07. Pesadilla

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— ¡No! —mis manos se fueron a mi garganta tratando de sacar mis palabras. Había sido sólo un sueño, o mejor dicho, una pesadilla. Tomó un momento recordar donde estaba, hasta que reconocí los libros apilados en el mueble. Me puse en pie para acercarme a la ventana y jalé la cortina. El sol ya había salido y me cegó por un momento. Podía ver que había varias personas caminando por ahí. Era un bonito sábado que me había hecho olvidar mi susto de hace un momento.

Salí hacia el pasillo encontrando el baño con la puerta abierta. La cerré después de entrar en el y me miré en el espejo. El moretón sí que dolía, ya tenía un horrible tono rojizo. Lavé mi cara con mucho cuidado de no tocar mi pómulo, aunque dolía con solo rozarle un poco. Me sequé con una toalla que estaba ahí y me dirigí a la sala.

Leonardo sólo llevaba un pantalón puesto. Tenía un brazo detrás de su espalda, dejándome ver la mayoría de su torso, el cual parecía hecho a mano, puede que fuera una exagerada pero, ¡sí que llenaba la pupila!

Su rostro estaba totalmente relajado igual que su respiración que provocaba que se viera tan vulnerable como cuando contó la historia de su madre. Podía ver la forma de su nariz, su mandíbula y sus pómulos, sin sentir culpa de que pudiera verme.

Tardé unos minutos hasta que por fin, a regañadientes, empecé a despertarlo.

—Leonardo —susurré y como respuesta sólo se movió un poco.

—Buenos días, Leonardo. ¿Cómo amaneciste hoy? —dijo aun con la voz ronca. Frotó sus ojos y los abrió para después fijarlos en mí.

—Al parecer estas de buen humor.

—Aun no sé a qué se deba, pero sé que no es por este incomodo sofá. —Antes de que pudiera decir algo, continuo hablando— ¿Dormiste bien?

Pensé la pregunta más de lo que debía y al final contesté.

—No del todo, sólo una tonta pesadilla —traté de no darle tanta importancia pero por su cara parecía que no lo había logrado.

— ¿Qué clase de pesadilla? —con el ceño fruncido se había puesto en pie y caminó hacia mí.

—No creo que quieras saber.

—Por algo pregunté. —Insistió.

—Trataste de tomarme a la fuerza. —No había costado mucho decirlo, era como si me hubiera quitado un peso de encima.

— ¿Yo? —él había palidecido un poco.

—Te dije que no querías saber.

—Creí que si alguien tendría una clase de sueño conmigo sería diferente —el color había vuelto a su rostro hasta poner sus mejillas un poco coloradas.

—Bueno, no fue así —se pasó una mano por su cabello alborotado, tratando de controlarlo — ¿Qué hora es?

— ¿Tienes prisa? —sus nervios empezaron a desaparecer de un momento a otro. Antes de que contestara, tomó su celular —nueve en punto.

—Bien, creo que será mejor que ya me vaya.

—No, primero vamos a desayunar. —Hubiera rechazado la oferta si no tuviera tanta hambre en ese momento.

—Sólo si yo lo preparo.

—Ok, tomaré un baño. Volveré en seguida —por primera vez desde que él había despertado no lo miré a la cara, mis ojos se fueron directo a su torso que quedaba casi a la altura de mi rostro, porque él era muy alto. —No creo que tengas problema en encontrar las cosas en la cocina... ¿Te gusta el espectáculo?

Una sobredosis de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora