22. Febrero

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¿Se acuerdan que hace poco comente mi aceptación de aquel amor no correspondido? ¿Sí? Pues déjenme decirles... ¡Qué Iluso fui! Pues claramente ya estaba a mitad del curso ya habían pasado las vacaciones de navidad, enserio que trate, al menos me metí con un cuarto de las chicas de Durmstrang, cuando llegaba aquel momento donde se suponía que me volvería todo un hombre digno del apellido Potter, la imagen de Scorpius aparecía en mi mente y no podía evitar pensar que le era infiel.

¡Tengan compasión de mí! Aparte de que me cree un hermano, parece que tendré que volverme un monje ya que mis sentimientos al parecer son demasiado fieles hasta en una relación inexistente. Era algo parecido a que Scorpius Malfoy era mi novio, pero faltaba el pequeño detalle de decírselo a él. Así era como me sentía.

Después de tratar lo más que pude y ganarme la calidad de impotente entre todas las chicas deje de cortejar una posible pareja y pensé en volverme un sacerdote que predicaba la grandeza de Merlin y Morgana. Una vida patética.

Mire de soslayo, vale que al parecer las hormonas han atacado a todas las chicas, porque aunque sean unas duras norteñas dejan salir suspiros y grititos agudos cuando avisaron una posible salida a un pueblo cercano donde se rumoreaba se quedaba un jugador de Quidditch famosísimo, que claramente yo desconocía su nombre por completo.

- ¡Albus! –dijo un chico de mi curso -¡Deja esa cara tan larga amigo mío! Se supone que debes estar ansioso. ¡Saldremos del castillo sin tener que colocar nuestros pellejos en peligro! ¡Nada de animales salvajes! ¡Ni Hipotermia, ni inanición! Solo nosotros en un pueblo y las chicas colocándose bastantes lindas...

- Si, como digas –dije desinteresado.

- Me llegaron ciertos comentarios –dijo con una sonrisa traviesa -¿Qué escapas cuando intimidas?

Le mire con claro fastidio y le di un fuerte puñetazo en el estómago... En definitiva el norte endurecía el corazón... y los nudillos.

- ¡Hombre! –dijo sin are-¿Quién pensaría que eres un delicado Ingles? ¡Te ha sentado la vida en la esquina del mundo!

Comencé a caminar ignorándole por completo, luego se colgó Astrid y un sequito de mujeres aparecieron... Espero que se quemen en el infierno.

- ¡Al! –dijo Astrid con voz chillona -¿Nos acompañas a dar un paseo en el pueblo?

- No

- ¿Quieres comer un helado?

- Astrid... estamos en una tormenta de nieve, por supuesto no quiero comer un helado.

- ¿Un estofado?

- No

- ¿Quieres que te preste mi bufanda?

- No, puede tener Amortenia.

- ¡Solo paso una vez!

- ¡Fueron cuatro! –dije zafándome de su agarre.

Astrid me miro con un puchero y luego se fue con su sequito de locas a acosar a alguna pobre con el cabello un poco desaliñado. Las norteñas eran un dolor en el trasero.

- ¡Los de cuarto año! –dijo un señor barbudo y con un gracioso bigote -¡Ya llego su bus! ¡Suban por favor!

Poco a poco todos se arremolinaron al bus que acababa de estacionarse, luego hicieron una ordenada fila y entraron lentamente al bus. Yo iba de últimas, al entrar varias personas fijaron su mirada en mí y trate de buscar una silla, pero no se encontraba ninguna desocupada.

Solo cambiemos de rumboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora