Capítulo Tres

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Caroline toma el control del vehículo y yo permanezco inmóvil en la misma posición desde que ella llegó. El camino hacia el hospital se siente el más desgarrador de todos los que alguna vez he realizado y ya no tengo las fuerzas suficientes para seguir llorando, simplemente me encuentro devastado.

— Ayden, no te tortures más —dice como si pudiese estar escuchando mis pensamientos.

Opto por no contestar, pues no podía hacer otra cosa más que mantener mi vista en los ojos de Austin.

— Se encontrará bien —continúa—. Te lo prometo. Es un tío fuerte.

— Estoy aterrado, Car. Si algo le pasa nunca sería capaz de perdonármelo. —Contesto con un hilo de voz.

Apoyo mi mano en su pecho y siento como su corazón late entre intervalos muy estrechos mientras el mío, por el contrario, va a la misma velocidad que la furgoneta.

— Hemos llegado —anuncia Caroline—. Iré a buscar a un médico. Todo irá bien, Ay.

Asiento con la cabeza por primera vez mirándola a los ojos y espero lo que me parece otro tercio de eternidad. Cuando los doctores llegan corriendo, todo sucede demasiado rápido que no logro recordar cómo fue que se lo llevaron.

— Ven, te conseguiré una habitación para que estés cómodo mientras esperas a tu chico. —Dice una enfermera con un tono de voz tan dulce que me recordó a mi madre—. Aquí afuera está helando.

— Gracias —contesto—. Pero quiero estar con él. ¿Dónde lo han llevado?

— ¿Cómo te llamas? —continúa, evitando la pregunta.

— Ayden.

— Bien, Ayden. Quiero que pongas atención a lo que te diré —afirmó mirándome directamente a los ojos y recordándome aún más a mi madre, lo que me reconfortó bastante—. Nadie más que los doctores están autorizados a entrar a la sala dónde...

— Austin —respondo con el mismo tono de voz que había mencionado mi nombre.

— Austin —repitie y asiente con la cabeza—. Dónde Austin se encuentra... Así que debes ser fuerte y tener paciencia.

Mientras menciona las últimas palabras, la enfermera me acompaña hacia una habitación para que me recueste e intente dormir un rato. El olor al hospital me parece el más desagradable de todos. Los recuerdos que tengo en este tipo de lugares no son para nada lindos. Mi padre murió en un sitio como este luego de estar postrado en una cama luchando por salvar su vida.

— ¿Cómo te llamas? —le pregunto mientras me quito los tenis.

— Elena.

— ¿Y por qué cuidas tanto de mi, Elena?

— Pues, yo diría que hoy es tu día de suerte — contesta—. He estudiado con Caroline en la universidad de medicina y fue ella quién me ha pedido que te cuidara mientras se encargaba de llenar el ingreso de Austin al hospital.

Inmediatamente recuerdo lo que él me había dicho. Sus padres no pueden enterarse que está aquí. Espero que Caroline recuerde falsificar los papeles.

— Elena, ¿puedo pedirte un último favor?

— Si, adelante —replica dedicándome una mirada por encima del hombro mientras termina de acomodar las mantas de la cama.

— Dile a Caroline que no se olvide de lo que le he dicho acerca del papelerío del ingreso. Ella sabrá de lo que hablo. —Resumo para no entrar en detalles.

Mi Casualidad Eres TúWhere stories live. Discover now