Era otro día triste y oscuro, como muchos otros. Como todos los días ya había gente dentro de los muros que separaba la vida de la muerte, como todos los días ya estaba sentado en aquel banco de piedra, últimamente se le estaba viendo mucho por el cementerio, cada día parecía cada vez más triste, solitario e incluso a veces parecía que fuse por obligación, pero él siempre estaba, desde que colocaron esa lápida siempre venia y que yo recuerde sólo había venido dos veces en los últimos cuatro años. Era extraño pensar que alguien había dejado impreso un recuerdo tan fuerte como para que un chico tan joven y con toda la vida por delante venga cada día al sitio donde descansa eternamente, estaba claro que esa persona hizo muy feliz a aquel chico mientras estuvo en vida.
Ese chico me recuerda mucho a mi padre, mi padre por encima de todas las cosas parecía un hombre serio, aburrido y muchas veces era muy frio. No le gustaba hablar de nada conmigo o con mis hermanos, siempre había sido una persona muy cerrada, «Los sentimientos te hacen débil y por eso yo no siento nada por nadie» llegué a pensar que lo que decía era real pero pronto iba a descubrir que eso no era real.
Yo no era hijo único, mi padre aparte de tenerme a mi tenía dos niños mayores que yo, por desgracia fui el último niño al nacer y la verdad es que mi padre no me quería mucho. A los siete años de que yo naciera aproximadamente mis dos hermanos se alistaron al ejército para ir a la guerra, a mi madre no le gusto esa idea ya que tenía miedo de que les pasase algo, pero mi padre apoyo la idea de que se alistasen porque decía que eso les iba a convertir en verdaderos hombres, al fin y al cabo, mi madre no pudo hacer nada para impedir que se alistasen en el ejército.
Al año siguiente mi madre y mi padre tuvieron una niña, la llamaron Sofie en honor a mi abuela. Al año de que Sofie naciese todo iba a convertirse en un día oscuro tras otro, en el mismo día en que Sofie iba a cumplir su primer año nos llegó una noticia que no íbamos a olvidar nunca, mis hermanos habían muerto acribillados por el ejército alemán. Mis padres quedaron consternados desde aquel día, no fuimos capaces de decirnos nada entre nosotros durante las siguientes 6 semanas, en ese plazo de tiempo mi madre no salía de su dormitorio, nadie la veía salir de su habitación, no comida, no bebía, únicamente lloraba, sus sollozos se escuchaban por toda la aldea, todos los días, a todas horas, no paraba de llorar, hasta que un día pararon los lloros , de golpe se hizo un silencio inmenso, nada se escuchaba, únicamente el ladrar de los perros en el exterior de la casa, mi padre entró en la habitación para ver qué había pasado. Ese día fue el día en que descubrí que todo el mundo tiene sentimientos por alguien, mi madre se había ahorcado, mi padre desde ese mismo día estaba atónito, no respondía a nada, únicamente miraba a la nada y únicamente se iba al cementerio para llevar flores a sus hijos y a su mujer. A partir de ese día tuve que ocuparme de todo yo solo, con poco más de 7 años tuve que empezar a cuidar de mi hermana y de mi padre, ya que ahora mi padre vivía en una oscuridad eterna e incesante, nadie hablaba con él, tampoco nadie se le acercaba ya que nadie se había atrevido a dirigirle la palabra, ese día mi padre murió sentimental y psicológicamente, únicamente quedaba el cuerpo de un hombre de unos 43 años que no tenía alma, y que efectivamente no sentía nada, pero, no sentía nada por nadie porque todo lo que sentía por mi madre y por mis hermanos murió el mismo día en que murieron mi madre y mis hermanos, en conclusión él también había muerto.
A los poco años mi padre murió por una enfermedad, pero nadie lo noto ya que él ya estaba muerto desde hace años.
Era otro día triste y oscuro, como muchos otros. Como todos los días ya había gente dentro de los muros que separaba la vida de la muerte, como todos los días ya estaba sentado en aquel banco de piedra, últimamente se le estaba viendo mucho por el cementerio, cada día parecía cada vez más triste, solitario e incluso a veces parecía que fuse por obligación, pero él siempre estaba, desde que colocaron esa lápida siempre venia y que yo recuerde sólo había venido dos veces en los últimos cuatro años.
«Era extraño pensar que alguien había dejado impreso un recuerdo tan fuerte como para que alguien venga cada día al sitio donde descansa eternamente, estaba claro que esa persona hizo muy feliz a aquel chico mientras estuvo en vida» volví a retomar ese pensamiento y la verdad es que desde el día en que perdemos a alguien a quien queremos es el día en que una parte de nuestra alma se pierde en el dolor, se pierde en el recuerdo, se pierde en el pensamiento de que no volveremos a ver a esa persona...
Cada vez que veo a ese chico me pregunto ¿de verdad la muerte tiene que ser más dolorosa para los vivos que para los muertos? Quieras o no la muerte fue, es, y será dolorosa en todos y cada uno de los sentidos.
Dejé de hacer mi trabajo para ir a hablar con el chico, le pregunté ¿porque venía aquí cada día siendo una persona tan joven que cuando podría estar disfrutando de la vida pierde el tiempo en llorar la de los muertos? Y él me respondió sabiamente «yo no vengo aquí a llorarle a los muertos ni a reprocharme la muerte de los mismos, yo vengo aquí para recordarme a mí mismo que la muerte no tendría que hacernos daño a nadie ya que la persona que murió tuvo que dejar un bonito recuerdo del que siempre deberíamos acordarnos y del que deberíamos guardar para el resto de muestras vidas» lo que dijo fue bastante maduro y sensato, cosa que me sorprendió de alguien tan joven, tengo que reconocer que tiene mucha razón ya que lo único que podemos hacer por la persona fallecida es recordarla por los buenos momentos que nos dejó ya que de los malos siempre nos acordamos de ellos en la vida.
