Pues nada, de nuevo me habían metido en un nuevo grupo de Whatsapp junto con gente que no conocía de nada a excepción de mi prima Sabana. Hablaban de cosas sin sentido de cosas que realmente no importaban y que me daban exactamente igual. A los pocos minutos de entrar en el grupo y presentarnos todos mi prima ya me había enviado un mensaje diciéndome que uno de los chicos presente también en el grupo la había hablado de "tonteo" y a mi eso me reventaba. Es decir, me alegraba por ella, estaba claro, mi prima no era una de esas chicas que tonteara con todos y había sufrido bastante por lo que se merecía más que de sobra algo de cariño, pero a mi esas cosas nunca me pasaban, los chicos poco se fijaban en mi, supongo que por mi aspecto, a parte que yo no buscaba tontear, siempre había buscado "una relación dulce y bonita" como en las películas. Pero daba igual, eso ya se había terminado. Aquella tarde me sirvió para terminar de que la situación me tocara las narices y hartarme de los malditos príncipes azules que por ahora no habían hecho más que desteñir. Tiré el móvil con furia encima de mi cama y me tiré al suelo. No lo hacía mucho, el suelo para sentarse no estaba mal, pero para tumbarse era realmente incómodo. Sólo me tiraba al suelo en mitad de mi habitación cuando estaba realmente cabreada por algo. Me quedé allí tirada mirando fijamente las bombillas que adornaban la lámpara de mi cuarto, miré fijamente la luz como queriendo hacerme daño yo misma hasta que no pude con el escozor de mís ojos y me vi obligada a cerrarlos viendo todavía lucecitas con las formas de la bombilla en plena oscuridad de mís párpados. "Como veo que todos los príncipes o tienen princesa o se están extinguiendo pues habrá que ser puta para los que quedan, asique vamos allá." pensé, y me levanté, abrí mi armario cogiendo un vestido color rojo, me lo puse, me quedaba muy por encima de las rodillas y tenía un gran escote. Era la primera vez que me ponía aquel vestido que en realidad me regalaron el año pasado cuando cumplí los dieciocho y que más que ajustado ahora creo que me quedaba pequeño. Pero no me importó. Me maquillé bastante, me alisé el pelo, después lo cardé ligeramente y me lo eché completamente hacia atrás. Salí por la puerta, eran las ocho y yo esa noche tenía pensado arrasar, cerré la puerta tras de mí sabiendo que la que entraría en esa casa la próxima vez sería alguien completamente diferente.
Entré en una discoteca cercana a mi apartamento, y enseguida me puse a bailar, estaba sola, no había quedado con ninguna de mís amigad y lo que menos me apetecía era parecer una marginada, asique lo primero que hice fue ir a la barra a por una copa y después me puse a bailar. Me bebí una copa, dos, tres, cuatro, me daba todo igual. Muchos se me habían acercado y ahora me estaba besando con uno después de haberme besado anteriormente con otro, me bebí otra copa, la música estaba muy alta y yo no paraba de bailar, hablaba con uno, me movía de sitio, besaba a otro y después volvía a besar al anterior con el que había estado hablando. Otra copa, ya no escuchaba mucho, sólo la música de fondo y un chico que me
preguntaba si tenía novio pero yo no le contesté y me dediqué sólo a besarlo.
Me desperté en un parque, en un banco. Un dolor brutal azotaba mi cabeza y al levantarme tuve que mantenerme un instante quieta para no perder el equilibrio. A mi lado en el suelo había un par de monedas. Por lo que se ve la gente se pensaba que yo era una indigente que estaba en la calle tirada sin nada
que hacer, pero no era así. Me preguntaba donde estaba y que coño hacía allí, recordé que había salido de fiesta la noche anterior, y también recordé haber bebido, asique no le di importancia, me concentré principalmente en averiguar donde estaba, y pensando un rato a pesar de mi dolor de cabeza y caminando sin rumbo resultó que estaba en un parque a unas pocas manzanas de la discoteca y por tanto de mi apartamento. Recordé que ese era el parque al que iba a correr los domingos por la mañana con Natalie, mi
mejor amiga, justo cuando pasé por al lado de un gran lago en el que siempre nos parabamos para descansar y ver los patos. Caminé tambaleandome hasta mi casa soportando las miradas de desprecio de muchas personas que pasaban por mi lado. Debían de verme como una borracha que estaba todo el día de fiesta y vivía a costa de mís padres. Pero no era así, lo que no sabían era que al cumplir los dieciocho me independicé y ahora que tenía diecinueve estudiaba y trabajaba a la vez, pero me gustaba salir de fiesta y esa no iba a ser la última noche que saldría.
De pronto recibí un mensaje en el móvil.
Hola, ¿ya estás despierta?
Ponia en él y, sinceramente no tenía ni puta idea de quien era.
Pues sí, ¿quién narices eres?
Me dolía la cabeza y estaba de un humor de perros. No me gustaban las bromitas telefónicas.
Vale vale tránquila.
Me dijo, vamos a ver, no me envíes un mensaje sin saber quien eres y me digas que me tranquilice.
Vale machacha, ya te has divertido, ¿eres Natalie? ¿Kim? ¿Sabana? ¿Trina? y si no dime quien narices eres chica.
La dije ya bastante cabreada nombrando a mís amigas e incluso a mi prima.
¿Y por qué tengo que ser una chica?
Me preguntó, en realidad no sabía por que... No se me había ocurrido que pudiera ser un chico.
Vale, entonces ¿qué eres?
Nada más enviar mi mensaje me pareció bastante ridículo, el alcohol me seguía afectando, ¿qué clase de pregunta era esa? pero bueno ya estaba hecho y yo sólo quería que dejara de contestar para poder dormir. Entré de nuevo en mi apartamento y me tiré directamente en la cama.
¿Que pregunta es esa? pues marciano no soy, osea que un chico, está claro.
Me contestó, oh Dios vale, déjame dormir, quería parar de hablar con aquel tipo pero ¿cómo coño tenía mi teléfono?
Vale, me dices por favor quien te ha dado mi número para poder irme de una maldita vez a la cama?
Contesté ya punteando las letras del teléfono de forma pesada.
Me lo diste tú
Extraño, no me lo creía.
Lo dudo mucho.
Le puse, y tardó un poco en responderme.
Soy un chico que conociste ayer en la discoteca, tú me diste tu número tras besarme sin previo aviso mientras pedía una copa. Me llamo Liam, Liam Payne por cierto, pero tú no me dijiste el nombre, sólo que te hablara.
Vaya, una historia muy interesante de la que yo no recordaba nada.
Vale, oye Liam mira, esto es un poco confuso y ahora sólo me apetece dormir un poco. ¿Te importa si lo hablamos en unas horas cuando me despierte?
Le dije ya rendida.
Claro, no te preocupes, tu mandas, cuando tú digas.
Me contestó. Solté el teléfono que se calló al suelo. Odiaba que pasara eso y siempre me ponía histérica por si se rompía. Pero esa vez me molestó más el ruido que hizo al caerse, que retumbó en mi cabeza, a que se hubiera roto o no. Y apenas transcurridos un par de segundos me quedé dormida.
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Cambio radical
RomanceLa vida da muchas vueltas y, a veces te sorprende grata o ingratamente. El caso es hacerse a ello y afrontarlo. Tal vez al lado de la persona adecuada todo se vea bien y ya no haya nada ingrato.