Querido,
Sé que nada de lo que diga a través de esta carta cambie tu parecer o sentimientos, y quiero asegurarte que mi intención no es reprochar absolutamente nada, sólo relatar.
Tú conoces, sabes, mi sentir respecto a ti, y el gran significado que le diste a una pequeña parte de mi vida. Porque te he querido a tal punto en que olvido de toda regla moral; así es, hablo de mi dignidad perdida, mas yo en lo absoluto veo de ese modo mis actos, ya que he luchado por ti, a pesar de perder.
Duele tenerte cerca y saber que soy todo menos correspondida, todo esto fue gracias a tu sinceridad pedida por mí; mi mente lo agradeció, mi corazón lo lamentó.
Sin embargo, el amor profesado hacia aquella joven, de la cual llevas sin ver, hablar o lo que sea, después de tres años y veinticinco días; sí, también conté el tiempo.
No hace mucho expresaste tus sentimientos hacia mí que sólo llegaron a un "Me gustas" -el tipo que utilizan para tranquilizar a alguien-; tristemente, te importa poco lo que yo haga, haciéndome dudar de dichas palabras.
Remarcaste mucho la existencia de la línea entre gustar y amar, mandándome la indirecta-directa de la poca importancia que tenía en tu vida. Dolió mucho, pero pedí sinceridad, ¿no?.
Ya me cansé de luchar por alguien deseoso de estar en otro lugar que a mi lado.
En nuestros inicios creí en tus "Te quiero", los cuales fueron desaparecieron hasta quedar mis insignificantes sentimientos.
Tus actos y palabras son incoherentes, ambos dicen cosas distintas.
En mí quedará grabado nuestro mejor recuerdo juntos; fue la última vez que nos vimos en aquel parque, donde tomaste mi rostro entre tus manos, nos miramos fijamente y soltaste un profundo "Te quiero" para luego besarme dulcemente.
Te quiero, y ésto es lo último de mí hacia ti.