Prólogo

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El joven hombre con sombrero no puede ocultar su risa. La mujer que lo acompaña, con un vestido esmeralda y una trenza francesa que sujeta su cabello por toda su espalda no para de zapatear. Ambos ven como una pareja pasa tranquilamente por un automóvil Stanley Steamer, un común coche a vapor que se veía mucho en ese año, 1923.

La pareja compartían el mismo tono de cabello rubio dorado que brillaba con los rayos escasos que brinda Londres el día de hoy. El joven del sombrero se acerca a su compañera, la cual presiona ambas manos en contra de una baranda que la separa de la calle.

―Os sugiero que calmes tu ser, Bryana. Las personas que os rodean empezarán a haced preguntas.

―Bryce, Tadeus Kusnetov, mi nombre es Bryce –ella gira para verlo y su calma solo logra que ella sienta más ira–. ¿Cómo es que vos estáis tan taimado cuando veis a esos dos reírse y vivir tan tranquilos?

―Vos podrías vivir así –le suelta él, quitándose ya el sombrero cuando el coche se ha perdido de su vista–. Eduardo de York os pidió matrimonio. Si aceptáis, tendréis una vida buena aquí.

―No me interesa una vida buena en este lugar, ni en este mundo –ella sujeta su vientre mientras hace una mueca de dolor–. Joder, esto se está volviendo más tedioso.

―Eduardo merece saberlo, querida amiga.

―Si vos habláis con él sobre esto, te mataré como lo hice con todo ese pueblillo de Noruega. Ahora, hemos venido aquí para hablar y no tomar té. Decidme, Tadeus, ¿Qué os lográis ver en tus visiones? ¿Alguna manera de ver cómo os podéis acabar con los Miller?

Tadeus observa de reojo a su alrededor. Él percibe la calma de las personas que están degustando de té o café acompañada por exóticos postres. Él ve con pena como ellos pueden tener conversaciones tan vanales mientras él debe pensar en cómo terminar con dos personas. Suspira antes de responderle a una insistente Bryce, quien lo fulmina con la mirada.

―Os decepcionaréis de mí, pero no he figurado aún cómo lograd vuestro cometido –ella suelta un bufido más fuerte y cruza los brazos–. Mis visiones han cambiado.

―¿Qué os dicen?

―Me han revelado algo terrible.

―¿Asombrad eso acaso?

―Esta vez es peor, creedme.

―Nada es peor que los mimados Miller siendo Elegidos. Andad, Tadeus, soltad lo que os visteis.

―Os vi a ti... y a mí... ambos.

―No seremos pareja nunca, Tadeus Kusnetov. Tus visiones os han fallado esta vez.

Él niega con la cabeza, haciendo su mejor esfuerzo por hacerle entender que esta vez es diferente.

―Os vi a ti y a mí... juntos... muriendo. Moriremos sin haber logrado nada, ¿Entendéis?

Ella no se inmuta, sino que empieza a reírse, captando la atención de los demás. Ella se aleja de la baranda y camina hacia el interior del restaurante. Las plumas que adornan su pequeño sombrero negro se mecen a su ritmo de caminar. Ella junta sus labios rojos carmesí antes de hablar bajo para que Tadeus, quien la sigue, le escuche.

―Entonces, no tenemos tiendo que perded.

Humagnus II - Los DestinadosWhere stories live. Discover now