Nunca antes había sentido un frío como el de hoy. Nada importa lo que marcasen los termómetros, y abrigarse era completamente inútil, el frío provenía de mi interior.
Al despertar y abrir los ojos he visto que no estaba allí, ya se había marchado. Al incorporarme he podido confirmar que su ausencia estaba presente en cada rincón de la habitación. Antes de salir de la cama he recordado que hoy era nuestro último día separados, esto ha sido reconfortante durante unos segundos. Pero inmediatamente después frío, no lo entiendo.
He desayunado sin hambre, me he vestido sin ganas. Frente al espejo la imagen reflejada me era extraña, unos ojos que parecían apagados se perdían en el horizonte de una mirada vacía.
Después he salido de casa, quería recorrer una vez más las calles por las que tantas veces había caminado, pero, como quien no desea llegar a su destino, esta vez no caminaba, simplemente me dejaba ir esperando el ocaso del día. Las manecillas del reloj marcaban el lento compás de mis pasos, cada paso con menos sentido que el anterior.
Nada me importaba alrededor, la densa niebla que cubría mi mente no me dejaba pensar con claridad, todo me era ajeno. Tampoco he podido librarme de este maldito frío que me atraviesa desde la punta de los pies, y que, justo a la altura del pecho, se vuelve insoportable. Aquí se clava en mi, como miles de alfileres, al ritmo de los latidos de un corazón que hoy bombea con más fuerza que nunca antes.
Suerte que hoy las decisiones importantes ya estaban todas tomadas.
Al regresar a casa me he dado un largo baño, digno de ser el último y me he lavado los dientes con calma y en profundidad, quiero que permanezcan blancos por toda la eternidad. Me he tomado todo el tiempo necesario para prepararme.
Este día vacío ya está terminando, estoy deseando que llegue la hora de nuestra cita, será la definitiva. Espero que venga a mi encuentro, esta noche infinita solo tiene sentido si la pasamos juntos.
Al final he decido marchar de la manera más cómoda posible, creo que es lo mejor, me he puesto ese pijama tan suave con el que duermo tan bien, sé que no le va a importar.
Escribiendo estas últimas líneas me doy cuenta de que el frío está remitiendo, me siento feliz, muy feliz. No quiero que nadie piense que he tenido una vida desgraciada, ha sido un viaje maravilloso, simplemente he llegado a mi destino y bajo del tren.
Y me bajo por amor. Hace tiempo que las noches son el único momento en el que soy realmente feliz, los días han acabado por convertirse en períodos de espera carentes de todo sentido. Me resulta extraño vivir en un mundo que ignora la existencia del amor de mi vida.
Buenas noches.
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Cuatro
RomanceEl primer corazón artificial autónomo de la historia de la medicina, fabricado por la empresa francesa Carmat, fue implantado el 18 de diciembre en el hospital parisino al paciente septuagenario, de identidad no desvelada, aquejado de insuficiencia...