Nightmare

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-¡Kevin a desayunar!

-Ya voy mamá…- le respondí medio dormido. Con entusiasmo me levanté de la cama y bajé las escaleras. Era increíble como mi madre preparaba tanto desayuno para solo 2 personas, ya que mi padre se fue hace tiempo... Después llegó el autobús del campus y mi madre, melodramática, me abrazó con fuerza y yo, con vergüenza, salí por la puerta. Se paró el tiempo. Ese autobús era mi próximo destino, aquello que lo cambiaria todo. En ese mismo instante, me sentía feliz pero triste a la vez pensando en qué pasaría si estuviera mi padre aquí…

Llegué al campus con una rapidez casi imposible, era magnifico, como en las series de televisión pero había algo raro en el ambiente. Me quedé mirando una estatua que, me resultaba muy familiar, con estos versos: “Las cosas no son lo que parecen, debes fijarte, bajo una cara puede haber otra”. ¿Qué extraño verdad? Una frase que no tiene nada que ver en una estatua como esa. ¿Qué es eso? ¿Un libro? “Diario de Calumnia (1730)”, interesante, me lo quedaré.

Seguidamente me dirigí a mi habitación para instalarme pero antes, de imprevisto, me paró una mujer mayor, con arrugas, con una falda por los tobillos, con canas y gafas enormes. Severamente, frunciendo el ceño me dijo:

-¿No sabe aun cuales son las normas? En el centro es obligatorio llevar uniforme, venga conmigo.

Estoy en contra de los uniformes, quitan personalidad, pero bueno tendré que acatar las “normas”.

Por fin llegué a mi habitación y un chico muy simpático me saludó, Roland se llamaba. Me caía muy bien, pronto nos hicimos amigos.

Las noches y los días transcurrían y yo me obsesioné cada vez más con ese libro. Este libro, por lo que dice la portada, lo escribió Calumnia R. y ella explica historias horripilantes de este centro, sobretodo relacionado con la noche de Halloween. Pero, ¿serán verdad o simplemente la imaginación de la tal niña? No, no pueden serlo, es absurdo, aunque no debería descartar la posibilidad de que fueran verdad. Lo que más me llama la atención de este diario es que tiene incluso personajes y encima los describe al pie de la letra. Uno de ellos, que sale en casi todas la historias, es la Comealmas y hace lo que su nombre indica, comer almas de aquel que se la cruce y convertirles en maniquíes de madera.

Los días se hacían eternos, hasta que al fin llegó la ansiada fecha. Toda nuestra clase hicimos una excursión al valle negro, ya que era Halloween. Nos lo pasamos genial y comieron muchos dulces que yo no probé porque desgraciadamente soy diabético. La señora Robin me miraba con una sonrisa irónica que, a cualquiera, le habría hecho correr a millas y millas de ella. Estaba asustado porque su rostro y en especial su boca me recordaba al libro, sospechosa era su sonrisa.  

El día se desvanecía y la noche cada vez se iba acercando más y más. Esa noche Roland y yo hicimos ver que dormíamos, inesperadamente vi una sombra y oí un grito. Intercambiamos miradas de terror. El grito sonaba a la voz de Gretel, la niña nueva.

La sombra se desvaneció, Roland, cogió su pistola de balines y con un ligero movimiento de cabeza me dijo: “sígueme”. Estaba estremecido y, por dentro, sentía una sensación de infelicidad, como si me quitaran la alegría. Nos dirigimos a las habitaciones y no había nadie, ni un alma. A las 12 escuchamos cantos fúnebres que venían del baño de la habitación número 13 y, cómo no, entramos. Ahí, en una esquina, sentada en el suelo se podía observar a una niña llorando, pero no era una niña, era una muñeca de porcelana.

-¿Qué te ha pasado?- dijo Roland

La muñeca, aterrada y enrabiada escribió en el espejo: La Comealmas me quito el alma y pronto seré madera.

-Espera tu sabes de este tema- me comentó Roland

-¿Sabes cómo derrotarla?- le dije a la muñeca

La muñeca asintió y volvió a escribir: <La respuesta está en verso>

-¿En verso? ¡Qué quiere decir en verso!- protestó Roland

La muñeca desapareció, entonces empecé a recordar… ¡Pues claro! La estatua del centro.

-Vamos Roland- le dije y, con sigilo, nos dirigimos hacia la estatua. Justo estábamos a punto de llegar a Roland le fallaron las piernas y yo empecé a sacudírselas. Entonces, señaló hacia atrás y dijo:              < ¡CORRE! Vete de aquí me las apañare solo, ¡sálvanos!> Sí, en efecto, detrás mío estaba la Comealmas.

Como un relámpago empecé a inspeccionar rápidamente la estatua y leí los versos una y otra vez. Roland gritó mi nombre con desesperación y yo pronuncié los versos en alto pero no servía de nada. Entonces en ese momento fue como si el viento me susurrara: “Al revés” y así lo hice.

La Comealmas, de repente se cayó y se disipó con una resplandeciente luz clara, y enseguida reconocí su rostro. La señorita Robin era la Comealmas. Roland se mejoró, todas las almas volvieron a su sitio y acabé con la horripilante historia. Pero… ¿ha acabado?

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⏰ Última actualización: Dec 31, 2013 ⏰

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