Único

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Se detuvo un par de pasos antes de llegar finalmente a la entrada y sacudió sus hombros con un grácil movimiento. No había pasado mucho tiempo desde que, habiendo llegado desde el norte de Seúl decidió darse una vuelta por aquel lugar que antes habíase llamado su atención no una, sino dos, tres, cuatro veces; quizás eran más, pero no tenía que admitirlo realmente.

Terminó de moverse un poco más hasta alcanzar el pomo de la puerta, la empujó, primero asomando su cabeza y luego invitándose sonriente a sí mismo a ingresar ignorando el cartel de "Cerrado" que se tambaleaba de un lado a otro.

—Solo será un momento —se dijo y al instante sonrió, la calidez de aquel local y la agradable esencia de café recién preparado golpearon cálidamente su cuerpo haciéndolo estremecer y casi saltar de algarabía.

Sus piernas se empezaron a mover solas hasta arrastrarlo a una mesa algo oculta del local. Fue después de quitarse el abrigo y colocarlo en el respaldar de la silla conjunta que escuchó una conocida voz llegar a sus oídos.

—¿No has leído el cartel amigo? Estamos cerrados.

Ante tales palabras no pudo más que ahogar una sonrisa irónica en un corto y bajo, muy bajo bufido. Lo ignoró casi por completo y corrió la silla para poder sentarse y verle de frente.

—Amigo, he dicho que esta-

Las palabras del chico murieron en el ápice de su lengua antes de poder continuar aquella frase. ¡Oh! Ahora sí que entendía todo. Hizo una mueca de desagrado al reconocer la figura sentada a unos metros de sí como la del arrogante Chanyeol.

El mencionado se enderezó sobre su asiento tanto como su metro ochenta y siete se lo permitía y en aquel instante el segundo retrocedió sobre sus pasos, casi como por costumbre sucedía. El menor de ambos ya no se sorprendió cuando aún contra su voluntad colocó una taza de caramel macchiato y compartió junto al incauto la mesa sosteniendo entre sus manos su propia bebida caliente.

—Oye dulzura ¿café amargo de nuevo? —la sonrisa con que pronunció la frase no estaba muy lejos de ser atrevida y a pesar de lo mucho que su brebaje ardía la guio hasta sus labios y tomó cortos sorbos de éste.

—Do Kyung Soo para ti —corrigió, omitiendo la pregunta pronunciada por el mayor, aunque, en realidad aquella no necesitaba aparente contestación.

Como si estuviesen sincronizados, ambos se encogieron de hombros y bebieron de sus respectivas tazas en silencio, sin mirarse y con las piernas moviéndose algo ansiosas bajo la mesa.

Do no recordaba cuánto tiempo llevaba esa extraña costumbre. El alto pelinegro de apellido Park llegaba cada cierto tiempo, cuando el sitio no tenía ni una sola alma entrando y saliendo del establecimiento, excepto, claro está, la de él mismo, se sentaba sin emitir palabra y esperaba algo caliente para beber.

Tampoco sabía por qué permitía que las cosas transcurriesen de ese modo. A él no le caía nada bien, ciertamente podía haberlo echado el primer día, o la siguiente semana, o quizás la siguiente semana después de las muchas pasadas, pero aquella rutina ya estaba cumpliendo la primera estación de antigüedad y se sentía incapaz de romperla ahora. —Es la tonta costumbre —solía decirse mientras terminaba de servir los brebajes que compartían en común monotonía.

—Ha pasado mucho tiempo desde la última vez. Pensé que habías decidido finalmente, no volver —Añadió, sabiendo de antemano que el mayor no pensaba llamarle al menos por su nombre ni una sola vez de lo que durara su molestosa vida.

—Fue una opción. —confesó Chanyeol ignorando el vibrar del móvil dentro de su bolsillo. —Nuevamente me has ofrecido caramel macchiato.

—No sé aún si lo prefieres sobre el mocca. ¿Podrías al menos decir lo que quieres? —el menor de repente bajó la mirada algo avergonzado y murmuró unas maldiciones, Park sonrió gracioso porque claramente notó que el propietario del local había entendido más que de sobra la doble dirección con que tal petición, que no debía haber pronunciado, contaba.

—Podría, pero —sus manos jugaron con el asa de la taza y agregó viéndolo fijamente — más importa lo que tú quieres.

Kyung Soo rodeó su taza sintiendo el calor que emitía ésta a través de la porcelana. Suspiró con pesadez antes de llevarla nuevamente a sus labios y beber el amargo líquido. Se limitó a verlo un instante, estudiando entonces las acciones contrarias.

Miradas imperceptibles, curiosas, algo juguetonas tal vez y esa mueca arrogante en forma de sonrisa que siempre solía arrastrar, secretamente le gustaba y añoraba verla todo el tiempo.

¡Oh! Park Chan Yeol era todo un misterio, un exquisito misterio.

Y siguió observando, jugando a ser capaz de descifrarlo, quizás cada detalle del cuerpo de tal completo desconocido, ya que, no contaban todas las veces que apareciendo sigilosamente compartían apenas unos cuantos monosílabos que no se relacionaban a ellos.

Su estilizado rostro, agraciado, pálido, limpio, sin marcas; la forma en la que su maxilar parecía afilado pero no lo era en exceso, como sus pómulos le sabían dar una expresión noble y seria a la vez, aunque tal apariencia desaparecía en ocasiones para dar paso a algo más atrevido, descarado y suspicaz. La manera en cómo independientemente de lo que vistiese, no era difícil notar sus marcadas clavículas.

Como sus manos, con dedos delgados y largos se abrían camino entre cada hebra de cabello oscuro ligeramente despeinado. Sus ojos de un profundo negro que brillaban con intención y esa forma que con ella lo sostenía mientras hablaban, o parecían hacerlo.

No sabía realmente. Pero lo mejor de todo, era aquello que nunca pensaba admitir en voz alta, sus labios. Sus finos labios por lo general separados uno del otro cuando observaba en plenitud algo que llamaba su atención o sabía simplemente le fascinaba.

Aquella curva que se dibujaba cada que sonreía, sea de disimulo o de ligera diversión. Cómo los mordía con juerga cuando lo sabía avergonzado. Y en especial la suavidad con que los sintió cuando no hacía tanto tiempo atrás, su sensata y típica despedida fue reemplazada por un anhelante roce de labios.

—Mírame. —Y casi juró haberlo estado haciendo, pero entre sueños su mirada había caído perdida en un mar de sensaciones. —Por solo una última vez —Obedeció no negándose a nada de lo que la voz pedía.

Cuando sus ojos conectaron con los punzantes ajenos del mayor, Kyung Soo, sintió que le absorbía el alma, sabiéndolo, ambos haciéndolo, teniendo que hablar y sin embargo ninguno sabiendo cómo empezar.

—¿Hay alg-? —Sus palabras fueron inmediatamente interrumpidas.

—Juro que no lo sabía. En ese instante al menos. Fue un mero impulso —levantó la mano indicándole que le quedaba algo más por decir. Do asintió y guardó silencio —No mentía cuando decía que había sido una opción no volver más, pero, he cavilado mucho acerca de esto y entendí que la respuesta está en ti. Solo dime, siendo sincero ¿Te molestó?

—No.

El mayor se atrevió, dejando aquella arrogancia característica de su persona a preguntar, con miedo latente en su voz lo que flotaba en el aire desde que con arranque ingreso al lugar.

—¿Quieres que se repita?

—No me agradas del todo, pero quizás. —fue la única frase que Soo fue capaz de responder, un poco avergonzado, pero aliviado pues sabía que si decía lo contrario estaría arrepentido de por vida.

—Entonces, no hay más que decir dulzura.

Y lo obligó a levantarse junto a él de su silla, jalándolo de inmediato hacía donde se encontraba y atrapando sus labios en un verdadero beso.

Fin.

{ChanSoo} Un amor asíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora