Capitulo XXII

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- Estás nervioso. - aseguró Samuel, viendo cómo su pequeño jugaba con sus manos de forma nerviosa y asustada, soltando uno que otro suspiro haciendo notar su incomodidad. Le hizo una caricia en la mejilla izquierda, obligando al más joven a mirar al mayor. Este le sonrió, queriendo hacerlo sentir un con un poco más de confianza y seguridad, pero este apenas le devolvió una sonrisa algo chueca. Un gesto muy tierno a decir verdad. - Tranquilo, va a salir todo bien. - lo animó, viendo a ver si con palabras y caricias podía hacerlo sentir mejor.

- Lo que más miedo me da es mi padre, ¿Sabes? - le confesó, acercándose un poco a Samuel dentro del pequeño Smart y dejándose abrazar por le más grande. - Nunca hizo un comentario despectivo sobre los homosexuales pero sé que es un tema que no le gusta para nada. - dijo con el mentón enterrado en el hueco entre el hombro y el cuello de su novio, sintiendo como este le propiciaba caricias reconfortantes en su espalda.

- Te aceptará, nos aceptará a ambos. Nos amamos y esto es lo que nos hace bien, ¿Sabes? Estar juntos... Lo que ellos quieran decir o hacer por sobre nuestra decisión no nos tiene que importar. Estamos compartiendo esto con ellos porque sabemos que son personas importantes para nosotros, no por obligación. - le dijo aún sin romper el abrazo que le estaba dando a su novio. Lo separó apenas de si, para poder ver su carita de niño, con algunas lágrimas en sus mejillas, que habían caído silenciosas, se ve. Beso el lugar donde cada una de las lagrimitas moría, haciendo sonreír a Guillermo por las cosquillas que esto le causaba. Sin duda alguna, Samuel era un romántico empedernido y Guillermo no tenía ni la más mínima intención de cambiarlo. Así se había enamorado de él y así se quedaría.

-¿Vamos? - murmuró Guillermo con bastante valentía, separándose completamente del cuerpo de su novio y secándose los rastros de lágrimas que le quedaban en sus cachetes.

- Vamos. - afirmó Samuel, y ambos tomados de las manos, avanzaron hasta el pórtico de la casa del más chico, tocando timbre y soltando sus manos al oír el ruido de las llaves al abrir la puerta.

Siendo ya treinta y uno de diciembre y a las bastante pasadas diez de la noche, la familia Diaz-Ibáñez y la familia De Luque- Batuecas compartían una cena tranquila en casa de los primero mencionados. No era que el ambiente fuese incómodo, no, solo que era la primera vez que los amigos (a los ojos de ambas familias) se reunían para celebrar año nuevo. Samuel y Guillermo cada tanto se tentaban a tomarse de las manos bajo la mesa pero simplemente contenían las ganas y actuaban tratando de reprimir su amor bajo las miradas cómplices de Carol. Irónicamente, si ellos no decían esa noche que estaban juntos y que esperaban una bebé, lo haría ella. Se estaba muriendo de ganas de abrir la boca pero como sabía que era algo que correspondía que su hermano dijese, trató de callarse. Y funcionó bastante bien en realidad.

- Y entonces, ¿Cómo os lleva la vida en Andorra? ¿Es bonito por allí? - preguntó la madre de Samuel, cambiando un poco el tema de conversación que estaba bastante gastado ya en realidad. La mujer le sonrió a la pareja y Guillermo respondió.

- Es lindo si, aunque no salimos mucho. Pasamos encerrados grabando gran parte del día y ya de noche es como que no quieres salir de casa. - respondió de forma amable a su suegra, quien por ahora desconocía que lo era.

Samuel estaba con la pequeña Bianca en sus brazos, inevitablemente pensando en cómo se sentiría estar de esa forma con su propia hija, mientras que Guillermo le miraba enternecido, como sabiendo qué era lo que pasaba por la mente del más grande. Cada tanto, él más joven se acercaba y le hacía alguna mueca graciosa a la bebé, y es que en aquella situación cualquiera que los viese desde fuera pensaría que son una familia hecha y derecha, y en realidad no están muy lejos de serlo.

Historia de Vida - Wigetta MPREGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora