la muerte está enamorada.

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Taemin es peligroso…
Taemin es adictivo…
Taemin es dañino…
Taemin es un gran amigo de la muerte…

La felicidad que de a poco se había escurrido de las manos del mundo lentamente se materializaba en una nada incomprensible y audaz, capaz de engañar los ojos ajenos y motivar a que todo se vuelva un abismo oscuro y siniestro.

El tiempo que mayormente había avanzado de forma momentánea a rápida se detuvo por un pequeño instante.

La muerte lo amaba por lo que decidió alejarse de él, sus labios aún tenían un tono rojizo delicioso y admirable, sus mejillas de color carmín permanecían vivas y coloridas, sus pestañas largas adornaban su rostro como si de una muñeca delicada de porcelana tratase, tan hermoso y muerto capaz de volverse la obsesión misma, dejando que el más fuerte se hunda en la depresión.

Cautivo de la muerte pero arrebatado por la vida, nadie quería dejarlo ir, lastimosamente un joven corpulento supo aprovecharse de la belleza de aquel joven, un hombre frio y sin escrúpulos que capturó el alma del joven enamorándolo perdidamente y atrapándose a sí mismo en ese juego.

Al final el resultado lo tenía en esa camilla de hospital…

La alarma logró emitir un sonido lo suficientemente fuerte para que aquel moreno habrá sus ojos ámbar, las pestañas aún daban una dura pelea por permaneces en el estado dormido, más el joven decidió levantarse para su primer día de la semana en aquel hospital.

Choi Minho, un joven lleno de vida, de sueños, de oportunidad y de cariño, siempre alegre y con aquella sonrisa coqueta en el rostro, todo lo sombrío era algo antinatural en su imagen, hoy la emoción lograba que aquella felicidad resaltara cada poro de su piel y que una sonrisa macabramente entusiasmada lo llenara completamente.

Con la ligereza de su andar se bañó, cambió y desayunó, despacio, aun estando a tiempo de la hora de entrada.

Algunos ayudaban con las terapias convencionales, con ayuda médica e incluso con la terapia de la risa, pero Minho no, Minho era diferente a él le encantaba cantar a sus pacientes, su voz no era la más hermosa ni era comparada con la de los ruiseñores pero era mágica a oídos de sus pacientes.

Se puso aquella bata blanca y salió de su habitación, vivía a lado del hospital, a unos pasos de encontrarse con enfermos con o sin posibilidades de sobrevivir, pero era interesante a sus ojos lo que la música podía llegar a causar en aquella personas.

Minho estudiaba medicina, estaba en su último año y planeaba escribir una tesis acerca de los sensores que el cuerpo puede absorber de la música convirtiéndolo en un relajante capaz de ayudar a soportar el dolor y alegrar la cúspide a la muerte de cada individuo enfermo. Ahora todos reconocían su trabajo en especial aquellos niños a los que les encantaba jugar con el mayor, con el siempre sonriente moreno, el príncipe rano que venía a romper el hechizo de las pequeñas y pequeños enfermos.

Con él las esperanzas no morían y permanecían en los ojos de cada enfermo, tan simple como llegar a tener una sonrisa, Minho respiraba alegría y los niños aceptaban esta para almacenarla como municiones cuando la esperanza termine de ilusionarlos.

Aquella mañana como siempre Minho entró al hospital con una energía desbordante y saludando a cualquiera que se cruce en su camino, siempre tan entusiasta.

Siempre tan ingenuo…

-Hola, Yoona, ¿hay nuevos pacientes hoy? – inmediatamente la sonrisa de Minho fue contagiada al rostro de la bella dama que simplemente negó entregándole el expediente de varios niños que esperaban ansiosos su visita – acaso ¿me estás mintiendo? – tres años trabajando con la mujer llevó a Minho a deducir que cada vez que esquivaba su mirada una mentira surgía de sus labios.

La bella durmiente (2min) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora