Brillo de Oscuridad

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Un ángel ha caído.

Corrompiendo las reglas, negando las órdenes superiores, el hermoso ángel ha sido desterrado. Sufriendo el castigo máximo, enviado a la tierra reencarnando en un ser humano para sufrir las crueldades del mundo, morir lentamente en vida; hasta que al final de sus días, sea recibido en las profundidades del Averno, llorando lágrimas de sangre mientras su alma se destruye lenta y cruelmente.

Entonces, Jung TaekWoon nació.

Como una gema preciosa en el barro fangoso, una pequeña vida en medio del pantano maloliente que conformaban aquel vil matrimonio, personas hipócritas, máscaras de unos asesinos de almas.

Sus bellas facciones, su dulce voz suave, su tierna personalidad; éstas cosas fueron sin duda origen de los cientos de halagos durante toda la vida del joven TaekWoon; por supuesto, ninguna de estas palabras proveniente de sus progenitores.

Su existencia nunca llegó a alcanzar realmente la tranquilidad, más allá del tormentoso y disfuncional hogar en el que vivía, no importaba cuánto pareciese siquiera rozar una milésima de felicidad, terminaba destrozado de la peor manera; tal como estaba planteado en su condena, jamás hallaría la alegría completa en los cortos años que le fueran permitido, estaría encadenado por siempre a un sombrío devenir.

Durante dieciséis años se sometió sumiso a su interminable pesadilla, y después, solo cuando fue consciente de su divino origen, emprendió un nuevo camino lejos, a la deriva; pero tan cruel el destino y movido por los hilos de su castigo, la llegada llegó a ser peor que la partida.

Su acciones aún amables se vieron ahogados bajo la risa venenosa de la persona que pretendió ayudarlo, la misma que le brindó techo, alimento y vestimenta.

De haber sabido que cobraría con aquel cuerpo, puro en ese entonces, jamás habría aceptado.

Y ahí empezó el nuevo libro de su tormento en el mundo rosa pútrido, obligado aveces a ser ladrón, timador, y porqué no, un asesino, después de todo su vida no llegaría a ningún lado, ya no tenía más que perder, ni siquiera a sí mismo.

Sus tímidas sonrisas se transformaron en mínimas palabras cortantes y miradas serias teñidas del vago azul de la tragedia.

Una mañana de tantas, que el grasoso cuerpo del asqueroso empresario hubo desaparecido por la puerta, cuando TaekWoon se incorporó acostumbrado a estas alturas al dolor matutino, tuvo una visita completamente inesperada, agregada a la lista de las peores.

Se presentó como una simple tos de resfriado, pero ganando fuerza con los días y alimentándose de su mal cuidada salud. En un mes las ojeras daban el matiz final a su demacrado rostro aún sin perder la belleza en su piel de porcelana, y la sangre entre arcadas se hicieron un pan de cada día.

Una mirada condescendiente y palabras de asco fueron su recompensa antes de echarlo a su suerte, porque, claro, no es exactamente adecuado tener trabajadores portantes de una enfermedad venérea en un lugar como aquel. Así, sin más que un sobre con un par de billetes, y algo de ropas, TaekWoon emprendió nuevamente el viaje al azar, tratando de no volver a naufragar catastróficamente como ya le era costumbre.

La casa de los humildes panaderos llegó al fin como un cálido respiro al atardecer luego de una semana de noches gélidas. Ayudaba en cuanto su desgastada condición física se lo permitía a cambio de exquisitos alimentos y expresiones alegres; la vida que TaekWoon siempre deseó tener, justo a las puertas de su muerte.

"Eh, TaekWoonie, vamos a la iglesia, ¿qué dices? Hay que estar siempre en paz con Nuestro Señor"
Repetía aquella pareja a cada amanecer dominical a sabiendas de su pronto deceso, negando él en cada ocasión, con el rencor suficiente almacenado en su alma podrida hacia el Ser que se supone es el más bondadoso de la existencia.

Estrellas de mi AbismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora