Quien siempre te ha mirado desde lejos.

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Ahogado. Completamente ahogado en un mar de desilusiones vacías. Los sentimientos de mi corazón aporrean mi alma sin dudar.
La fría brisa invernal de aquella noche acariciaba mis oscuros cabellos que se perdían en mi cabeza de forma sutil.
No necesitaba refugiarme de la lluvia, no necesitaba comer, o siquiera un suéter abrigador.
Lo necesitaba a él y solo a él.
Pero lamentablemente, mi existencia e importancia en su vida era tan nula y borrable como el trazo de un lápiz.
Las gotas descendieron por mis mejillas lentamente, aunque yo ya no comprendía si eran de la lluvia o de mis interminables lágrimas, una risotada amarga se escapó de mi boca rompiendo el silencio del ambiente para luego perderse en el rugir de la gélida ventisca.

Arruinado, desesperado, aguardando por él, en ese patético estado andaba.
No poseía la capacidad de  desprenderme de aquellos sentimientos tan dolorosos.

Yo estaba completa, profunda y encarecidamente enamorado de la ilusión que había plantado en mi memoria y que aún se negaba a abandonarla.

Lo amaba, y le detestaba por hacerme amarlo de esta forma tan dependiente.
Pero detrás de todo mi sufrimiento y sueños tan vívidos los cuales siempre protagonizaba él, se escondía el hecho de que no  podíamos estar juntos,
Jamas podríamos estarlo,  por una razón tan lamentable como mi existencia:
Yo ya no estaba vivo, y debido a ello solo podía observarle de lejos, pararme aquí afuera y ver hacia su ventana.
Desgarrandome en el interior, gritando su nombre, necesitandole tanto.

Desde el momento en el que dejé de vivir, olvidé tantas cosas...
¿cómo me llamaba? Irrelevante era, pues en esta sofocante soledad no necesitaba de algo como eso.
Pero si bien no recordaba mi nombre, el suyo parecía resplandecer en mi memoria, imborrable.

–Kennev– susurré.

Las horas pasaban tan lento..

Su rostro se asomo ligeramente por la ventana observando el aguacero, casi como si hubiese podido escucharme.

Mi cuerpo reaccionó de inmediato y una imagen pasada atravesó mi mente como la hoja de aquel cuchillo.
De forma casi inconsciente llevé mis manos a mi pecho.

–tú me Asesinaste–. Lo sabía,
y de alguna forma, eso me ataba a él.

Pero las ideas borrosas rondaban mi mente.

Una discusión.

Furia en su mirada.

Un golpe sordo.

El Frío entumecedor.

Y luego nada..

Como si todo se deshiciese entre mis temblorosos dedos .

–Kennev– repetí.

"¿Por qué permitiste que eso me pasara?
¿Me odiabas lo suficiente como para acabar con mi vida?" Aquellos pensamientos asfixiaban mi ser.
Por mas que lo intentaba, no conseguía recordar.

Le amaba en vida, lo seguía amando en muerte, y no lo odiaba por lo que me arrebató. Pero ahora, ahora que tenia la eternidad en melancolía, le haría sufrir, tanto que en su mente solo cabré yo. Y de esa forma, él también llegaría a amarme, de una manera tan especial, que acabará teniendo miedo de mi y de mi recuerdo, que junto al tuyo siempre estarán aferrados por el pecado.

Ah, ahora recuerdo.  Yo solía llamarme Dan, Y había sido condenado a ser quien te observase de lejos, hasta que mi alma se desvaneciera en la nada.

Gracias por leer.

Quien Siempre Te Ha Observado Desde Lejos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora