Capitulo 2

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16 de septiembre

Segundo día de clase y ya me siento agotada. Delegada, ¡yo!, que ni siquiera soy capaz de llevar una agenda. No sé cómo lo voy a hacer. Todo por él, Liam. Venga Nara tú puedes, me digo a mí misma para levantarme los ánimos. El autobús me deja en la parada y reúno valor para volver a entrar al centro. Antes de entrar a mi clase me paso por la sala de profesores. Ayer mi tutor, el señor Pulido, alias "el petao", me dijo que me pasara por allí para recoger una libreta. Justo cuando voy a llamar a la puerta sale.

-Buenos días señorita Ross, en esta libreta que le entrego están todas las indicaciones para que usted pueda desempeñar la labor de delegada sin problemas. Todo está perfectamente indicado. De todas maneras, si tiene alguna duda puede preguntarme a mí.
-Gracias señor Pulido .

Doy la vuelta y me dirijo a la clase cuando me vuelve a llamar.

-Señorita Ross, y no olvide la reunión de esta tarde.
-¿Cómo?, ¿qué reunión?, -pregunto desde mi ignorancia.
-Pues la reunión para la organización de la fiesta de bienvenida a los nuevos alumnos y alumnas -me contesta dando por hecho que yo sabía de la existencia de esa fiesta. Pero si yo soy nueva, cómo narices voy yo a saber de esa celebración.

Más hundida que antes llego por fin a mi aula, y ahí está él, sentado sobre su escritorio y rodeado por un grupo de chicos y chicas que le ríen las gracias. Tomo aire y voy en dirección a mi asiento con toda la energía que consigo reunir.

-Perdón, este es mi sitio -le digo a la rubia de pestañas postizas que se encuentra sentada en mi silla y con su mano en la rodilla de Liam.
-La clase todavía no ha empezado. No ves que no ha llegado el profesor -ni siquiera me mira cuando me contesta.
-¡Pero si es la delegada! Y veo que llevas contigo la famosa libreta de los delegados -sí, el que me habla es él. Lo peor no es lo que dice, sino que todos a su alrededor le ríen las gracias.
-Anda Carla, deja libre el sitio de la delegada que seguro que está deseando sentarse a mi lado -le dice a la rubia "simpática" de pestañas postizas mientras le guiña un ojo.

Esta, como una autómata, se levanta y se va sin antes despedirse con una enorme sonrisa. Aunque me cueste admitirlo, pero la chica es guapa. Y sus dientes perfectos. Si yo los tuviese así estaría todo el día sonriendo. No es que los tenga muy mal, pero la verdad es que necesitaría llevar un par de meses más la ortodoncia, porque desde que me quitaron el aparato hace un año, ha habido ligeros movimientos en mis dientes y las dos paletas de arriba las tengo un poco separadas.
Por fin entra la profesora y me puedo sentar en mi sitio. Al lado del adonis gilipollas.
No me gustan las matemáticas, creo que soy demasiado torpe para entenderlas, cojo el lápiz, y sin darme cuenta, comienzo a dibujar en la libreta. Mi mente se relaja cuando tengo un lápiz entre los dedos. Mi imaginación vuela y me libero. Dibujar me da libertad.

-¡Ah!, ¿qué haces? -Grito a mi compañero de pupitre cuando me golpea con el codo.
-Por favor, señorita Ross,  atienda -dice la profesora con cierto enfado.
-Sí, perdón. No la había escuchado -me disculpo.

Vuelvo la vista a mi libreta y lo veo a él, a Liam, dibujado. Madre mía, ni siquiera me acuerdo de haberlo hecho. La cierro corriendo para que no se dé cuenta de que lo he dibujado y me giro y me encuentro de frente con sus ojos. Dejo de respirar. Pasan los segundos y ninguno aparta la mirada. No es que lo esté desafiando, es que, simplemente no puedo hacerlo. Estoy congelada. ¡Qué pensará de mí! ¿Creerá que soy una acosadora? Espero a que hable, a que me pregunte por qué lo he hecho, por qué lo he dibujado, pero no lo hace. Solo se gira y sigue haciendo sus ejercicios de matemáticas. Vuelvo a abrir la libreta una vez he conseguido calmarme y me pongo al día con las actividades. Puede que no lo haya visto. Tampoco tiene cara de ser muy espabilado. Seguro que es eso. No lo ha visto. Si lo hubiera hecho, fijo que habría dicho cualquier cosa para reírse a mi costa.

Suena el timbre y recojo. Es la hora de comer. Voy a la cafetería para comprar un bocadillo, pero está llena y no soy lo suficientemente fuerte  para abrirme paso entre toda esa gente. Vuelvo al aula para hacer tiempo antes de la reunión de delegados. Haré los deberes y así luego tendré tiempo libre en casa. Estoy resolviendo uno de los ejercicios cuando un bocadillo cae del cielo sobre mi libro.

-Toma, estás muy delgada como para saltarte una comida. Al fin y al cabo, es culpa mía que tengas que comer aquí - me dice Liam con cierta vergüenza en su mirada.

Voy a darle las gracias cuando ya se ha marchado.

-No es mal chico, un poco engreído y consentido, pero no es malo -me dice una chica morena mientras coge una silla y la pone a mi lado.

-Soy María, tu nombre es Nara, ¿verdad?, -me pregunta.
-Sí, soy Nara.
-Pues encantada de conocerte Nara, yo soy tu salvadora. He sido elegida subdelegada por el equipo educativo y estoy aquí para ayudarte en todo lo que necesites.

Gracias a Dios. Ya puedo contar con alguien en esta ciudad. Al final, esto de ser la delegada no va a ser tan malo.

Si os ha parecido interesante, ya sabéis, dadle a la estrella!!!

Mi historia y su historiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora