Capítulo 42

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Con la rabia poseyéndolo, Woklan caminó hacia el vórtice sin prestar atención a la representación de Dhagmarkal, que estaba siendo engullida por el líquido negro del foso. Mientras el crononauta cruzaba el portal que unía el templo al universo opuesto, decenas de manos se aferraron al cuerpo manifestado del dios oscuro y tiraron con fuerza de él.

—Humano, el destino de las cenizas de la creación depende de ti —fueron las últimas palabras que pronunció Dhagmarkal antes de hundirse en el foso.

Woklan, que escuchó lo que le dijo la deidad olvidada una vez había atravesado el portal, se detuvo, observó la representación de La Primera Consciencia, dirigió la mirada hacia el enmascarado y aseguró:

—Depende de nosotros. —Movió la mano y una fuerte ráfaga de aire apagó las llamas Gaónicas que consumían al que una vez fue una parte de su alma—. De los últimos humanos.

El hombre del traje se desplomó y pronunció entre tosidos:

—Ya era hora. —Apoyó las manos en el suelo de polvo negro y miró a los ojos del crononauta—. Pensaba que te ibas a perder la fiesta. —Soltó una risa ronca.

El vórtice que unía el universo opuesto con el templo se cristalizó y estalló arrojando los fragmentos contra la superficie del planeta. La representación de La Primera Consciencia, después de observar cómo se esparcían los restos del portal, centró la mirada en Woklan.

—Ha llegado a mí la anomalía. El error que debe ser erradicado para que nunca más se me pueda impedirme crear y devorar.

Desafiante, el crononauta dio un par de pasos.

—¿Crear y devorar? —Lo señaló y espetó—: Eres una maldita enfermedad.

La criatura de piel plateada trató de penetrar en el alma de Woklan.

—¿Enfermedad? Soy la esencia de todo. Nada puede existir sin que yo le dé forma. —Aumentó la tentativa de adentrarse en el espíritu del teniente—. Nada... —Incrementó la intensidad del ataque al ánima del crononauta—. Nada... —susurró, dándose por vencido, dejando de intentar poseerlo—. Pero tú... —Examinó la película energética apenas visible que cubría el cuerpo de Woklan—. Tú eres algo más que una anomalía.

—Soy padre, marido e hijo. —Apretó los puños—. Soy el teniente Woklan O. Whagan. Y soy parte de la energía que da forma a lo que existe. —La piel cambió un instante su tonalidad y brilló con un intenso azul—. Y he venido a poner fin a tu locura.

El enmascarado, recuperado de las heridas producidas por el fuego Gaónico, se levantó y, sin dejar de mirar a la criatura de piel plateada, se colocó cerca de Woklan.

—Y yo soy un enfermo sádico con complejo de deicida. —Se remangó, movió el cuello hacia los lados y se lo crujió—. Y tengo muchas ganas de matar a un dios. —Sonrió—. De arrancarte la lengua, abrirte el estómago y metértela dentro.

La representación de La Primera Consciencia elevó un poco la cabeza y fijó la mirada en los grandes ojos rojos que cubrían el firmamento. Sintiendo cómo su esencia se despertaba con fuerza, miró a Woklan y al enmascarado.

—Por más que juguéis con impregnaciones que están más allá de vuestro entendimiento, por más que consigáis utilizar lo que da sustento a mis realidades, tan solo seguís siendo una ínfima parte de mi proyección.

El enmascarado, mientras la sonrisa de su rostro se tornaba más profunda, corrió hacia el ser de piel plateada.

—Pues disfruta de la caricias de una ínfima parte de ti mismo. —Le sacudió en la cara—. Goza con el tacto. —Le lanzó la rodilla al estómago y consiguió que se encorvara—. Porque vas a morir como siempre has vivido, con hambre.

Entropía: El Reino de DhagmarkalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora