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¿Cómo es posible que la civilización actual desligue el fino e imperecedero arte de amar a través del sexo más intenso, del arte de matar, cuando lo cierto es que ambas cosas, o ambas esencias, hacen parte de nuestro ser animal más instintivo, de nuestro ser animal más básico? ¿Cómo es posible que esta civilización le tema tanto a nuestra animalidad, a nuestra desnudez? ¿Cómo es posible que bajo el ancho y profundo mar de las significaciones actuales se piense que casi toda nuestra animalidad es violenta, o caótica, o de una y otra forma bárbara y desorganizada?

La brisa siseaba. Las grietas del tiempo dejaban correr los segundos con cierta languidez. Algunas aves migraban hacia el sur siguiendo las directrices de su propio corazón y de una esencia de muerte que las observaba. Las sombras parecían querer naufragar en medio de un hipnótico sol adormecido. Todos los latidos de la vida intentaban perseguir su propia genealogía. La realidad, por su parte, bisbiseaba sobre la última gota de un tiempo líquido, sobre la soflama ardiente de la mentira cósmica.

El aura de las cosas en aquel lugar poseía cierto sentido del amor y ciento sentido de la muerte. La bella y sensual Scarlet, cabe decir, con todo y sus labios de rojo carmín, se sentía sumamente enérgica. Aquella era la primera vez que ella se presentaba en aquella enorme y remota casa de playa. Aquella era la primera vez que ella visitaba la organización de la Estrella del borde azul luego de que esta última, enterada de sus buenos oficios como cruel y sádica asesina, decidiera contactarla para que se le uniera. Al llegar a aquella casa que hemos mencionado, un encargado le pidió que esperara, pero como el tiempo se deslizaba sobre la esencia de la nada y trascurría sin que cualquier cosa en concreto ocurriera, aquella chica de labios rojísimos decidió darse un paseo por la playa atraída por el hechizo sublime de unos arpegios de otro mundo. Atraída por una muy fina, elegante y tranquila música de arpa. Alguien, no muy lejos, en efecto, tocaba un arpa como si quisiera enamorar con su música a todas las estrellas del firmamento.

Luego de que su sentido del oído le ayudara a encontrar el origen exacto de aquella música capaz de hacer levitar al alma y capaz de trazar pinceladas de desconocidos colores sobre todos los horizontes del ser, Scarlet se aproximó con cierta cautela hacia el intérprete. Se trataba de un hombre que estaba sentado sobre la arena de la playa mientras que muy cerca de él las olas del mar jugaban suavemente a que eran una coqueta y lasciva bailarina. Al estar lo suficientemente cerca de dicho hombre, aquella chica se percató de que él estaba completamente desnudo. Él, en el acto, se percató a su vez de la presencia de ella pero siguió tocando su arpa como si nada, como si su única acompañante en esos momentos fuera la mar coqueta que bailaba con cierta dulzura para él. Sin embargo, al cabo de un rato él dejó de tocar y se presentó. Dijo que se llamaba Alessandro Vanstrien y fue ahí cuando él le preguntó a ella cómo es posible que la civilización actual desligue el fino arte de amar del arte de matar, entre otras preguntas de similar eco y de similar melodía.

La chica de labios de rojo carmín no contestó nada. Aquel hombre completamente desnudo, por su parte, comenzó a tocar de nuevo su arpa, pero comenzó a sacarle a dicho instrumento musical una melodía mucho más fuerte y trepidante que la anterior. Al instante, las olas del mar se agitaron con gran fuerza, y un gran cúmulo de nubes negras comenzó a pasearse en el cielo entre fuertes y venturosas ráfagas de viento, un viento que sin duda alguna acompañaba a algún lejano y oscuro pensamiento de la existencia.

Ese día Scarlet iba preparada para romper todos los espejos de su corazón, iba preparada para demostrar que no sentía nada por dentro, para demostrar que era sumamente fría y sádica, pero esa extraña y muy poco comprensible visión la dejó mucho más que perpleja. Rápidamente ella se encaminó hacía la casa en la cual le dijeron que debía esperar. Al llegar allí, observó a un hombre bastante joven y muy atractivo de cabello largo recogido en una trenza que se encontraba dialogando con una mujer bastante hermosa, una mujer de cuerpo esbelto, cabello oscuro y aire imponente que tenía un parche en su ojo izquierdo. Al ver a Scarlet, aquel hombre se aproximó hasta ella y se presentó como Marcel Larkin, el líder de la organización que pretendía contratarla.

De las inercias de la piel a un mar de constelacionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora