A Casa

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El volver a casa luego de un año y medio sin pisar mi hogar fue como un respiro de aire nuevo

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El volver a casa luego de un año y medio sin pisar mi hogar fue como un respiro de aire nuevo. Cuando salimos del Sanatorio Alemán le pedí a Gaeil que diese una vuelta por la ciudad, mi cuñado cumplió con mi deseo mientras mis hijos en el asiento trasero de la camioneta, junto con su prima Annie y su padre, me iban contando todas las cosas nuevas que había.

El alcalde había construido un skate park hacía unos meses pero tuvieron que poner custodia policial las veinticuatro horas del día puesto que se había llenado de drogadictos y molestaban a los niños que iban con sus bicicletas a hacer acrobacias. Habían arreglado el bache de la calle 34, un bache que había destrozado varias defensas de autos; la panadería de Don Justiano había cerrado definitivamente luego de su muerte, ahora Kentin ya no tendría dónde comprar sus muy amadas galletas de chocolate rellenas, por lo que me pidió que aprenda la receta para que se las cocine cada vez que quiera.

Gaeil y Rick estaban planificando irse dos semanas a pescar, sin sus hijas ni nadie más que ellos dos solos.

-No te molestaría que Annie se quede esas dos semanas con ustedes, ¿cierto, hermanito? -preguntó Gaeil mientras no dejaba de concentrarse el en camino, mi esposo aún no se animaba a conducir la Ford; Kentin rio.

-No, para nada. Si sabes que amo a mi ahijada, además van a la misma escuela que Catrina, eso no significará un problema -dijo mi esposo. Yo abrí el vidrio de mi puerta y saqué la cabeza por ella, disfrutando de la fría brisa de agosto. Mi pañuelo se movía en mi cabeza y mi piel agradecida por esa caricia se estiró cuando mis labios esbozaron una sonrisa de gozo.

-Pareces un perrito, mamá -dijo Catrina mientras reía al verme disfrutar del viento helado en mi rostro.

-No te vayas a lastimar -me pidió Kentin. Si había sobrevivido a un cáncer de mamá tipo III podía sacar la cabeza por la ventana sin ningún problema.

El paseo por la ciudad terminó e ingresamos a la pradera dónde vivíamos pero me sorprendió ver que, dónde antes había campos de girasoles y maíz hasta dónde se perdía la vista ahora, en su lugar, se encontraba todo loteado; con postes y casas en construcción.

-¿Por qué hay tantas casas en construcción? -pregunté mientras estas pasaban con velocidad a mi lado. Kentin las miró fugazmente para volver a concentrarse en la ruta.

-¿Recuerdas el viejo estanciero que vivía a tres kilómetros de casa? -me preguntó.

-Sí, lo recuerdo. Pero falleció cuando nació Dante -dije mientras continuaba mirando aquella muestra de civilización.

-Resulta que los hijos se vieron obligados a vender las tierras al Estado y ahora están construyendo un barrio, pero no cualquier barrio -continuó Kentin-: Es un barrio obrero, el gobierno dividió las tierras y ahora están construyendo esto para darle un sitio a las personas que están tomando los terrenos en Bolívar.

Recordaba esa noticia. Hacía unos meses atrás cientos de familias habían tomado ilegalmente unos terrenos en el Parque Simón Bolívar, un parque que estaba destinado al esparcimiento y momentos familiares, del mismo tamaño que Central Park, pero a sólo dos semanas de su inauguración se había visto invadido por familias que no tenían dónde vivir, traían consigo lo poco que tenían y empezaban a edificar allí sus precarios hogares.

Corazón de Melón con Fresa (libro #4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora