Continuación Capítulo 2

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No puedo dejar de chequear el espejo retrovisor cada segundo para verlo allí detrás recostado, abrazándose a sí mismo y batallando por poder estabilizar su temperatura corporal a un nivel habitual. La calefacción de la camioneta ayuda, pero todavía le cuesta mucho trabajo poder recomponerse.

— ¿Te encuentras mejor? —menciono con la voz entrecortada y reteniendo el nudo inmenso que se había formado en mi garganta por verlo tan indefenso.

— Tengo nauseas. ¿Falta mucho?

— Unos diez minutos si no nos pilla la tormenta. El camino de la montaña podría volverse peligroso si comienza a llover. Cierra los ojos y piensa en algo bonito. ¿Quieres que vallamos al hospital?

— No, si mi padre descubre que estuve allí rastreará la zona entera. Quiero ir a tu cabaña.

Me esfuerzo por evitarlo, pero las lágrimas comienzan a salirse a borbotones de mis ojos sin siquiera pedirme permiso alguno. De tan solo pensar en todo lo que ha pasado estos dos meses me destroza por dentro e inmediatamente me invade un sentimiento de culpa. ¿Por qué diablos no he hecho nada en vez de quedarme recostado ahogando las penas como un maldito cobarde? Quizá le hubiese evitado todo este sufrimiento, quizá ahora seríamos felices.

Siempre fui de los que luchan y pelean para conseguir lo que quieren, pero cuando se supone que debo hacerlo con más fuerzas, de repente me quedo paralizado, aterrorizado. Encerrarme entre cuatro paredes y dejar que el tiempo acomode todo el desastre fue la opción que elegí... porque era lo más cómodo y fácil. Estaba prácticamente escondido de todo. Fui un cobarde y me odio por eso. Me odio demasiado por dejarme estar, por olvidarme de mis sueños, por no ir tras lo que me hace feliz, por no haber sido lo suficientemente bueno para él.

Sigo conduciendo, absorto en una tranquilidad aniquiladora. El único ruido que oigo es el del motor y mis sorbidos que inútilmente trato de silenciar. Miro por decimocuarta vez el espejo y parece que Austin se ha quedado finalmente dormido.

Aparco la camioneta en la entrada de la cabaña y me volteo a mirarlo. Sigue igual que cómo las otras doscientas veces que lo he visto, aunque ahora luce un poco más pálido. Acerco lentamente mi mano hacia su cara e intento despertarlo suavemente, pero no reacciona. Pruebo una, dos, tres veces más pero no hay respuesta. Comienzo a alterarme y salto literalmente de mi asiento hacia atrás e intento acomodarme en el reducido espacio que queda en el piso del automóvil.

— Austin, despierta. Hemos llegado a casa —exclamo con la voz cargada de miedo.

Nada.

— ¡Austin! ¡Austin, despierta!

Agarro mi móvil con las manos temblorosas y marco el número de Caroline, la única persona que podría ayudarme ya que no puedo dirigirme a un hospital. Ella se ha recibido de enfermera hace tan solo dos meses y ahora voy a presenciar en carne propia si todas sus horas de estudio han servido de algo.

Uno... dos... tres tonos y finalmente contesta.

— Caroline, por favor ayúdame —chillo.

— Ayden, ¿qué sucede? —contesta asustada.

— Necesito que vengas ya a mi cabaña, Austin ha aparecido, pero no se encuentra nada bien.

— ¡¿Cómo que ha aparecido?!

— Luego te explico, Car. Por favor, ven rápido.

Ni siquiera cuelgo la llamada. Tiro mi móvil y sigo pidiendo a gritos que Austin despierte de una puta vez.

Por suerte, Caroline supo comprender la seriedad del asunto; pasados tan solo unos pocos minutos, escuché su motor deteniéndose a metros del mío. Mientras luchaba con las últimas fuerzas que me quedaban para levantarme, Caroline abre la puerta trasera de la camioneta y nos mira a ambos, pero la mirada que le dedica a Austin me aterroriza aún más.

— Caroline, por favor ayúdalo.

— Ayden, debemos dirigirnos al hospital ahora mismo. —Dice aún observando a Austin con mucha preocupación.

— No podemos, si vamos allí sus padres volverán a llevárselo y no lo veré jamás.

— Me ocuparé de que nadie se entere, te lo prometo. Trabajo allí, Ayden. Puedo cambiar una simple ficha de registros.

— ¿Qué es lo que tiene? —insisto—. ¿No puedes hacer nada aquí?

— No cuento con las herramientas necesarias, Ay. Mira sus labios. Está deshidratado, necesita suero intravenoso urgente. El frío parece haber gastado sus últimas energías y ya no logra estabilizar la temperatura por sí mismo. Debemos irnos, y ya.

Mi Casualidad Eres TúWhere stories live. Discover now