Capítulo único

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Es un día especial; son las doce en punto, lo sé por las campanadas del reloj que se ostenta en la sala. Tengo una taza de café en la mano derecha y una cena sobre la mesa, espero un invitado único. Se acerca, puedo sentirlo llegar. Abro la puerta y me sonríe tan radiante y enamorado como la primera vez que le abrí mi alma para dejarlo pasar e instalarse en ella y en mi vida. Nos estrechamos en un abrazo, nos besamos con veneración y deseo contenido.

— Pasa, hace frío— le digo en un tono suave contra sus labios, mi aliento los acaricia todavía húmedos por el beso. Nos adentramos en la calidez de nuestra casa—. Hice la cena— Sentenció, lo guió justo donde los alimentos lo esperan ansiosos de ser devorados. Lo mismo que desea el cocinero.

— Muero de hambre— me responde mientras despega mis pies del suelo, carga mi cuerpo entre sus fuertes brazos, me besa de nuevo, no hay que perder tiempo ni contacto. Nos reímos.

La cena transcurre normal, me cuenta lo mucho que me extraña; en esos momentos sus ojos azules se empañan de nostalgia, una que me recorre dolorosamente el alma, le respondo que exagera para aligerar el ambiente, siempre estoy cerca. Pero lo miro con anhelo, también lo extraño, ansió su cálido cuerpo, su sonrisa, su manera ruidosa de ser, cada día una aventura nueva. Lo beso espontaneo con la copa de vino en la mano y la cena a la mitad. La noche me promete prolongarse, me deshago de la copa y me dejo hacer, con sus manos recorre mi pecho, mi respiración es agitada. Demando más contacto, más de su piel, más tiempo y esperanza.

El comedor ha quedado atrás, Thor me ha llevado hasta la cama, nuestro lugar sagrado, secreto y lleno de sinceridad. Mi cuerpo siempre respondió mejor que mi boca venenosa. La ropa ha quedado olvidada en el camino, estoy a su merced, de espaldas sintiendo su piel. Huele a vida, está me quema su contacto, la sangre me hierve; me encantan las sensaciones, sus besos, sus dientes recorren los territorios de mi cuello que esperan su marca, en mis labios temblorosos.

Siento su pulso acelerado cuando toma mi mano y la lleva a su pecho, un mensaje silencioso "Aquí estás tú, aquí resides, nunca te has ido" Me lanzó sobre sus labios y lloro, una lágrima rueda por mi mejilla; el queda abajo ahora. Me preparo con cuidado, mis dedos se adentran en mis entrañas, no lo suficientemente profundo, me abro sin piedad, ansioso. Estoy angustiado del tiempo, escucho un susurro y es él.

— Loki... Loki...— repite, yo me trago el miedo, el nudo en la garganta y le doy paso al deseo. Callo su boca devorándola, me bebo sus suplicas, sus quejas. Todo. Se adentra en mí, se abre paso de manera lenta, casi dolorosa y anhelo que los sonidos obscenos invadan la habitación, las suplicas desde mi garganta estrangulada de placer.

Respiro sobre su mejilla y su aliento acaricia mi cuello, siento que se desgarra mi interior en un dulce dolor que había esperado, anhelaba desde hace tiempo. La sensación de dolor con placer, me siento embriagado y comienzo a mover la cadera, a cabalgar de forma salvaje, estoy gimiendo algo, mis glúteos rebotan en su cadera contra sus testículos. Me detienen sus manos por la cadera, me quedó quieto sin respiración, se incorpora y nos abrazamos ¿Cómo se atreve a detenerme? Lo inesperado, Thor puede demostrar la dulzura más grande del mundo, pero también tiene ese instinto animal, bestial; quedó contra la cama y empieza a arremeter en mi interior, el éxtasis está cerca para los dos. Me aferro a su cabeza para besarlo, nunca me canso de su sabor, mi grito muere entre nuestros labios y dejo que el orgasmo me invada el sistema, arañó su espalda en un intento por no desmayarme; siento la liberación de mi acompañante dentro de mí, también ha llegado, alto y rudo, sus marcas de dedos permanecerán cuando se haya ido; su semilla es cálida, es dulce lo sé. Todas las noches que experimenté con su miembro en la boca y tragando su esencia. Su recuerdo, sólo eso me queda. El paraíso regresa a mí cuando me habla al oído, suave, siempre con cariño:

— Te extraño, cada día. Te amo... más allá de la vida o la muerte. Te amo con locura. Y es una tortura la situación... —acuno su rostro entre mis manos, le acaricio las mejillas y secó las lágrimas traviesas de la comisura de sus ojos.

— Al menos nos queda esto—un casto beso lo hace entender. Mi noche prometía ser larga, el día llegaría y yo no querría deshacerme de su cuerpo. Tenerlo de esta manera tan real era por lo que vivía, con esperanza cada año de que volvería a mis brazos.

"Sigue hasta que me quedé sin aliento" le susurró con voz sensual, ronca de deseos y placeres que sólo él puede infundirme. Cumple su palabra, mis jadeos y gritos de gozo nunca se limitarían, no cuando él volvía a mí y yo podía olvidar, mientras me llenaba de su ser yo creía que era otra realidad, estar en el pasado, juntos; soñar que mañana por la noche se repetirían las palabras sucias y las risas después de repetir los actos carnales, de explorar nuestros cuerpos, una y otro y otra vez; incesantemente como si el tiempo no existiera. Pero todo tiene un fin. Otras doce campanadas para anunciar el día, aún me quedan doce horas con él.

— Buen día— saluda con una bandeja llena de comida— ¿Cómo está tu garganta? Siento mucho eso— dice con la cabeza gacha. Por mi parte lo fulmine con la mirada.

— Estoy bien— carraspee un poco, tome el jugo de naranja que me ofrecía—. Está un poco dulce.

— No te gustan mucho las cosas acidas, así que puse un poco más de azúcar—. Me sonrió con dulzura y me beso, suave. Nos abrazamos un rato. Lo sé, siempre he sabido que a Thor le gustan las cosas dulces, casi empalagosas, el exceso de colores rosas, pero no se da cuenta que todo ello lo transforma en otra cosa, en algo intenso cuando entre sus brazos mi cuerpo vibra repetidas veces.

Pasamos nuestras horas restantes en el sofá de la sala, bebimos infusiones calientes, nos besamos mientras un par de cursis en una película se decían "Te amo", me reía en su boca por su poca cultura en el arte cinematográfico y él mordía mis labios como una tierna venganza. Nunca había sido tan feliz como al momento de abrazarlo, nunca he estado tan completo como cuando se adentró a mi vida, cuando lo conocí en las circunstancias más extravagantes e imposibles. Las campanadas empezaban a volverme loco, se acercaba la hora.

Un poco más de insistencia y mi cuerpo quedo sometido sobre el sofá, un vago por quitar mi atención del reloj que estaba a punto de romper; después de un par de orgasmos siguió el piso de la sala, contra la pared; no me importaba entender cómo era posible que ese dolor me llenara de alegría, la disposición con la que mi cuerpo lo recibía, en cada ocasión, sin el mínimo decoro ni vergüenza. Me encantaba.

Sonaron once campanadas para anunciar la noche. Suspire en su pecho, una última ronda de caricias. Sus marcas en mi piel. Fui a bañarme, me cambié y abrigue para el frío inclemente. No había ninguna necesidad de palabras, Thor esperaba en la puerta, me acerqué y tome su mano. Emprendimos un viaje silencioso por las calles que conocíamos, llegamos a las rejas abiertas del terreno; el camino me era mucho más familiar que mi propia casa.

— Bueno... Es el fin del camino— dijo, rasco su nuca en un gesto nervioso. Pronto terminarían de sonar las doce campanadas.

— Te veré de nuevo... Estaré esperando— le respondo; siete, me lance a su boca y lo bese con suavidad. Mi despedida. Ocho, su piel comenzó a ser aire. Nueve, me separé para ver sus ojos claros. Diez, su sonrisa en ese momento no tenía calidez, era de dolor. Once, en sus labios leí "te amo". Doce, se desvaneció por completo y solo me quedo de nuevo su recuerdo.

En una fría lapida se leía el nombre: "Thor Odinson", había flores frescas. Mañana volvería con más. Me di la vuelta y volví a casa para ordenar su desastre entre sonrisas y lágrimas. Ordenaría todo de nuevo, hasta el próximo año.

Noche de miedoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora