No Eres Yo, Eres Tú.

Diosa de los infiernos

Dentro de nosotros se halla una rosa, esta rosa es de colores intensos, es majestuosa e irradia vida.

Pero eso no siempre es así, estoy segura de que su rosa está casi seca en este momento, lo puedo ver perfectamente, como ella es la que más llora, aunque las lágrimas no brotan de sus ojos, supongo que eso se debe a aquella promesa que hicimos hace no mucho.

Estábamos en el recreo, y como siempre yo cogía la llave del ático y subíamos a comer el almuerzo, ese día fue uno de los lluviosos, refiriéndose a que Emma volvía a estar deprimida, bueno eso en realidad no me extrañaba ya que es amable y muy sensible, lo que quiere decir que cualquier palabra puede herirla fácilmente. Ese día escuchó a unas compañeras de clase criticándola de tener enchufe con el profesor y ella se deprimió aunque estaba claro que lo dijeron por envidia debido a que al contrario que Emma ellas no aprobaron, es por gente como ellas que odio a las personas, ese día en la terraza la hice prometer que no lloraría a menos que estuviera sola conmigo para que nadie pudiera ver esa cara aparte de mí.

De tanto recordar se me ha pasado el tiempo y la ceremonia ya ha acabado, ya solo queda ella, Emma quien ya está llorando y pidiéndome perdón, pero soy yo quien debe pedir perdón, perdón por no estar ahí, por dejarla sola en este horrible mundo justo cuando ella está pasando un mal momento.

Parece que Verónica, su madre, la está llamando para irse a casa, tras un viaje en silencio llegan a casa, Verónica se va a la cocina y Emma sube a su cuarto. Oigo como grita “¿¡¡cómo pueden estar así de tranquilos!!? ¿¡Están mal!?” cuando baja, su madre alegremente sirve la comida, la cara de Emma es horrible con ese ceño fruncido, pero la entiendo, no sé cómo sus padres pueden estar así, aunque sé que no les gustaba para nada, podrían tener algún detalle y no estar tan alegres, aunque sé que lo hacen porque, si Emma los viera tristes aún se pondría más triste.

Emma se sienta a la mesa, lo bueno es, que esta vez están todos cenando juntos, el silencio es abrumador y los intentos de Verónica por empezar alguna conversación y alegrar a su hija no surten efecto ninguno, así acaba la cena y cada uno se va a su cuarto.

Esa noche Emma no durmió nada.

El despertador está sonando en la habitación donde no hay nadie, suena y suena hasta que aparece Emma ya vestida y lo apaga, coge sus cosas y aunque es muy pronto para ir a la escuela sale de casa, como no tiene nada que hacer entra en clase y espera en silencio a que la lección empiece, pasan la clases con Emma distraída mirando por la ventana, en el recreo sale del salón y se dirige a la azotea, se para en la puerta y se sienta apoyada en ella.
Alguien se acerca, una pareja, un chico de pelo negro alto y de ojos azules, Aarón, su ex novio, acompañada de una rubia, “¿qué haces aquí?” sale de sus labios, Emma levanta la cabeza “¿a qué te refieres? siempre vengo aquí” pero viendo el desdén con el que Aarón la miraba lo supo comprender, comprendió que ahora que no estoy yo no podía entrar a la azotea a menos que cogiera la llave y robar es algo que ella no hará, aun así se queda en la entrada de la azotea mientras Aarón y su acompañante entran, ella frunce el ceño aguantando las lágrimas.

El timbre suena y nada fuera de lo normal sucede Emma llega a casa, se deshace de su mochila y baja a la cocina donde su madre la esperaba, “¿qué es esto?” dice refiriéndose a un sobre en sus manos al parecer mandada desde la escuela, un comunicado del comportamiento, notas, etc. Y aunque sus notas no son malas, siempre que ese sobre llega cada trimestre, Verónica la riñe sacando su estúpida personalidad, ella es demasiado superficial, solo le interesan las apariencias, siempre aparentando ser una madre perfecta y una abogada a seguir pero al final todo es apariencia, Verónica la acaba quitando las llaves y se va de casa, al final Emma ha sido castigada para hacer la tarea. Emma sube a su cuarto y empieza a hacer la tarea que le falta.