Aquel día cuando cumplí los dieciocho años , regresaba a casa para la fiesta sorpresa de la cual ya sabía, no se pueden tener secretos cuando la familia es grande, al pie de la pequeña escalera que llevaba a la puerta del edificio, distinguí una figura masculina apoyada a uno de los árboles de la acera y escudriñando algo en sus manos quizás un teléfono, llevaba un abrigo deportivo de esos que tienen una capucha en el cuello con la que te puedes cubrir la cabeza a manera de monje.
-Sin duda es una de esas personas que gustan de correr por las tardes para mantenerse en forma- me dije. Al acercarme y disponerme a subir las escaleras alzó la cabeza y me dirigió una mirada que me estremeció todo el cuerpo, sus ojos eran rojos y su cara pálida. Entendí que en esta generación yo había sido elegido para verlo, la idea no me gustó mucho, tener que andar por la vida viendo un ser tenebroso de rostro oscuro, encapuchado y con unos ojos rojos terriblemente brillantes sin un papel claro en tu destino.
Investigué que se podía hacer para salir de esta pesadilla y pude encontrar un escape. Si escribo la historia, aquel que la lea me liberará de sus Ojos Rojos y pasará a ser su visión si en los próximos siete días no le entrega la historia a otra persona. ¡Suerte con eso!