Parada 1: Arise.

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No logro enfocar del todo tu rostro pero por alguna razón sé que eres tú, ¿quién más si no? He aprendido a poder definir a las personas que conozco también dentro de mis sueños, aunque no logre verlas del todo. Es como si emanaran algún tipo de esencia.

La visión es borrosa, odio cuando esto sucede, sé que es parte del proceso de la película mental que pasa cuando duermo, pero eso no le quita que sea fastidioso.

Sé que te veo en repetidas ocasiones y también sé que de vez en cuando pienso en eso y en cómo es que voy a pedírtelo, me siento exactamente igual a cuando pienso en las palabras correctas para pedir el mandado cada que voy al centro comercial. O cuando tengo que decirle algo realmente importante a mi madre y sé que tal vez va a regañarme, tengo que agarrar el valor suficiente para poder hablar y expulsar eso que punza en mi garganta.

Por alguna razón pensar en agarrar valor para decírtelo crea la metáfora de que el valor viene desde mi estómago ¿Acaso querrá decir algo eso o solo estoy enloqueciendo? Cualesquiera que fuera la respuesta es raro.

Llevas una sudadera negra con bordes blancos, si te soy sincera esa jamás te la he visto en la vida real, pero es un sueño, aquí pudieras vestir de rosa y a nadie le importaría. ¿Cierto?

Tienes un suave aroma al perfume que sueles usar, mi memoria lo recrea solo para mí y eso es agradable y también algo molesto, teniendo en cuanta la forma tan dramática en la que terminamos la historia y hace mucho tiempo.

Siempre me gusto tu perfume. Pero eso es solo un secreto.

Me acuesto en tu regazo, absorbiendo cada partícula del aroma que desprende ya fuera tu sudadera o tu piel. No importa, sigue siendo igual de placentero.

Querido mío...

Las palabras engullen desde mi vientre y se acumulan en mi garganta, me aferro a la tela de la prenda, pienso que en cualquier momento puedo vomitar las frases que se arremolinan como insectos. Estamos en un sueño y eso puede ser posible. ¿No?

Quiero que me abraces, quiero que te quedes conmigo, quiero... deseo...

Oh, Dios, es la primera vez que deseo tanto el calor de otro humano que no sea mi propia familia, de una persona a la cual no estoy atada por sangre, alguien a quien yo elegir con el dedo índice. Alguien a quien yo deseo.

Oh, Dios...

Oh, Dios...

Es un extraño sentimiento, estar apegada a alguien que no tiene ningún tipo de relación conmigo, anhelando su cuerpo junto al mío en el más simple de los contactos. Quédate... quédate....

Jamás había querido tanto que me abrazaran, que me protegieran de este modo hasta este instante. Es muy extraño.

Y también muy placentero.

Oh, Dios mío... ¿pero que me has hecho?

Y entonces las palabras salen disparadas hacia delante, como el chisguete del grifo del lavabo cuando no tienes cuidado.

—Bésame. —te pido en un susurro.

Me hago pequeña, espero paciente e impaciente.

Espero...

Espero...

Jamás había anhelado tanto que alguien me tocara como en este momento...

¿Pero te digo un secreto?

Esto es un sueño y los sueños terminan cuando mamá viene a despertarte porque ya es hora de irse a la escuela.

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Tameyura.

A ti, para siempre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora