-Chicas una cosa - dijo Xavi rodeándonos con los brazos a Paula y a mí - ¿Os habéis dado cuenta del tonteo que hay entre Nat y Dani?
-¿Nat? ¿Qué Nat? ¿Yo? - Respondí nerviosa ante la pregunta (no tan pregunta) de Xavi.
-Hombre claro chiquilla, ¿quién si no? No trabaja ninguna otra Natalia en este gimnasio que yo sepa. - Añadió Paula con su gracia andaluza. Yo me quedé callada intentando pensar en alguna respuesta para desmentir la acusación enmascarada de Xavi, pero lo único que conseguí fue ponerme roja y balbucear un:
-Eh.. eh... naah, no, no, que va...
-Yo solo digo una cosa, y es que si Dani no tuviera novia, otro gallo cantaría. Acuérdate de lo que te digo Nat, que yo tengo buen ojo para estas cosas. -Concluyó Xavi deshaciendo el pequeño corrillo que habíamos hecho para así volver a nuestros puestos de trabajo.
De esa conversación habían pasado ya más de tres meses y yo no podía creer cuánta razón tenía Xavi en aquel momento. Mi atención hacia Dani había crecido des de entonces y al parecer la suya por mí también. Dani fue unos de mis principales apoyos cuando entré nueva (y de becaria) a la empresa. Y la verdad es que trabajar en un gimnasio tiene sus ventajas, como por ejemplo ver a tus compañeros sin camiseta durante toda tu jornada laboral.
Recordaba cuando entré el primer día y me tocaba estar en piscina. Ahí estaba él, con su piel blanquita, sus ojos verde agua y una sonrisa de conquistador que te quitaba el hipo. Se presentó con dos besos y al aproximarse pude ver de cerca su esculpido cuerpo el cual estaba adornado por un piercing plateado en el pezón. "Nat céntrate que tienes novio" era el mantra que me repetía constantemente mientras intentaba no quedarme embobada mirándole el piercing.
Durante mi época de becaria estuve casi todas las tardes con él haciendo de su sombra para aprender todo lo que pudiera de él, así que no fue difícil que nos hiciéramos amigos muy pronto. Nos lo pasábamos bien en la piscina, hacíamos bromas, nos explicábamos porqué teníamos un día malo y los dos estábamos dispuestos a escuchar al otro en lo que necesitara. Los niños a los que dábamos clase nos preguntaban si éramos novios ya que la complicidad era evidente, y hasta alguna vez les dijimos que sí siguiéndoles el rollo para ver que decían. Dani estuvo ahí para mí cuando mi novio me dejó y hasta fue el primero en decir que era un gilipollas por dejarme escapar. Definitivamente, estábamos a gusto el uno con el otro, así que no era de extrañar que pronto aparecieran los primeros signos de tonteo, que fueron in crescendo de manera masiva a partir de la conversación con Xavi. Nos mandábamos fotos el uno al otro en verano de lo que estábamos haciendo durante nuestras vacaciones, y nos quedábamos hablando hasta altas horas de la madrugada. Todo eso sin que faltasen los piropos y las conversaciones "algo subidas de tono" sobre mis vestidos ceñidos, mis fotos de instagram y mis bikinis con braguita brasileña, rebautizados como "bañatanga" por Dani.
Estaba dándole vueltas al asunto, mientras me cambiaba en el vestuario para entrar a piscina, cuando de repente me llegó un mensaje al móvil.
»Dani: Tienes otro gorro? No me ha dado tiempo de comprarme uno, que ayer se rompió el mío.
»Nat: Sí. Tengo dos más.
»Dani: Porfa me podrías prestar uno?? Luego te lo devuelvo y el finde me compro el nuevo. Prometido.
»Nat: A ver si es verdad que te compras uno, que ya vas pidiendo mucho. Ahora te lo saco, Daniel :*
Me gustaba llamarlo por su nombre completo para hacerlo rabiar, aunque en realidad le gustaba su nombre. Cuando le llamaba Daniel, él ya sabía que estaba de broma o que me iba a reír de él en la siguiente frase que soltara y él se sentía a gusto con eso. No como yo, que odio con todo mi ser mi nombre completo. Natalia. Y Dani conseguía sacarme de quicio cuando lo pronunciaba entero, con sarna, para provocarme, reírse de mí o hacerme rabiar. Y a diferencia de mí, él sí que lo conseguía. Aunque de alguna manera a mí también me gustaba la manera en que me hacía enfadar. Sacaba la parte más niña de mí. Conseguía que volviera a mi infancia y recreara una típica pataleta en mi mente cuando me enfadaba. Cuando eso pasaba, mi cara reflejaba toda la ira del mundo y pasaba a ser la persona más dulce de todo el gimnasio a ser la más borde de todas, con una mirada afilada y penetrante capaz de cortar en pedazos a quien pasara por delante. No obstante, mi afán por ser la más temible quedaba en nada cuando Dani me miraba fijamente con esos ojos tan verdes suyos y me aguantaba la mirada desafiante. Convertía ese momento en un duelo para ver quién se ríe antes, y siempre acabábamos en tablas porque nos poníamos a reír como dos idiotas. Nunca hagáis un duelo de miradas con Dani, acabaréis perdiendo y cayendo en los encantos de sus hipnotizantes ojos.
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Sin Contrato
ChickLit¿Qué pasa cuando la atracción y el trabajo se combinan? ¿Y si encima se tiene que llevar en secreto? Lo que menos se pensaba Nat era acabar con Dani, uno de sus compañeros de trabajo. Parecía un simple desliz pero el apego, las ganas y el morbo d...