Anna era una buena chica.
Cuando era niña, jugaba con sus compañeros, reía y se divertía, se comportaba educadamente y siempre ayudaba a los demás, todo el mundo la quería.
Anna siempre fue una estudiante aplicada. Con el tiempo se volvió más tranquila, más callada, pero ayudaba a todo el mundo, era amable, agradable, y siempre tenía una sonrisa en la cara. Todo el mundo la quería.
Todos los días, Anna iba a clase, y por el camino le daba su almuerzo a un gato callejero que siempre se enroscaba en su pierna. Anna sonreía y lo acariciaba.
Durante las horas lectivas, Anna atendía a los profesores, siempre llevaba los deberes hechos y explicaba a sus compañeros las cosas que no entendían. Siempre sacaba las mejores notas en los exámenes, pero nadie la envidiaba, todos la felicitaban. Anna sonreía y agradecía.
Al volver a casa, Anna todavía sonreía. Anna tenía una buena vida, unos padres que la querían, un hermano con el que jugaba y muchos amigos que siempre le hacían compañía. Era una chica responsable, simpática y alegre. Todo el mundo la quería.
Anna era una buena chica. Anna era feliz.
Una tarde, volviendo a casa, Anna se detuvo a darle algo de dinero a un hombre sentado en el suelo. El hombre sonreía y le agradecía a la joven, cuando Jorge apareció corriendo por la calle y empujando a todo aquel que se ponía en su camino. Jorge chocó contra Anna, que cayó al suelo y le gritó que se quitase de en medio. Anna se disculpó, y se levantó con una rodilla herida y una sonrisa en la cara.
Cuando llegó a casa, no había nadie. Anna se encerró en su habitación, se tomó unas pastillas para el dolor y se echó alcohol en la herida. Pero no en la de la rodilla.
Aquella noche, Anna se durmió para siempre.
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Enamorarse y otras 99 maneras de matarse
RandomTrigger warning. Honestamente, no leáis esto. «Morir Es un arte, como cualquier otra cosa. Yo lo hago excepcionalmente bien. Lo hago para sentirme hasta las heces. Lo ejecuto para sentirlo real. Podemos decir que poseo el don. Es bastante fácil hace...