La alarma del despertador comenzó a sonar, pero yo ya me había levantado desde hace horas, me puse mi uniforme ya planchado, y mis zapatos lustrados.
Un desayuno modesto de tostadas con mantequilla con jugo de naranja. Es un día agradable, el sol está resplandeciente y hay unas pequeñas nubes, la brisa es suave y refrescante. No me olvido de nada y estoy tranquilo porque todo está bajo control, no hay contratiempos y paradas inesperadas. El bus está moderado de gente cuando subo, me gusta sentarme cerca a la puerta pero no tan cerca a los que tienen que cederse. Ya cuando bajo es fácil hacerlo sin dar pelea con otros estudiantes.
Llego como 20 minutos antes de la hora de entrada y lo disfruto escuchando algunos bullicios, pájaros cantar y las hojas de árboles mecerse contra la brisa. Dudo que este clima cambie
El profesor llega y llama asistencia, se escucha pasos contra el suelo, chillidos que están acercándose hasta que la figura del chico está en la puerta. Agitado con parte del flequillo pegado a su frente y su uniforme a medio poner, un desaliñado. Parecía que se acababa de despertar. El profesor le da permiso a entrar y lo considera en la asistencia pues llegó justo a tiempo. Él se ubica detrás de mí, saluda a todo alrededor incluido yo. El chico es de esos entrañables.
Como si Dios lo quisiera aquellas pequeñas nubes, ensombrecieron el cielo y el sol resplandeciente desapareció del firmamento. Quizás la sección del clima tuvo razón. No le había hecho caso al salir sin paraguas. Prontamente gotitas de agua fueron pegándose cerca a la ventana y la hora de salida se acercaba. No me gusta mojarme y no tengo planeado hacerlo. Unos dedos se deslizan por mi espalda y me estremezco, ese chico siempre es así, le gusta juguetear conmigo para probar mis reacciones.Quedo yo solo en el salón. Sigo esperando a que se detenga la lluvia, aunque dudo que sea pronto. A regañadientes me levanto de mi asiento y arrastro los pies hasta el piso de salida. Ya en el umbral rezo por ver alguna sombrilla olvidada pero nadie lo hizo, los chicos que se quedaron ya no estaban. Al parecer mojarse ya era mi realidad, pude distinguir la figura conocida a unas cuadras de mí, como si me esperara estaba allí parado con una sombrilla.
Cojo el celular, pues recuerdo que él grabó su número cuando me lo pidió hace algunas semanas.
Los tonos de espera se hicieron llegar mientras la figura parece notar que alguien le llamada y acepta la llamaba muy lentamente para mi gusto.
— TaeHyung ¿no piensas prestarme el paraguas?— digo yo regañándole, ese chico lo sabía, sabía que no lo había traído y que no me gustaba mojarme, esto era otro de sus juegos infantiles.
—La palabra mágica JungKook— noto su voz ronca y suspiro cansino, otra vez no ...
—Por favor TaeHyung ¿podemos compartir el paraguas?
—Ok— y la llamada se cortó. Estoy seguro que ahora mismo está sonriendo bajo ese paraguas, no una de superioridad, no. Esas cuadradas que me hacía pensar que estoy tratando con un niño, pequeñas cosas como esas le hace sonreír.
El chico gira hacia mí y camina lento para mi gusto. Quería que corriera que se apresurara y me recoja. Pero allí estaba él sosteniendo la mirada fijamente hacia mi, como si disfrutara la situación o eran imaginaciones mías. No me gusta que me miren fijamente y desvío la vista.
Cuando ya esta cerca, me pongo a lado de él. Quizás muy cerca y es que el reducido espacio solo permite eso.—¿No era un deseo tuyo un beso debajo de la lluvia?— él rompe el silencio para nada incómodo. Era habitual.
—No, ese era uno de los tuyos TaeHyung— le respondo, era ilógico, solo a él se le ocurría tales cosas. Aunque era algo normal proveniente de ese chico. Las manos se habían buscado desde un principio y ahora estaban entrelazadas. Estaban frías, debe de haberse quedado desde hace rato fuera.
La lluvia me hacía imaginarme en mi habitación, con una taza de café o chocolate, estaba yo mirando la ventana cubriendo de gotitas de lluvia mientras se deslizaban. Tomaba sorbos del líquido recién hervido y el vapor rozaba mi naríz, vería a mis peculiares vecinos. Como no los podía oír, me imaginaba sus diálogos. Yoongi tocaba la puerta, se había olvidado sus llaves, pero nadie le habría.
Saca su celular y llama.
—¡Jimin la ropa!— grita, para lo que casi al instante veo a un pelirrojo ir al techo a descolgar los cobertores ya empapados.—JungKook—
El chico me despierta de mis imaginaciones. Parecía que ya me había estado hablando.
—¿Qué no piensas hacer realidad mi deseo?— se había detenido y me miraba con reproche.
—No— le dije y sentí como retiraba su mano de la mía. Y así me empujo fuera de la protección del paraguas. Varias veces actuaba así de malcriado.
Ese chico lo hacia de nuevo. Y mientras las gotas comenzaron a notar mi presencia mojándome sin piedad, él caminaba alejándose de mí.
Fulminé con mi mirada su espalda. Suspiré.
—TaeHyung— lo llamé.
Él se volteó sobre sus talones con duras facciones pero luego los suavizó.
La mano que no sostenía el paraguas la extendió hacia mí.
Él quería que lo haga. Quería que diera el primer paso.
Formé un mohín y me dispuse a correr hacia él.
Ya unos pasos cerca, ese chico tiró lejos el paraguas y me giró levantándome con sus brazos hasta detenerse, comenzó a verme fijamente como suele hacer, supongo que mi rostro le parecía divertido. Me bajó con cuidado.El sonido de la lluvia contra el suelo nos hacía compañía en nuestra agitación. Me levanté de puntillas y me acerqué a sus labios y esperé su permiso. Él sonrió y cerró sus ojos cogiendo suavemente mi cintura. Lo último que vi, fueron sus largas pestañas antes de cerrar mis ojos y cumplir uno de sus tantos deseos. No quiero imaginar los deseos próximos que tendré que cumplir para él y mis manos apretujaban el dobladillo de su suéter como si temiera el porvenir.
Ya no envidiaba tomar una chocolatada. Este calor era suficiente..
