Risas escalofriantes inundaban aquel lugar. Diego se alejaba flotando rápidamente hasta caer nuevamente en su propio cuerpo. En ese momento despertó sintiéndose mucho mejor, sabia que no había sido solo un sueño y ahora, sabia perfectamente lo que tenia que hacer.
Uno a uno los días pasaban lenta e inexorablemente. Diego no dejaba de pensar en cómo llevar a cabo su parte del trato. No es que temiera de la idea de torturar y matar a otra persona, al contrario, pues siempre le había intrigado tener semejante poder sobre alguien. El problema en sí era que la oportunidad no se presentaba, hasta que llegó aquella noche de viernes, una en la que su conquista habitual seria para mucho más que un momento placer carnal.
Sabía que sería difícil cumplir su objetivo en su apartamento, donde las paredes nunca eran tan gruesas como para acallar los ruidos y al estar rodeado de tantos vecinos entrometidos, su labro seria simplemente imposible. Pero oportunamente se recordó de aquella vieja propiedad, Casa Barrios, la herencia olvidada de su tío abuelo Bruno. Deshabitada desde hacía varios años, era visitada únicamente por la encargada del mantenimiento del lugar, visita que podía ser interrumpida fácilmente.
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Juventud
TerrorEs solo una historia de terror. _____________________________ #324 Terror Todos los derechos reservados