Capítulo 8

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Han pasado años desde que ésta competencia entre nosotros dió inicio, bajo cierto punto se había vuelto patética pero nos habíamos empeñado en mantenerla a toda costa, no creo que ninguno esté considerando siquiera en dar un paso atrás y a pesar de que él no me agrada del todo debo aceptar que la pasé bien aunque haya sido por sólo unos momentos.

Disfruté un rato al lado de Dylan sin intentar matarnos, eso es inusual y no puedo creer que esté repitiéndolo ahora mismo.

Después de unos cuantos minutos bajo la lluvia y el viento frío finalmente habíamos llegado a mi casa, para nuestra suerte la lluvia ya había acabado pero no impidió que llegáramos empapados. Baje de la motocicleta acariciando mis brazos tratando de mi calentar aunque sea un poco todo mi cuerpo.

—¿No quieres pasar? Tengo toallas para que te seques —comenté mirando a mi casa, acaricié mis brazos y los froté con mis manos para poder darme un poco de calor.

—Estoy bien —asintió, su cálida sonrisa se asomó de nuevo. En realidad, Dylan no vivía tan lejos, creo que tardaría al menos 3 minutos en llegar.

—Pero te puedes resfriar —miré como un pequeño mechón de su cabello caía por su frente, aún goteaba, lo hacía lucir tan tranquilo e indefenso, es la cosa más rara que haya visto jamás.

Muchas veces me pregunté cómo puede haber algo tan podrido y seco detrás de una cara tan bonita, sólo de pensarlo me daban ganas ganas de envenenarlo con su propio egoísmo.

—¿Ésta es tu manera para intentar llevarme a tu habitación? —me miró subiendo sus cejas.

Rodeé mis ojos, quisiera dejarlo ahí pero si se enferma me sentiría terrible por dejar que se fuera así, al igual que él algunas veces puedo ser una persona podrida con una cara bonita pero al menos yo intento hacer que no se note, en cambio él lo presume cómo si fuera su mayor premio y lo peor es que de alguna extraña manera, eso le resulta TAN atrayente a las chicas, ¿Por qué?.

—Eso sería un suicidio de tu parte, jamás dejaría a Dylan Miller entrar a mi habitación, aún tengo un poquito de dignidad  —miré de nuevo a mi casa, regresé mi vista a Dylan que sólo negaba— ¿Estás seguro que no te quieres secar?

—Descuida, estaré bien —sonrió encogiéndose en hombros.

—Bien, sólo no digas que no te lo advertí —lo apunté.

—Si no me equivoco, diría que estás preocupada por mí —alzó una ceja.

Me reí con sarcasmo.

—Jamás en la vida Dylan Miller, sólo no quiero que cuando mueras de hipotermia, me acusen como culpable —Respondí.

—Bueno, aunque ocultes que te preocupas por mí, porque sé que así es, quiero que sepas que estaré bien.

—Ja, ja, qué gracioso eres —Resoplé.

—Al menos ya me di cuenta que después de todo si tienes sentimientos.

—Lo mismo digo, Miller —Dije haciéndolo reír suavemente —Bueno, entonces creo que ya me voy, no me resultas tan molesto cuando no pasas el día entero siendo tan presumido, fue una buena noche, Dylan Miller.

Sonreí y extendí mi mano esperando que él la tomará y diera como resultado un apretón de manos civilizado pero al contrario, él la tomó y tiró de ella con fuerza acercándome a su pecho, rozando su boca contra mi oído.

Sus labios estaban cálidos a pesar de la baja temperatura de la lluvia, aún así, el roce lograba encender mi interior y joder, lo odiaba.

—Qué descanses pompón, te veré muy pronto —Dijo ampliando su sonrisa mientras la pupila de sus ojos se dilataba poco a poco, me alejé de él con el ceño fruncido.

Tan Guapo Como El InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora