Amar a nuestros seres queridos, a nuestra familia, a nuestras personas cercanas casi no implica ningun esfuerzo supremo ni mucho menos un reto para nuestra capacidad de amar. Por el contrario, amar a nuestros enemigos es un reto que Dios nos lanza a manera de prueba de nuestro amor al prójimo.
Nadie dice que todos tienen que ser nuestros amigos ni que tener enemigos es malo, tener enemigos es sano ya que nos invita a amarlos y buscar hacerles el bien aunque no sean las mejores personas que conozcamos.
Amar al enemigo no implica necesariamente demostrarle amor, va más allá. Cuando lo ayudamos, cuando lo respetamos, cuando le buscamos hacer algún bien, cuando lo dejamos vivir tranquilo, eso ya es amarlo.
Entonces, a los enemigos, aunque no nos llevemos bien con ellos por una u otra razón, hay que amarlos y respetarlos, no es fácil pero es un reto que nos pone el señor. Odiar a un enemigo es caer en su juego, demostremole a éstos que somos lo suficientemente fuertes como para llegar a amarlos en vez de odiarlos.
¡Hagámos de nuestros enemigos nuestros mejores amigos!, por que el amor siempre vencerá al odio.
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El Cristianismo Que Actúa Y Libera
SpiritualitéReflexiones que surgen con la cotidianidad huamana, en busca de ideas desde el cristianismo que nos permitan actuar y ser libres, en búsqueda de un cristianismo que nos libere de ataduras y cadenas que nos limitan nuestro actuar y el de las demás pe...