XXXVII

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—¡Vamos gandules! ¡Es hora de alimentaos! —habló Ignacio, tras la celda del nuevo.

Alex echó un vistazo al hombre, y se puso en pie enseguida. Al igual que el resto de los que se hallaban en el mismo pasillo.

Dos carceleros más se acercaron para sacar a cada preso de sus respectivas celdas.

Uno de ellos era Pierre, quien se impresionó al ver a Samuel y Guillermo en la misma celda. ¿Cómo alguien pudo haber juntado a esos dos?

El francés miraba al joven, intentando descifrar su cara. Quería saber si le había pasado algo malo, pero no pudo saberlo.

El chaval de cabello oscuro estaba como distante. Con la mirada perdida.

No supo qué significaba aquello.

Al guiarlos hacia dónde siempre intentó dirigirse al chico, el cual se dio cuenta de que estaba siendo observado por el carcelero.

—¿Todo bien? —preguntó en un tono alegre para disimular.

—Sí —asintió el menor—. Así es.

Fue lo único que respondió.

Tenía que ser prudente. No podía dejar ver a Samuel que aquel hombre estaba demasiado pendiente a todo lo que pasaba.

De Luque echó un vistazo al que había preguntado, y volvió a girarse sin prestarle atención.

Una vez llegaron al comedor, hicieron lo habitual de cada día.

Fueron a por su comida y se sentaron donde acostumbraban.

Hacía varios días ya que Guillermo no veía a cierta persona por los alrededores, lo cual comenzaba a preocuparlo bastante.

David, ese chico que era lo más parecido a un amigo para él en aquel sitio, no aparecía por ninguna parte.

Díaz sabía lo poco que podías llegar a durar en un lugar como ese. Si te metías con gente que no debías, salías mal parado.

Esperaba que esa no fuera la razón por la que llevaba tiempo sin verlo, pero algo le decía a gritos que sí.

—¿A quién buscas? —le preguntó Samuel.

—A nadie. —respondió el chico sin mirarlo a la cara.

—Me gustaría que me mirases cuando te hablo. —Díaz lo hizo.

—No busco a nadie.

Alex, quien ahora pertenecía también a aquel grupo, los miraba con interés.

—Mentir no es lo tuyo —dijo el castaño, manteniendo la calma—. Si fueras sincero conmigo, a lo mejor tendrías una respuesta a lo que te estás preguntando.

¿Preguntando? ¿Qué sabía él si se estaba preguntando algo?

—Tú sabes quién es, ¿verdad?

—¿Quién? —Guillermo sabía que él quería que lo nombrase.

—David —respondió. Hallando una sonrisa en los labios del otro. Éste comenzó a golpearlo, o más bien intentarlo, hasta que el menor volvió a hablar—. Está muerto, ¿verdad? ¡Maldito hijo de puta! No sé cómo pude dejar que...

Se sintió demasiado patético al pronunciar esa última frase, que ni siquiera quiso terminar.

—No lo maté yo, si es lo que intentas decir —dijo con seriedad. A lo que el chico le prestó atención—. Así que deja de azotar al aire. No tengo culpa de ello. Tomás sí. Al parecer ese chaval indagaba en sus asuntos y eso le pagó factura.

—No es posible que él lo hiciera. —dijo, recordando que habían estado junto al antiguo miembro del grupo todo el tiempo, sin despegarse de él.

Samuel rió divertido.

—¿Sabes cuántos amiguitos, que harían lo que fuese por él, tenía? Ya te lo digo yo, incontables.

—Entonces, ¿no tienes nada que ver?

—No. —respondió el mayor.

—Está bien —dijo pensativo—. Era buena persona...

—Bueno, si te sirve de consuelo... no sería tan bueno si estaba aquí.

Guillermo intentó sonreír.

—Ni siquiera pude preguntarle qué hizo.

Samuel se encogió de brazos.

—No te comas demasiado el coco, con algo que ya no podrás preguntarle. Las cosas suceden. Nos guste o no.

—¿Y tú por qué mataste a todas esas chicas?

Al castaño le impresionó esa pregunta, no sólo por el descaro, sino porque no recordaba haberle dado tanta información al menor. Pero no era raro. Al fin y al cabo, en aquel sitio te acababas enterando de todo.

—Supongo que porque soy un cabrón. —dio como respuesta, la cual causó gracia al inglés.

—En serio, ¿por qué lo hiciste?

Percy se calló al instante.

Sabía que a su amigo no le gustaba que se inmiscuyeran en sus asuntos. Y el chico le había vuelto a realizar la misma pregunta.

—¿Crees que detrás de todo está la típica historia del chico que lo ha pasado muy mal y comete delitos por la situación que vivió tiempo atrás? —El menor lo miraba algo asustado— Quise hacerlo. Es lo único que tienes que saber. Para mí, ninguna vida es valiosa.

Eso último lo dijo como advertencia al contrario. Lo que no resultó para nada agradable al chico.

Los ojos sin vida del castaño, ahora brillaban furiosos. Sin embargo todo su cuerpo transmitía serenidad.

—Yo lo hice por celos —habló, una vez todos comenzaron a comer—. A veces se me nubla la mente y... no pienso con claridad. Me arrepiento cada día que pasa...

Esas palabras dejaron sin nada que decir al resto. Estuvieron casi todo el tiempo en silencio.

Quizás lo que el chico había dicho hubiese hecho mella en Percy y Samuel, incluso al recién llegado. O quizás, simplemente, les había parecido una tontería. Algo a lo que no mereciera la pena responder.

[...]

Bob hizo su apariencia por el pasillo, en busca de su querido Percy. A quien le encantaba sacar de quicio.

—Tengo una buena noticia para ti, piojoso.

El inglés se incorporó de la cama, mirándolo desde allí sentado. Como si lo único que esperase era que se largara de allí.

—Supongo que sabes que dentro de unos... ¿cinco días? —Al mencionar ese número, los latidos del corazón del inglés aumentaron el ritmo, hasta parecer que su corazón estallaría de un momento a otro— llegaría tú día, ¿no? Pues, me acaban de informar algo mucho mejor.

El de ojos azules tragó con dificultad. Esperándose lo peor proveniente de ese hombre.

Samuel oía las palabras de este desde su celda. Y no podía expresar lo mucho que odiaba a ese hijo de puta que se creía el rey del mundo.

—Será mejor que te despidas de todos tus amigos, porque han adelantado la fecha —Acercó su cara a los barrotes, agarrándose a estos—. Mañana será tu gran día.

Su boca se abrió, dejando ver su dentadura, en una enorme sonrisa.

—Así que haz las maletas, porque te vas de viaje.

Su estridente risa hizo eco en cada una de las celdas de ese pasillo. Y no sólo allí. Sino en la mente de Percy, quien se sentía aterrorizado.

Prisioneros [Wigetta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora