Justin tenía un problema. Le contaba a ________ todo, o casi todo, y eso estaba bien. Pero lo que ya no estaba tan bien era quedar como un *******, como un cretino integral, como un tío patético. Necesitaba la comprensión y el consejo de su amiga, pero temía que se compadeciera de él. Así que siempre se burlaba de su propio dolor. Ahora, alzó las manos como un atleta recibiendo los aplausos, y dijo:
—He aquí al representante de Estados Unidos, campeón del mundo de la peor vida social…
—Bueno, con el día de la Madre sería…
—No, lo que más duele son los desastres anteriores al día de la Madre.
________ arrugó la frente y entrecerró los ojos en un gesto exagerado, como si estuviera haciendo un grandísimo esfuerzo por recordar algo. Estaba muy graciosa cuando ponía esa cara.
—¡Dios mío! ¡Cuánto lo siento, pero lo había olvidado! ¿La cita a ciegas no funcionó? —________ suspiró—. ¿Y qué pasó con la otra, el gran encuentro?
Molly volvió con más café, le llenó la taza a ________ con un gesto de desaprobación y se alejó. ________ se inclinó para estar más cerca de Justin y bajó la voz.
—¿Qué pasó? ¿Qué es lo que no funcionó en la cita a ciegas? —Una expresión de horror apareció en su cara—. No te habrás puesto la chaqueta de cuadros, ¿no?
—No —respondió él—. Llevé el blazer azul.
________ casi se ahoga con el café.
—¿Te pusiste un blazer para una primera cita con una chica que no conocías?
—Sí, yo…
—Nunca hay que vestirse formalmente para esa clase de encuentros. Lo importante es que todo parezca desenfadado, casual… —________ suspiró, frustrada, como otras veces en quejón no había hecho caso a sus instrucciones—. ¿Qué pasó, pues?
—Bueno, yo entré en el bar y ella me hizo señas con la mano. Era muy delgada, pelirroja, atractiva en su estilo. Así que me acerqué y le di las flores…
—¿Le llevaste flores? —exclamó ________, agitando las manos con exasperación—. Por Dios, eso es propio de alguien que no se ha comido un rosco en años.
—Bueno, tal vez por eso la cosa solo duró once minutos. Apenas habíamos empezado a hablar cuando ella dijo que se había dejado la ropa en la secadora y no quería que se le arrugara.
—Esa chica no es muy hábil para inventar excusas —dijo ________, y ambos reflexionaron sobre el horror de lo sucedido. Después, como de costumbre, ________ volvió a ser la misma chica alegre de siempre, y Justin tuvo la certeza de que su optimismo era congénito—. No importa, Justin. Olvídala. Estoy segura de que era pelirroja de bote. —Justin se las arregló para sonreír casi tan alegremente como ________—. ¿Y qué pasó el sábado por la noche? Ya sabes, aquella cita que tenías con tu compañera de trabajo. Esa que te hace babear, como un adolescente. ¿Cómo se llama?
—Sam. Cloe —le recordó Justin. Por un momento se preguntó por qué él siempre sabía el nombre, el apellido y hasta el apodo de todos los novios de ella, y ________ en cambio… Suspiró—. Eso fue todavía peor —reconoció.
—¿Cómo puede ser aún peor que una cita a ciegas que duró solo once minutos y medio?
—Bueno, para empezar, no teníamos que encontrarnos en un bar, sino fuera. Para seguir, estaba lloviendo. Y para terminar, ella ni siquiera acudió.
________ abrió la boca realmente sorprendida. Y después exageró el gesto, para disimular sus auténticos sentimientos.
—¿De verdad que te dio plantón? ¿No sería que fue más tarde? Quiero decir, ¿la esperaste un buen rato?
—Dos horas.
—¡Oh, Justin! ¿Estuviste dos horas bajo la lluvia?
—Y eso no es lo que más me preocupa. Lo peor es que tendré que verla mañana en el trabajo.
—¡Ajjjj! —________ se encogió, espantada, y su cara reflejó cuánto sufría por la próxima humillación de Justin. Luego trató de disimular—. Dime al menos que ella te llamó y te dejó un mensaje con una excusa convincente —le suplicó.
—Nada de nada. No tenía ningún mensaje en el contestador de casa, ni en el teléfono del trabajo, ni siquiera un e–mail. Y yo le dejé mensajes a ella en los tres.
—Ojalá no lo hubieras hecho —dijo ________.
El se puso a la defensiva.
—Ya, ¿y qué se supone que tendría que haber hecho?
—Tal como aconsejaba Dorothy Parker, callarte.
—Y entonces ¿cómo iba a enterarse ella de que la había esperado?
—¿Y por qué tenía que enterarse? ¿No había sido ya suficiente humillación?
Ahora ________ estaba fastidiada con él. Justin vio en su cara algo muy parecido a la compasión.
—Bueno, ¿qué otra cosa podía hacer?
Antes de que ________ pudiera responder, Molly volvió a la mesa, atraída por los retazos de conversación que había oído.
—¿Qué te parece quedar con mujeres que quieran salir contigo? Quizá con una mujer un poco mayor —sugirió Molly mientras le hacía una caída de ojos—. Claro que es una idea tonta, después de todo yo no he ido a la universidad. —Retiró los platos vacíos y se marchó contoneándose.
—De acuerdo, Justin, tú ganas —suspiró ________—. Tu fin de semana fue peor que el mío. Y creo que has ganado durante ochenta y tres semanas seguidas. Un huevo récord mundial. —Garrapateó algo en un postit que sacó de su bolso y lo pegó en la camisa de Justin. Había dibujado una cinta azul.
—Genial. El Campeón de los Perdedores.
________ se quedó un instante pensativa.
—Sabes, creo que no todo es por tu culpa. Las mujeres tienden a sentirse atraídas por… por las dificultades. Por los hombres que son un desafío. Este viernes ha llegado mi amiga Selena y…
—¿Selena? ¿Ha venido por fin? ¿Podré conocerla? —Justin había oído hablar de Selena durante años.
—Claro que sí, pero la cuestión es que ha venido a mi casa porque rompió con Nick. Está loca por él, pero dice que es un CHFC.
—¿Y eso qué es?
—Un chulo con fobia al compromiso. De modo que pienso que tal vez las mujeres prefieren a los chulos, hasta que deciden darse por vencidas.
—Eso no es justo; yo hago todo lo que puedo.
—¿Para ser un chulo?
—No, ¡para no serlo!
—Ya sé, era una broma. Pero ya ves, quizá ese es el problema: te esfuerzas demasiado… y eres demasiado agradable.
—¿Cómo se puede ser demasiado agradable?
—Tú lo eres, Justin. Eres demasiado considerado. Hoy, por ejemplo, has ido a visitar a tu madre y a todas tus malvadas madrastras. Ya ves, eres demasiado encantador.
—Eso es ridículo.
—Sé que a ti te parece absurdo —coincidió ________—. Y también a nosotras, las mujeres. No creo que nos guste sufrir. Pero no nos gusta aburrirnos. Mira a Ryan. Me parece fascinante. Hace que mi vida sea realmente interesante.
—Por Dios, si toca el contrabajo —exclamó Justin, irritado—. Y es un tío totalmente estúpido, que solo se interesa por sí mismo. Y es un egoísta. ¿Y un tío así te parece interesante? —De inmediato se dio cuenta de que tal vez se había pasado y había herido los sentimientos de su amiga.
Pero ella sonrió.
—¿Qué tienes contra los tíos que tocan instrumentos de cuerda?
—Nada en absoluto —respondió Justin, más tranquilo—. Solo contra él. Creo que no vale nada.
—¡Pero es tan mono! ¡Y en la cama es genial! —________ se ruborizó.
Justin apartó la mirada. Ese era su castigo por hablar demasiado. Había cosas de las que no quería enterarse. Suspiró.
—Daría cualquier cosa por tener el éxito que tienen Ryan y los de su calaña con las chicas. Si tan solo pudiera aprender a hacerme el tonto, o pasar por egoísta… —Hizo una pausa—. Eh, ________, tengo una idea…
—Tú siempre tienes ideas —dijo ella—. Por eso eres el Alquimista Intergaláctico de Desarrollos Cosmológicos y Creador de Sistemas de Todo el Mundo en Micro Land.
—No, no se trata de esa clase de ideas —dijo Justin—. Lo que quiero decir es que he pensado algo acerca de mi vida.
—Genial. ¿Podemos hablar del asunto la semana que viene? Ahora tengo que ir al supermercado.
—¿Para qué? ¿Vas a comprarte medias?
—No. Harina y levadura.
—¿Tienes que preparar un trabajo para la clase de ciencias? ¿O es para hacer un potingue para el pelo?
—Para un pastel —respondió ________, e intentó adoptar un aire muy digno, algo que con Justin le resultaba casi imposible.
—¿Desde cuándo haces pasteles? ¿Y por qué tienes que hacerlo a medianoche? —Justin sabía que ella creía que esa cosa negra que había en la cocina con una puerta delante era un armario extra para los zapatos—. ¿Es un truco para acabar con Ryan? Porque tus pasteles lo matarán. Claro que eso no estaría mal.
—A palabras necias, oídos sordos —respondió ________, poniéndose en pie.
Justin también se levantó. No quería que se notara que estaba desesperado por compañía. Y también estaba interesado en el misterio de la repentina domesticidad de ________. Y entonces se dio cuenta del porqué.
—Es tu amiga, tu amiga Selena de San Antonio. ¿No es cocinera?
—¿Y qué? —respondió ______ mientras se ponía la chaqueta—. Eso no quiere decir que yo no sepa cocinar.
—Tú sabes hacer muchas cosas; eres una escritora muy buena, una excelente amiga, y te vistes muy bien. Y eres genial eligiendo regalos para las madres. Pero hacer pasteles…
—Selena no es de San Antonio, sino de Sacramento —lo corrigió ________, y aquella era su manera de decirle que él tenía razón.
—Te ayudaré con la compra del súper —se ofreció Justin, sonriendo.
—¿Y eso? ¿No tienes que trabajar, o dormir? Es lo que siempre estás haciendo. Además, ir a comprar a un supermercado es lo más aburrido del mundo.
—No para un hombre que se ofreció a doblar la ropa limpia y lo rechazaron —señaló Justin—. Puedo llevarte el carrito.
—Si te da gusto… —________ se encogió de hombros y echó a andar mientras Justin buscaba en sus bolsillos y arrojaba, deprisa, un billete de veinte dólares sobre la mesa—. De nuevo estás dejando una propina excesiva —observó ________ sin darse siquiera la vuelta—. Ya ves, tu problema es que eres demasiado educado. Y a las mujeres no nos gustan los chicos buenos.
Justin comenzaba a sentirse muy excitado por algo que se le había ocurrido. ¿Por qué no había pensado antes en eso? Era una idea perfecta, y la tenía muy clara de principio a fin, tal como el proyecto Parsifal. Solo tenía que lograr que ________ la comprendiera, que estuviera de acuerdo, y que la hiciera realidad. Pero él era muy bueno en convencer a la gente.
—Hasta la semana que viene —le gritó a Molly, y luego corrió detrás de ________, que ya estaba en la puerta.
—¿Y cuál es tu idea? —preguntó ________ mientras retiraba un carro de la fila—. Si estás planeando poner en Internet otro falso calendario de las Chicas del Bosque de Silicona no quiero saber nada del asunto.
—Vamos, ________, estoy hablando en serio. Mi vida tiene que cambiar antes de que esté en edad de usar Viagra.
—No te pongas trágico —respondió ________ mientras cruzaban el pasillo de los artículos de tocador, y miró de reojo cuando pasaban junto a la nevera de lácteos—. Aún no ha llegado tu fecha de caducidad. Te faltan dos o tres años.
—No me pongo trágico, solo soy realista. —Justin suspiró profundamente; tenía que conseguir que ella le ayudara—. Quiero que me enseñes a ser un chico malo.
________ comenzaba a estudiar el estante de los productos para el pelo cuando se detuvo y se volvió para mirarlo.
—¿Qué dices?
Él sintió que el corazón se le desbocaba.
—Quiero que me enseñes a ser la clase de tío que les gusta a las chicas. Ya sabes, como esos con los que tú sales. Ryan. O el anterior, Joe. ¿Y te acuerdas de Jaydon, el que esnifaba popers? Ese sí que era malo de verdad. Y tú estabas loca por él.
—Tú sí que estás chiflado —respondió ________ y se alejó empujando el carrito. Cogió un frasco de Pert (nunca hubiera comprado ese champú si no estuviera aturdida).
Justin la alcanzó en el pasillo casi desierto donde se encontraba todo lo necesario para hacer pasteles.
—________, por favor, hablo en serio. —Tenía que tranquilizarla, y a la vez provocar su entusiasmo. Se dijo que él sabía muy bien cómo hacer que un equipo se comprometiera en un proyecto y lo hiciera suyo.
—No seas ridículo. ¿Y por qué quieres convertirte en un chulo y un vago? Además, es imposible. Tú nunca podrías simular que…
—Por supuesto que podría. Si tú me enseñas, claro. —Vencer la oposición, y luego convencerla para dedicar todo su talento a la empresa—. ¿Recuerdas que era un alumno excelente en la universidad? Vamos, ________, considéralo un desafío, una manera de utilizar todo el material que has recopilado sobre todos esos novios llenos de tatuajes que has tenido. —Ahora había que introducir un elemento revulsivo—. Si no, resultará que Molly tiene razón —remachó con tono casual.
Al oír el nombre de la camarera, ________ volvió a detenerse.
—¿En qué tiene razón? —preguntó con tono cortante, y se volvió para examinar los paquetes de harina.
—Sobre el carácter compulsivo, repetitivo de tus conductas —le explicó, y el corazón le palpitaba—. Desde hace siete años te repites sin motivo. Pierdes el tiempo. Pero si consiguieras ser una alquimista…
________ se agachó para leer la etiqueta en los paquetes de harina del estante más bajo.
—Nunca se me habría ocurrido que pudiera haber tantas clases de harina —dijo, una sencilla táctica de distracción que Justin percibió de inmediato—. ¿Qué te parece que debo comprar, harina blanca tamizada, tamizada integral, blanca pero sin tamizar, o integral y sin tamizar?
Él recordó los pasteles de Barbara y cogió el paquete de harina blanca y tamizada.
—Es esta —dijo, y se lo dio. Ella lo cogió—. ¿Qué me dices, entonces? ¿Me aceptas como alumno?
________ se encogió de hombros, puso la harina en el carro y continuó por el pasillo.
—De acuerdo —dijo—. Puede que yo escriba buenos artículos, y que también sea capaz de peinarme en un día húmedo sin que se me rice el pelo. Pero nunca podré hacer pasteles, y a ti nadie podría enseñarte a ser malo. Tú nunca podrás ser un chico malo, así que esto no va en serio.
Justin, de repente, se sintió desesperado. Se imaginaba su encuentro con Cloe al día siguiente, y no podía soportarlo. Además, ________ tenía razón, todo era más difícil de lo que él pensaba. ¿Por qué a veces era tan increíblemente estúpido?
Pero ________, a pesar de su rechazo, podía ayudarlo si quería. Ella tenía los instrumentos necesarios, pero se negaba. ¿Qué clase de amiga era? Justin se dijo que tendría que emplearse a fondo. Si había conseguido que le financiaran proyectos de un millón de dólares, podía conseguir que ella le ayudara. La cogió del brazo y la miró a los ojos.
—Nunca en mi vida me he propuesto algo tan en serio. Y tú eres la única que puede ayudarme. Tú conoces todas mis malas costumbres, y eres una experta en la materia. Te graduaste en Chicos Malos en la universidad, y ahora estás haciendo la tesis en el Seattle Times.
—Es verdad que sería un reto. —Le sonrió cariñosamente.
¡Bien!, se dijo justin, pero no dejó que la alegría por la victoria se reflejara en su rostro. ________ alzó las cejas, y expuso su última objeción:
—Pero ¿por qué iba a querer un alquimista convertir el oro en plomo? —le preguntó, y lo cogió ele la mano.
—Porque el oro realmente quiere cambiar —respondió Justin—. ¿Y si el oro se lo suplicara al alquimista?
Ella le soltó la mano, y él supo que había ido demasiado lejos.
—No me parece bien, Justin. Yo te quiero tal como eres —dijo la joven, y hablaba como la madre de Justin.
—Sí, pero nadie más me quiere —respondió él, pero ya era demasiado tarde.
________ se encogió de hombros y siguió caminando.
—No puedo hacerlo. Eli, ¿qué tenía que comprar, bicarbonato de sodio o polvo para hornear? —preguntó, mirando los envases alineados en los estantes.
—Habías dicho levadura —le respondió Justin—. Tú podrías convertirme en otro si quisieras.
________ se quedó pensativa. El confiaba en que estuviera pensando en su propuesta, pero después de un momento ella negó con la cabeza.
—Creo que era bicarbonato de sodio. Pero puede que fuera levadura.
—¿Cuál es la diferencia? —suspiró Justin, desalentado.
—Se usan para distintas cosas.
—Ya. ¿Y qué cosas son esas, y en qué se diferencian? —preguntó; estaba furioso con ________ y no le iba a dejar pasar ni una.
—Con la levadura los pasteles suben y quedan esponjosos.
—Yo también sé leer lo que pone en el bote, ________ —le respondió—. ¿Y para qué sirve el bicarbonato?
—Lo puedes usar para cepillarte los dientes, y si lo pones en la nevera absorbe los olores.
—¿Y qué le pasó a tu amiga de Santa Barbara? ¿Se olvidó la pasta de dientes, o casi la mata el olor de tu nevera?
________ lo miró muy seria, y luego se encogió de hombros y puso los dos productos en el carro. Se dio la vuelta y se dirigió hacia la salida. Justin fue tras ella. No pensaba darse por vencido. Si no fuera un hombre persistente, no habría llegado al puesto que ocupaba en Micro/Con. Quizá con ________ debía recurrir al humor. Se puso en cuclillas, agarrado al carro, y empezó a suplicarle, como hacen todos los niños con sus madres en los supermercados.
—Por favor, por favor. Dime que sí y haré lo que tú quieras. Te lo prometo.
________ miró en derredor, avergonzada.
—¡Levántate! —le urgió en voz baja. Él sabía que ella odiaba los escándalos en público, y contaba con eso—. Justin, tienes un piso espléndido, un trabajo maravilloso, y cuando vendas tus acciones de Micro/Con serás rico —le dijo, fingiendo que no veía a la anciana con la cesta en el brazo y al joven alto con el carro lleno de cervezas que los estaban mirando—. Vamos, acaba con eso. Si siempre has gustado a montones de chicas.
Justin siguió agachado.
—Pero no para eso —lloriqueó—. Nunca les gusto de esa manera. Las mujeres me quieren como amigo, o como maestro, o como a un hermano —dijo, y trató de hablar sin resentimiento. Con resentimiento no se convencía a nadie. De todas formas, ________ era justamente una de esas chicas a las que se refería, posiblemente la más importante, pero no era necesario que lo dijera.
—Por favor, ponte de pie, la gente está mirando —suplicó la joven.
En verdad, habían cambiado de pasillo, y ahora solamente había allí un empleado que estaba muy ocupado poniendo las etiquetas de los precios directamente sobre los pomelos, y no los miraba.
Muy bien, decidió Justin. Iba a utilizar la vergüenza que le provocaba a ________ ese tipo de situaciones para conseguir su objetivo. Ella empujó el carrito y se puso en la cola delante de las cajas, junto a la salida del supermercado. Muy bien, por allí había bastante gente. Justin la ayudó a depositar la compra en la cinta transportadora. Todavía en cuclillas, lloriqueó ruidosamente.
—¡Quiero chicas interesantes! ¡Chicas atractivas! Pero ellas solo se fijan en los chicos malos.
—Levántate, Justin —suplicó ella en voz muy baja—. Estás haciendo una escena.
Era ya demasiado tarde para que se reuniera una verdadera multitud. Justin tendría que usar su comodín: la honradez innata de su amiga.
—Vamos, ________, tú sabes que lo que digo es verdad.
—Bueno…
La cajera los estaba mirando fijamente. Luego se encogió de hombros y calculó el importe de la compra. ________ buscó el dinero en su bolso. Justin suspiró, se levantó y miró la estantería donde estaban los periódicos y las revistas femeninas. Le dolían las rodillas, suplicar era un trabajo duro. La revista GQ le llamó la atención. En la portada aparecía un joven astro de la pantalla que hacía poco había roto con su novia públicamente, delante de las cámaras de la televisión, justo antes de la entrega de los Oscar. Justin le señaló a ________ la portada de GQ.
—Yo quiero tener la misma pinta que esa clase de tíos —dijo.
—No se trata solo de la pinta —le dijo ella, mientras cogía su bolsa—. Tú eres guapo… pero en tu estilo «chico bueno».
Justin le cogió la bolsa de las manos.
—Efectivamente. Y el tío de la revista no parece bueno, sino sexy. Seguro que no fue a saludar a sus madrastras el día de la Madre. ¿Que ha hecho él últimamente? Tú debes de saberlo.
________ miró la portada de la revista y se encogió de hombros.
—Le ha dicho a su nueva novia que le gustaría salir con otras mujeres —respondió, y se dirigió a la salida.
Justin la siguió.
—¡Yo también podría hacerlo si tuviera una novia! Y si me ayudaras —suplicó—. Míralo como si fuera tu tesis. —Retrocedió hasta la estantería de las revistas, cogió GQ, dejó un billete de cinco dólares sobre el mostrador y salió disparado detrás de ________—. Solo tú puedes fabricar un destilado de todas esas conductas repulsivas que encuentras tan adorables, e inyectármelo.
Ella estaba junto al coche, y buscaba las llaves. Cogió la bolsa de manos de Justin, abrió la puerta y subió.
—Olvídate del asunto, Justin. Estás sufriendo una sobredosis de odio a ti mismo en domingo por la noche. Mañana te sentirás mejor.
—Sí, claro, especialmente cuando vea a Cloe —replicó él, enfurruñado—. Eso hará que me sienta realmente bien.
—Justin, monta en tu bicicleta y vete a casa —le aconsejó ________. Y él le hizo caso.