1.
El primer mes es terrible, como todos ellos dicen que debe ser. Pero no es tan malo por esas razones, porque Manuel se la pasa en el baño y no puede hacer nada ni comer nada porque las náuseas le suben por la garganta y aunque le impiden vomitar se mantienen ahí, rígidas. Es malo porque ellos sienten que han decepcionado a todos, es malo porque todos ellos les dicen que no funcionará y los llenan con alternativas crueles. Martín no piensa sobre ellas, él trata de hacerlas a un lado. Le pasa la mano por la espalda a Manuel y le limpia la boca con la toalla, intenta mimarlo, pero Manuel está tan deprimido como cuando se enteró de lo que había resultado de su primer celo. Y qué, eran chicos todavía, muy chicos y ahora estaban solos.
2.
A Manuel le da mucha plancha pedirle algo a Martín. Mucha, mucha plancha. Cuando va al colegio y pasa frente a las confiterías y a las pastelerías le dan tantas ganas de comprar un pastel o un bollito y llevarlos a la casa para poder tomar el té, pero sabe que desde que vive con los papás de Martín las cosas se han apretado y no hay ninguna posibilidad de gastos en cosas triviales. Manuel tiene antojos, muchos antojos y eso que recién está en el segundo mes, él piensa cómo serán los siguientes, si ahora se le hace agua la boca por un pastelito y quisiera pedírselo a Martín pero Martín apenas y puede llevar el trabajo en la noche. Sus deseos son egoístas e imprecisos frente a lo que hoy están viviendo. Así que Manuel prefiere pasar su segundo mes callado y silencioso, dando las gracias a la familia de Martín, que nunca lo mira con buenos ojos, de ahí se va al baño y se queda haciendo arcadas, de ahí se devuelve a la habitación que comparte con Martín y llora hasta que su alfa vuelve a la casa, agotado a más no poder.
3.
Todos dicen que los primeros tres meses son los peores y Manuel ahora puede ratificarlo. No puede con los dolores de cabeza y las náuseas y cuando tiene que estudiar para el colegio, nada se le queda en la memoria. Hay cosas buenas, de todas maneras, los beta no pueden saber que él está esperando porque no hay nada bajo su ropa, pero eso no cuenta para el resto de los alfas y los omegas, que le miran con desprecio porque va en segundo medio y ya se ha dejado marcar. Martín también va a la misma escuela y se juntan en los recreos y al menos puede pasar más desapercibido porque un omega solo es diferente a un omega acompañado de un alfa.
Ellos charlan mientras dura el recreo, porque no pueden hacerlo tanto en casa. En un momento Martín estira su mano para tocar el vientre aún plano de Manuel pero el omega no lo permite.
- Estaba pensando en algo. Yo sé que no está en tus planes, que tú no quieres que...
Manuel está seguro que Martín sabe a lo que va.
- No -dice el alfa, firmemente- No sé vos, pero yo no tengo el corazón para matar a alguien que ni siquiera se puede defender.
Manuel traga saliva.
- Yo tampoco -susurra- Pero somos chicos, y tus papás con suerte nos dejan vivir en su casa y no tenemos a nadie más y mi mamá ya no me habla. Yo creo que lo mejor es que esta guagua... que lo demos en adopción.
Martín va a hablar pero Manuel habla primero.
- A una familia que lo quiera, que lo pueda cuidar, que pueda mantenerlo, nosotros no podemos hacer nada eso. Yo lo hago porque lo quiero -argumenta inmediatamente- Quiero que esté bien.
La conversación es interrumpida por el timbre que indica que deben volver a sus salones. Manuel se pone de pie y Martín lo imita, antes de que el alfa se vaya Manuel le hace prometer que lo pensará.
Pero Martín nunca lo piensa.
4.
- ¿Tienes miedo? -pregunta el doctor. En la camilla, Manuel se remueve incómodo.