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Cuando abrió los ojos, la tenue luz de la lámpara de su habitación le dio los buenos días.

Desorientado, palpó la superficie bajo sus dedos, sintiendo la suavidad de la felpa de sus sábanas. 

Con un suspiro, finalmente se levantó. Menudo sueño más loco y extraño había tenido. 

En realidad, no podría decirse que era un sueño, más bien sería algo así como una pesadilla tintada de brillitos dorados.

Soltó una carcajada antes de ponerse sus botas marrones y salir a la superficie. No recordaba qué había hecho anoche y tenía que comprobar si había anclado el barco o si estaba flotando a la deriva completamente perdido.

No sería la primera vez que le pasara, de todos modos.

Cuando abrió la puerta de escotilla, que se encontraba en la parte baja de la Superestructura, un cielo azul y brillante le recibió. Con una tenue sonrisa, el trotamundos dejó que la luz solar calentara su piel por unos segundos antes de subir las escaleras.

Los vidrios que resguardaban el timón y los paneles principales del barco estaban calientes debido a la exposición al sol, pero a Agust no le importó. Era un día precioso. Quizá podía darse el lujo de prepararse un café.(*)

Con la idea en mente se volvió sobre sus pasos, sin embargo, algo titiló en la proa apenas visible a través del rabillo de sus ojos. Cuando viró la cabeza para enfocar la imagen tuvo una sensación de dejavú. Sorpresa, confusión y terror en partes iguales. Se había sentido así antes. Más concretamente, la noche anterior.

Había alguien sentado en la punta del barco.

Por lo que pudo ver era un chico. Lo único visible que tenía, además de la vistosa manta amarilla que cubría todo su cuerpo, era su despampanante cabello rubio. Agust se refregó los ojos para comprobar que éstos no lo engañaban, en realidad sí tenía compañía. 

¿Entonces lo que pasó ayer fue verdad? Pensó con el corazón acelerado. Para comprobarlo, miró el mar detrás de él, sintiendo ganas de vomitar de la impresión al ver que su barco dejaba un camino de destellos dorados en el mar, como una enorme franja de oro. 

¡Es imposible! ¡Dolly estaba completamente destruido! ¡Yo estuve a punto de morir!

Acelerado, el trotamundos bajó las escaleras corriendo y trotó hasta la proa del barco, dispuesto a conseguir una explicación lógica de lo que estaba pasando cuando una voz lo detuvo.

El chico estaba cantando.

Agust se detuvo completamente. Decir que el chico cantaba bonito sería un eufemismo. Su voz era tan angelical y suave que todas las confusiones y emociones oscuras que cegaban sus pensamientos se fueron, dejando lugar solamente para un sentimiento extraño y bonito que lo hizo sonreír genuinamente. Así debería sentirse la paz absoluta. 

Completamente quieto, el trotamundos cerró los ojos y se dejó embriagar por aquella voz 


Throne [Gureshin] ❧ EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora