I. Anna

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Anna era una buena chica.

Cuando era niña, jugaba con sus compañeros, reía y se divertía, se comportaba educadamente y siempre ayudaba a los demás, todo el mundo la quería.

Anna siempre fue una estudiante aplicada. Con el tiempo se volvió más tranquila, más callada, pero ayudaba a todo el mundo, era amable, agradable, y siempre tenía una sonrisa en la cara. Todo el mundo la quería.

Todos los días, Anna iba a clase, y por el camino le daba su almuerzo a un gato callejero que siempre se enroscaba en su pierna. Anna sonreía y lo acariciaba.

Durante las horas lectivas, Anna atendía a los profesores, siempre llevaba los deberes hechos y explicaba a sus compañeros las cosas que no entendían. Siempre sacaba las mejores notas en los exámenes, pero nadie la envidiaba, todos la felicitaban. Anna sonreía y agradecía.

Al volver a casa, Anna todavía sonreía. Anna tenía una buena vida, unos padres que la querían, un hermano con el que jugaba y muchos amigos que siempre le hacían compañía. Era una chica responsable, simpática y alegre. Todo el mundo la quería.

Anna era una buena chica. Anna era feliz.

Una tarde, volviendo a casa, Anna se detuvo a darle algo de dinero a un hombre sentado en el suelo. El hombre sonreía y le agradecía a la joven, cuando Jorge apareció corriendo por la calle y empujando a todo aquel que se ponía en su camino. Jorge chocó contra Anna, que cayó al suelo y le gritó que se quitase de en medio. Anna se disculpó, y se levantó con una rodilla herida y una sonrisa en la cara.

Cuando llegó a casa, no había nadie. Anna se encerró en su habitación, se tomó unas pastillas para el dolor y se echó alcohol en la herida. Pero no en la de la rodilla.

Aquella noche, Anna se durmió para siempre.

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⏰ Última actualización: Dec 07, 2016 ⏰

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Enamorarse y otras 99 maneras de matarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora