Capitulo 9

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•Maraton 3/3•

A la mañana siguiente, todo el mundo en el instituto sabía que yo estaba acompañando a Louis a su casa, lo que inició una nueva ronda de especulaciones sobre nosotros dos. Esta vez fue incluso peor que la anterior. La presión era tan insoportable que me pasé la hora del almuerzo en la biblioteca, para que me dejaran en paz.

Aquella noche, el ensayo iba a ser en el teatro. Era el último antes de la función, y teníamos mucho trabajo por delante. Justo después de las clases, los chicos que hacíamos la función teníamos que llevar todo el decorado que estaba montado en clase hasta la furgoneta alquilada para rasportarlo hasta el teatro. El problema era que Eddie y yo éramos los únicos dos chicos, y él no era
la persona a la que mejor se le daba eso de andar coordinado.

Cuando atravesábamos el umbral,
sosteniendo uno de los objetos pesados, su cuerpo desgarbado parecía ir contra él. En un momento
muy crítico, cuando yo realmente necesitaba su ayuda para equilibrar la carga, tropezó con quién sabe qué —una mota de polvo o un insecto que había en el suelo— y el objeto me aplastó los dedos, atrapándolos contra el marco de la puerta de la forma más dolorosa posible.

—Lo… sien…, siento… —tartamudeó—. ¿Te has hecho…, te has hecho… daño?.

Contuve todos los insultos que pujaban por escaparse de mi boca y le espeté: —¡Ten más cuidado, hombre!

Pero Nick  no podía evitar tropezar todo el rato, de la misma forma que no es posible evitar que llueva.

Cuando acabamos de cargar y descargar todo el decorado, mis dedos se asemejaban a los de Toby, el manitas cantamañanas. Y lo peor fue que ni siquiera tuve tiempo de comer antes de que empezara el ensayo.

Habíamos tardado tres horas en trasladar el decorado desde el instituto al teatro, y no acabamos
de montarlo hasta unos minutos antes de que empezaran a llegar los otros compañeros de clase. Además, con todo lo que había pasado aquel día, comprenderás que estuviera de un humor de perros.

Recité mis textos de carrerilla y con desgana, y la señorita Karlette no exclamó ni un solo «maravilloso» en toda la noche. Cuando acabamos, exhibía una inconfundible mirada de
preocupación, pero Louis se limitó a sonreír y le dijo que no se inquietara, que todo saldría bien.

Sabía que Louis solo estaba intentando ponerme las cosas fáciles, pero, cuando me pidió que la acompañara a casa, le dije que no.

El teatro estaba en medio del pueblo, y para acompañarla tendría que desviarme considerablemente de mi camino. Además, no quería que me vieran de nuevo con el a solas. Pero la señorita Karlette había oído la petición de Louis y soltó, con firmeza, que seguramente yo estaría más
que encantado de acompañarlo.

—De ese modo, podréis hablar del ensayo —alegó la señorita Karlette—. Quizás os irá bien hablar de algunos fallos que hay que pulir.

Con eso de «algunos fallos que hay que pulir», sabía que se refería específicamente a mí. Así que una vez más acabé acompañando a Louis, pero el se dio cuenta de que no estaba de humor para hablar, pues me puse a caminar unos pasos por delante de el, con las manos en los bolsillos, sin tan solo darme la vuelta para ver si me seguía. Caminamos así durante unos minutos, sin dirigirle la palabra.

—No estás de muy buen humor, ¿verdad? —preguntó finalmente—. Esta noche se notaba que no tenías ganas de ensayar.

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⏰ Última actualización: Dec 04, 2016 ⏰

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Deep remembrance  || Larry StylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora