Capítulo 20

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- No quiero que hagan ningún ruido. ¿Entendido?- Alan corroboró que todo su equipo hubiese entendido la orden. Frente a ellos, a unos 50 metros, se hallaba una criatura. Un animal que a Matías le pareció ser un zorro gris, por su forma, tamaño y color.

- Olvídenlo- expresó Matías en medio del grupo- si ese animal nos quisiera atacar ya lo habría hecho. Su capacidad auditiva está muy desarrollada y es seguro que ya sabe que estamos aquí, así que dejémoslo y sigamos nuestro camino.

- Un zorro ¿cierto?- quiso saber Viviana.

- Un zorro gris- aseguró él- tiene esa pinta.

- Bueno, si es cierto lo que dices, entonces vámonos- musitó Alan a quien no convenció del todo, para él cualquier animal era peligroso.

El grupo siguió adelante, esta vez las mujeres iban al frente y los muchachos atrás, protegiendo sus espaldas.

- ¿Sabes, Alan?- comentó Matías- para ser un chico de 18 años eres bastante nervioso.

- Me gusta ser precavido. Eso es todo- respondió firme.

- Oh, no. Hay un abismo de diferencia entre la preocupación y la cautela. Te lo dice un experto.

- Uhm, como digas- soltó Alan. No entendía a qué se refería aquel muchacho.

Matías sonrió sagaz y no comentó nada más al respecto.

La tarde se acercaba y eso significaba que deberían parar para descansar y comer. Sin embargo todavía quedaba una larga distancia por recorren que parecía ser infinita.

Al Suroeste el muchacho creador del plan y Fernando se acercaban a la mitad de camino hacia la gasolinera. La predicción de Iván de llegar allá en un día fue acertada, el problema sería revisar la motocicleta y convencer a Fernando de que las bicicletas nunca estuvieron ahí. La sorpresa que le esperaba al joven.

– Fer- el muchacho rompió el silencio- ¿Qué pasará cuando salgamos? ¿A dónde iremos?

– No había pensado en eso. Supongo seguiremos algún camino.

–  ¿No te has puesto a pensar en las probabilidades que existen de que nos encuentren antes de si quiera poder seguir un camino? ¿Y si hay seguridad alrededor de El muro? ¿Y si nos están esperando?- el joven hablaba con angustia. Y aunque Fernando nunca pensó las cosas así, las posibilidades eran de un 50, 50. De lo que sí estaba seguro era que nadie fuera del Muro sabía de la existencia de seres humanos dentro de éste, y si fuera lo contrario ya deberían haber mandado un equipo de rescate, cosa que jamás sucedió hasta el momento. Ellos saldrían por cuenta propia, no porque alguien de fuera les ayudara.

- No te preocupes por eso, Iván - le calmó- si eso llegase a pasar, encontraremos una solución... ahora, ¿qué te parece si paramos aquí? Hay que comer.

- Claro. Y descansar.

Decidieron sentarse bajo la sombra de un árbol con flores alargadas y naranjas, no era tóxico, eso lo sabían ambos... ya habían recorrido ese terreno. Fernando sacó de su mochila una bolsa de tela que contenía frambuesas que recolectaron durante el trayecto, y un frasco de vidrio con un líquido amarillento dentro. De vez en cuando lo sacaba, Iván ya lo había visto antes aunque nunca preguntó qué contenía. Ahora que lo volvía a ver le dio curiosidad por saber lo que era ese líquido que poseía un olor tan fuerte.

– ¿Qué es? – soltó de repente el muchacho. Fernando lo miró con el ceño fruncido y luego cambió su expresión por una amplia sonrisa.

– Es uno de los placeres de la vida. Uno que la maldita catástrofe no me pudo arrebatar –. Su mirada se perdió en el horizonte y recordó. Recordó el tiempo en el que conoció a aquella muchacha de cabello rizado, ojos llenos de misterio y sonrisa maravillosa. La misma muchacha de la que se enamoró. La misma que perdió al ocurrir el estallido. El <<accidente>>.

– ¿Estas pensando en ella? – adivinó Iván.

- Si, en ella... jamás te enamores Iván. La vida suele quitarte lo que más amas.

- ¡De quien podría enamorarme, hombre! No hay personas por aquí.

- ¡Si serás! - El humor de Iván hizo que Fernando dibujara una nueva sonrisa en su boca. Dio un trago a la botella y cuando la cerró, se paró inmediatamente, miró cautelosamente a las espaldas de Iván y le indicó al muchacho que se pusiera de pie lento y silenciosamente.

Los habían encontrado.

Fernando los podía ver, pero Iván que estaba de espaldas, no. El corazón del mayor comenzó a latir con fuerza, lo sintió en la garganta y pensó que en cualquier momento se le saldría. Iván notó el temor en la expresión de Fer y se asustó; tantos años juntos y nunca lo vio igual de aterrado, ansioso, nervioso... no supo si correr, subir al árbol o gritar. Por primera vez ambos se quedaron sin ideas, mudos.


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Este fue cortito pero interesante  :3

Si tú vas, yo tambiénDonde viven las historias. Descúbrelo ahora