa poco a poco con el correr de los días. Lugares comunes y escenas cotidianas se vuelven una oda a la nostalgia, mientras la costumbre se acostumbra a lo que ya no volverá a ser como antes.

Al tiempo que les llegaban las primeras noticias de Ushijima desde Estados Unidos (con sus mensajes o llamadas tan escuetas como sus palabras en vivo y en directo), iniciaron las nuevas clases y reanudaron los entrenamientos con el equipo universitario. Los primeros días Oikawa iba prácticamente pegado a las paredes de la universidad, estirando el cuello y espiando por los rincones.

—¿Qué rayos te pasa? —quiso saber Daichi, aunque tenía una ligera sospecha.

Tooru no respondió nada y siguió con su extraña actitud hasta que llegó el primer entrenamiento de volley. Estuvo mirando la puerta del gimnasio todo el tiempo, como si esperara que por allí apareciera un monstruo mutante.

—¡Me salvé! —suspiró aliviado cuando por fin presentaron a los nuevos integrantes del equipo, recién llegados a la universidad.

—¿De qué hablas? —inquirió Kuroo.

El Club de los 5 - Haikyuu!!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora