Síndrome de Culpa

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Las estrellas brillaban con intensidad, pero por más extraño que fuese yo no podía verlas, veía solo la oscuridad que me rodeaba, camine buscando luz pero solo encontré una habitación con velas, al entrar noté que había una especie de mesada para ofrendas a los dioses, a un costado una brillante armadura dorada que no reconocía y en aquella mesada de piedra caliza yacía un cuerpo cubierto por una sábana blanquecina, la saque y luego caí de rodillas, delante de mí veía un cuerpo masacrado, lleno de heridas, ensangrentado, el cuerpo de mi amado.

Cuando lo pude notar su mano se cayó de la mesada y me señalaba, de sus ojos salían lágrimas de sangre y de sus labios un ¿Por qué? ¿Por qué lo hice? Salgo a toda prisa de la habitación, ahora la oscuridad se transforma en sombras diversas, todas me señalan, una me mira y de ella sale un gran león dispuesto a comerme y sus fauces de inmediato me tragan, mis ojos me arden, mi corazón me duele, miro delante de mí y veo a aquella figura superior diciéndome "bien hecho" las sombras me vuelven a rodear y lo único que veo es a un niño llorando sin consuelo culpandome por lo acontecido.

─ ¡Shura! ¡Shura!─ escucho una voz suave, dulce y reconfortante y lo único que puedo hacer es llorar, es su voz...su voz...

─ Shura, tranquilo, estoy aquí, despierta Shura

Despierto aturdido, todo ha sido un sueño, junto a mi estaba el, aquel que estaba muerto en aquella mesa de piedra, me miraba con una sonrisa en su rostro y luego me abrazo, inconscientemente lo único que pude hacer fue llorar.

Desde que revivimos todo en mi vida ha sido muy diferente, comenzando con la forma en que fuimos revivido, los primeros fueron los últimos en morir, Mu, Aioria, Shaka, el viejo maestro de los cinco picos y Milo, luego siguió Aldebarán ese mismo día, a la semana siguiente fuimos los cinco que murieron en la guerra de las doce casas, Saga, Camus, Mascara de muerte, Afrodita y yo, pero para mi pesar, casi un mes después lo trajeron a él junto al patriarca, los dos se veían radiantes y llenos de energía, y él me sonrió como siempre, como si nada hubiera pasado.

A partir de que el regreso todo cambio, mi mundo se derrumbó, él siempre estuvo a mi lado, en buenas o malas y yo... fui capaz de matarlo. Desde su primer día el me aseguro que me seguía amando, que me perdonaba porque culpa alguna no tuve, Saga me dijo que no tenía que preocuparme, que él debía ser quien cargara con aquella culpa, mas mi mente nunca me dejo descansar en el remordimiento.

Volvimos a empezar nuestra relación desde cero, teniendo yo que sortear obstáculos como el hermano menor, que a pesar que no sentía odio hacia mí y que me apreciaba, me la puso difícil porque quería saber si en verdad amaba a su hermano mayor, mas no tuve ningún otro problema además de ese. Cuando la vida debía regresar a la normalidad, para la mayoría lo hizo, mas no para mí, desde el primer día comencé a tener pesadillas, una tras otra acerca de ese día, primero me veía a mí ejecutando aquel acto y luego siendo absorbido por la oscuridad.

Las pesadillas eran continuas y cada vez más fuertes, hasta tal punto que comencé a llorar y a gritar al despertar, comencé a preocupar a varios, en especial a Aioros y Camus, que a pesar que nunca escucharon mis gritos me veían alterado y somnoliento, pero un día, Camus iba subiendo a su templo, después de una reconfortante noche o parte de ella junto al escorpión y me vio, llorando y gritando entre sueños el nombre de mi amado, el de la novena casa del zodiaco y no dudó en avisar, desde esa noche dormimos juntos en sagitario pero nada ha cambiado.

Desde mi niñez siempre he tenido pesadillas, desde el día en que llegue al santuario, siempre eran las mismas, hasta el día en que lo mate, allí cambiaron y se hicieron más temibles y comenzó a salir ese sentimiento de culpa que no me dejo nunca descansar, incluso después de morir siempre lo tuve, porque yo fui quien lo ejecutó, el que me dio todo y así le pague.

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