Introducción

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Hubo días en los que dudé de mi fe, en los que tenía que separar mi trabajo y mi fe hacia el Señor. Pero en una ocasión fue en la que tuve que separarlo por completo y es algo normal en mi trabajo, cuando te preparas investigando y siguiendo criminales tienes que sospechar de todos, no importa si es una señorita amigable o un sucio indigente, cualquiera puede cometer un crimen.

Esto que cuento ahora pasó hace tantos años, fue de mis primeros casos y tenía unos escasos 26 años de edad, era alto, tez blanca, mirada cálida y mi cabello era completamente castaño, tenía la nariz roja porque los vientos del otoño comenzaban a soplar. Entonces tomé el automóvil que me prestaba la policía, apenas tenían unos cinco así que me sentí afortunado.

Me habían llamado al asilo de ancianos que eran cuidados por las hermanas de un convento que estuvo a punto de cerrar de no ser por los ancianos. Pero en este caso también iba a ser clausurado en poco tiempo, muchos de los ancianos morían, lo cual es normal, sin embargo eran demasiadas muertes para los cuidados que ofrecían las monjas.

Sin más, toqué a la puerta justo a la hora indicada, un buen inglés no puede llegar tarde. Fue entonces cuando me abrió una monja anciana, al parecer era una vieja bruja amargada.

Me vio de pies a cabeza, yo me sentí algo acosado debido a su mirada penetrante. No tardo mucho en refunfuñar y dejarme pasar, decidí adentrarme al asilo para observar a los habitantes de dicho lugar.

Había ancianos de semblante caído y desanimado, algunos fueron abandonados o simplemente llegaban ahí porque el ministro lo dictaba. Algunos otros me veían con curiosidad por mi visita, se veía en algunas señoras interés por mi estado civil para pasarlo a sus nietas. No había nada que me fuera sospechoso, de vez en cuando me topaba con algunas monjas que llamaban a los ancianos a comer o a la hora de la siesta, nada fuera de lo normal. 

Por un momento pasó por mi cabeza si los medicamentos que proporcionaban eran los que les producía la muerte, aunque después me pareció algo muy obvio. El asesino, el habitante de ese lugar era alguien astuto para matar a ancianos sin levantar sospechas.

Pregunté por la oficina de la madre superiora y me dieron la dirección un par de ancianos que discutían. Después me dirigí a la dirección indicada, el edificio era algo antiguo, al menos de la época de George II, entre los pasillos y escaleras di a dar a la oficina, toqué la puerta y me dieron el pase.

Cuando entré vi a otra monja con la madre superiora, la expresión de la monja era de tristeza, parecía que la estaban regañando. Era una señorita joven, no pasaba de los 23 años, en cambio la madre superiora tenía un aspecto más demacrado, al menos tenía unos 50 años y me atrevería a decir que hasta más.

Al verme, la madre superiora corrió a la monja, apenada ella se retiró y me quedé a solar con la monja.

—Mi nombre es William Barma, un gusto conocerle madre —Hice una reverencia y ella me indicó que tomara asiento.

—Como usted lo sabe joven William, estamos frente a una situación crítica. Hace 24 años yo era una joven como usted y se iba a proceder con el cierre del convento por falta de monjas, pero mis compañeras y yo logramos que el convento viviera de nuevo. No permitiré que clausuren el asilo porque alguien quiera jugar con la vida como si fuera el mismísimo Dios —alegó la madre superiora.

—Le juro que atraparé al culpable de todo esto—dije comprometido.

—No sólo quiero que me encuentre al culpable, deseo darle un escarmiento severo para después mandarle yo misma con Dios, nadie va a cerrar mi hogar, joven William —dijo amenazándome, como si yo fuese el culpable.

Luego de escuchar las palabras intimidantes de la madre superiora, entendí que ella puede ser una potencial sospechosa, pero al mismo tiempo si no resolvía el caso mi cabeza rodaría por el suelo.

Así comenzó mi larga investigación en el convento.

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⏰ Última actualización: Dec 01, 2016 ⏰

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