Capítulo 17

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~Narra Margot~

-¿Eres músico?-le pregunto, desde que aquel desconocido ha dicho que le gustaba su música no he podido evitar la curiosidad de saber su verdad.

Asiente y se me iluminan los ojos, que bonito, no sabía que alguien como él se podría interesar por mi. Después de una caminata tan larga llegamos a su bloque de pisos, yo me acerco a donde se encuentra el ascensor, en cambio él prefiere subir por las escaleras-¿Por qué?

-Haces muchas preguntas a lo largo del día-rio, tiene razón, me he pasado media mañana intentando descubrir todo sobre él, aún así he conseguido sonsacarle poco ya que siempre la conversación pasaba a ser yo la que contestaba a su cuestionario, a lo que he podido, porque parte de las respuestas han sido falsas.

-¡Cabezón! Con todo lo que hemos caminado ¿y aún sigues teniendo fuerzas?

-Quejica, si tampoco ha sido para tanto-¿Cómo que no ha sido para tanto? ¡Pero si ya ni siento las piernas! Nos hemos recorrido medio Madrid a una velocidad que ni Usain Bolt, es difícil pillar su ritmo.

Pero, a pesar de todo, merece la pena todo el cansancio por ver lo que he visto, Madrid me encanta, me maravilla. Pablo, me ha enseñado sitios mágicos, cafeterías donde la música te envuelve y parece que estás en el mismo paraíso, o lugares que de por si te transportan a otra época debido a su antigüedad. Ha sido un día espléndido que no quiero dar por finalizada.

-Hogar, dulce hogar-comenta cuando entramos a su casa y lo primero que hago es tirarme al sillón porque siento desfallecer como de otro paso más-Holgazana, que tienes once años menos que yo-resoplo, mi capacidad física es como la de una vieja de ochenta años.

-Hazme una masaje en los pies-ríe-Huelen bien-reprocho.

-Pero por si acaso-¡Oh! Que ataque más gratuito, le tiro el cojín en la cara acordándome de la magdalena de esta mañana, que pena, hubiese sido un momento ideal para hacerle esa broma de nuevo.

-Por eso me voy a duchar, si no te importa.

-Lo que quiera la reina de la casa-me da paso con una alabanza y le doy una colleja en la nuca, él se queja mientras que mis costillas no aguanta tanta risa.

-No seas tan payaso-bromeo, él se queja del lugar donde le he dado, como ya no está su madre a su lado, para eso estoy yo, para ponerle firme.

-Cabezón, payaso... ¿Algún adjetivo más para apreciar mi gran gratitud de dejarte un lugar donde vivir?

-Por ahora nada más-me acerco a él con tal de darle un beso en la mejilla.

Con ese acto, en mi estómago se forma un revoloteo de mariposas, él, en cambio parece dejarle paralizado. Me alejo porque lo primero que pienso es que no debería haber hecho nada de lo de antes, tan solo nos conocemos de un día y ya lo trato como si fuese mi hermano, aquel que nunca he tenido. La he cagado, la he cagado pero bien, tal vez, él me trata así por cortesía pero a lo mejor lo que piensa es dejarme en la calle y si hace eso ¿Qué será de mi?

Antes de encerrarme en el baño me fijo en lo que hace y parece no haberle molestado nada, suspiro para tranquilizarme y al quitarme la ropa, encuentro una pequeña radio en uno de los muebles, lo enciendo si de esta forma se me quita este nerviosismo y el agua me aclara los pensamientos. Ya dentro de la ducha, me quedo paralizada bajo el grifo donde cae los chorros que se deslizan por mi piel.
-¿Y si ponemos un temazo?-comenta la locutora-Que grandes recuerdos nos da Solamente Tú de Pablo Alborán-y una melodía, bastante bonita, suena por la habitación.
Me estremezco al escucharla, y tengo que cerrar el grifo porque el dolor de cabeza me está matando-Solamente Tú-murmuro-¿De qué me suena?-y unos vagos recuerdos saturan mi memoria-¡No puede ser!

~Narra Pablo~
Escucho como detrás de la puerta cae el agua mientras la música acompaña el sonido. Sonrío para mis adentros, al final ha salido todo genial, no olvidaré este día y más con la colleja que me ha dado ¡Madre mía! Un poco más y me deja tonto, si ésta ha sido de broma no me puedo imaginar como serán cuando se enfade. Aún así, seguiré haciéndole rabiar, porque sinceramente me encanta verla de esa forma, como cuando sonríe, como lo ha estado haciendo a lo largo de la caminata.
Caigo rendido en el sofá, lo reconozco, yo también estoy reventado, pero, ni eso hará que coja esa maldita caja pequeña al que llaman ascensor.
-¡Pablo!-me grita corriendo por el pasillo.
No puedo evitar sonrojarme al verla tapada con tan solo una toalla al igual que la otra envuelve su pelo-¡Ya me acuerdo de ti!-¿Cómo?-¡Ya sé quien eres!
-¿Qué dices Margot?-no comprendo a que se refiere, me tiene aturdido, no sé si será un juego suyo o habrá perdido la cabeza.
-Es una cosa larga de explicar-con gestos le indico que me muero de ganas por saber cual es el motivo de su reacción.
-Pero ahora tapate que te vas a resfríar.
-No mientas que no te gusta verme así-suspiro, si ella supiese lo que haría ahora mismo-¡Es que no sé donde tengo las cosas!
-Yo te encontré con una mochila-su piel se pone pálida como la noche que la conocí.
-¡Ay madre! Mi maleta, que me la han quitado-se da una cachetada en su cara como si se dijese estúpida a si misma-Bueno, solo tenía ropa, no había nada importante...
-Podríamos reportarlo a la guardia...
-¡Ni de coña! Me estarán buscando y si me ven, me mandan a París.
-Margot, tu madre...
-¿Me dejas ropa?-me corta, mi cara de incrédulo lo dice todo, no voy a consentir que su madre siga preocupada y yo no haga nada.
-Margot-mi voz autoritaria hace que frunza el ceño.
-Te daré todas las explicaciones del mundo, ahora solo quiero algo con el que taparme y tu cara deje de ser un tomate.

Una taza de café en ParísDonde viven las historias. Descúbrelo ahora