Capítulo 1

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Diez minutos.

Diez minutos y acabará mi pesadilla.

Después de entregar mi último examen del curso lo único que siento es felicidad. Ya no más estrés hasta dentro de unos meses.

Me dispongo a salir del aula y en el pasillo algo llama mi atención.

¿Eso era un conejo?

Imposible, no está permitido traer animales. Pero al girar hacia las escaleras ahí sigue, mirándome. Cuando voy a acercarme huye rápidamente dando saltos hacia abajo. Al llegar a la primera planta lo veo torcer a la derecha y al girar lo pierdo de vista. No ha podido ir a ningún otro sitio, aquí solo está el despacho del director y la sala de actos. Creo que beber tanto café anoche me ha afectado.

Ya en el patio y con mi mochila colocada en el cesto, guardo la cadena de mi bicicleta y me marcho a casa.

***

Una vez aparcada la bicicleta en el garaje, entro a casa a dejar mis cosas y a preparar la maleta para pasar unos días en casa de mi tía a las afueras de la ciudad.

Cuando miraba el horario de los trenes para mañana y me comía un sandwich, el teléfono empezó a sonar desde el salón.

- ¡Hola tía!

- Hola cariño. ¿Cómo vas con la maleta? - Preguntó alegre mi tía.

- Casi acabada. Justo ahora estaba mirando el horario de los trenes para cuando vaya mañana para allí.

- Justo te llamaba para pedirte que vinieras antes. Necesito que me traigas un paquete lo antes posible. Tendría que ser hoy mismo.

- Tendría que mirar si hay trenes disponibles esta tarde, pero por mi no hay ningún problema. -Le expliqué mientras miraba el horario de hoy.- Lo encontré. Hay uno que sale a las seis y media.

-¡Perfecto! Te dejo que acabes de organizar tus cosas. Cuando acabes ves a la agencia de transportes de la ciudad y diles mi nombre para que te den el paquete, que yo ya me encargo del resto.

-De acuerdo. Nos vemos mas tarde.

- Hasta dentro de unas horas cariño.

Dejé el teléfono en su sitio y acabé de guardar todo lo que necesitaba en la maleta. Iba bien de tiempo, así que decidí tomar un café y dibujar antes de abandonar mi casa durante unos días.

Miro el reloj. Las cinco menos cuarto. Empiezo a recoger las cosas y a prepararme para ir a la agencia de transportes y acto seguido dirigirme a la estación.

Cojo mi bicicleta, coloco las cosas y pedaleo hasta llegar a mi primer destino.

La agencia era un sitio dividido en dos estancias, una grande, por donde circulaban todos los paquetes, había cajas amontonadas por todas partes y gente yendo y viniendo de un lado a otro sin parar. Después de pasar toda la marabunta de objetos y personas, en una esquina, habían montado una especie de salita para reclamar pedidos extraviados, hacer quejas varias o recoger paquetes.

Después de esperar a que la mujer de enfrente acabara de gritarle a la secretaria, y le explicara las desgracias de su vida que no le interesaban a nadie, llegó mi turno.

-¡Hola! Vengo a recoger un paquete

- Un momento. - Me respondió seca. -¿Cuál es su nombre?

Parece que alguien no está de muy buen humor hoy. Aunque no me extraña. Si yo tuviera que aguantar a mujeres como la de antes todos los días estaría igual.

- Evelyn Thompson.

- Pase a la puerta del final del pasillo. Mi compañero le atenderá y le entregará el paquete.

- Entendido.

El pasillo estaba algo oscuro, y la pintura de color grisácea se salía de las paredes.

Piqué a la puerta. Pasados unos segundos me abrió un chico con un paquete bastante grande en sus manos.

- ¿Es usted Evelyn Thompson? - Preguntó el chico. - Este paquete es tuyo.

Su cara me sonaba, y no sabía de que. En su uniforme había una etiqueta donde mostraba su nombre. Seguía sin acordarme de quién era.

- Gracias. - Me dió el paquete. Era menos pesado de lo que parecía.

Cuando me disponía a preguntarle si nos habíamos visto en alguna otra parte justo me cierra la puerta en la cara. Definitivamente la amargura es contagiosa en esta empresa.

Ya afuera de la tienda y con el paquete colocado de una forma estratégica en mi bicicleta para que no se caiga retomo mi itinerario y me dirijo hacia la estación.

***

Milagrosamente el paquete sigue intacto y en el mismo sitio donde lo dejé antes de subirme a la bicicleta. La estación de trenes era un lugar enorme, las grandes puertas acristaladas de la entrada estaban adornadas con motivos góticos de color negro. Al entrar se podían ver a la derecha unas grandes y largas escaleras que te llevaban hacia la parte de abajo, donde habían trenes estacionados, espacios vacios con trozos de via, algunos pasajeros esperando emprender su viaje y un gran reloj con números romanos en el centro del recinto. A la izquierda estaba ubicado el puesto de venta de billetes. Tuve suerte, solo había un abuelito hablando con la chica del mostrador. Mientras esperaba a que acabaran la conversación me fijé en los trenes. Tenían un aspecto muy antiguo. Parecían locomotoras sacadas del siglo XIX, pero con un toque moderno.

Cuando pensé que la conversación entre ellos habría acabado me acerqué a comprar mi billete.

- Me puede dar un billete para el tren de las seis y media por favor?

- Por su supuesto. Espere un momento - Me respondió amablemente.

Al cabo de unos instantes me entregó el billete, y ahora solo me faltaba esperar a que el tren llegara a la estación.

- Tren con destinación a Bosque Hueco por vía siete. Repito. Tren con destinación a Bosque Hueco por vía siete.

Una vez ya acomodada en mi asiento, cogí un libro y me puse a escuchar música para hacer mi trayecto mas ameno. Solo eran unos cincuenta minutos de viaje según el horario de la página web, no era un trayecto excesivamente largo.

Pasados unos treinta minutos empecé a observar el ambiente en el que estaba. En el vagón solo habían dos personas. Un señor mayor bastante intimidante que dormía roncando, y yo. Al cabo de unos instantes las luces del interior del vagón empezaron a parpadear. Después todo volvió a la normalidad.

Miré mi teléfono. Solo faltaban cinco minutos para llegar al pueblo de mi tía. Y en ese momento se apagaron todas las luces. Mi teléfono no funcionaba y estaba empezando a asustarme. De un momento a otro el vagón empezó a caerse. No sabía que estaba pasando, y mi compañero de viaje no ayudaba mucho puesto que seguía roncando.

Un golpe en seco.

Se encendieron las luces.

Seguía viva, y no se cómo. Noté como si el tren se hubiera estampado contra algo. Pero todo estaba intacto. Mis cosas estaban en su sitio y no había aparentemente nada fuera de lo habitual. Las puertas seguían cerradas y mi compañero no parecía haber sido afectado por lo que acababa de ocurrir, no sabía si él había notado algo. Imaginé que no, ya que seguía sumido en un profundo sueño. 

No se veía nada a través de los cristales del vagón. Estaba demasiado oscuro afuera.

Noté otra sacudida y las puertas del vagón se abrieron de golpe.







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⏰ Última actualización: May 25, 2020 ⏰

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