Del guztazo al trancazo

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Con las voces de la radio Ya despertó el joven la mañana del viernes, se alistó y lo despidieron sus tres hermanas quienes más temprano habían despertado para hacer sus labores: barrían, sacaban basura y recogían agua en baldes y pilas, pues la cortaban a las ocho y quince minutos todos los días . Tomó la ruta a las siete, sin tomar en cuenta el retraso del transporte ni el camino a la sección de clase, tarde como siempre. Bajó del bus, sacó un pañuelo, secó el sudor de su frente que se mezcló con su perfume barato y corrió de nuevo a clase para que el secado fuese vano.

Muchos números, integrales, fórmulas matemáticas, el cálculo le resultaba fácil, así como hacer amigos de toda calaña, entre ellos estaba el famoso Iván, un joven que llevaba años con las mismas clases y sus amigos lo conocían por la Rata.

Casi anochecía y un deseo había crecido en su pecho, una herida en el hígado estaba abierta. Vamos al bar, le dijo su amigo la Rata. Vámonos; trabajé muy duro hoy, contestó el joven. Llegaron a aquel bar cercano, las paredes eran solo cuatro, al fondo el baño y detrás de la barra una extraña cocina, la pintura se descascaraba, trataron de adornar con una pintura del maestro Raúl Marín, dos casitas de madera con barniz, un plato de barro de esos artesanales que cuelgan a la pared y confeccionan en Masaya y una rústica roconola para dar ambiente y tratar de cohibir el olor a orines invadía el lugar y golpeaba la nariz de todo el que entrara; las sillas eran de plástico, viejos y curtidos los vasos donde espumaba la fría y refrescante cerveza.

Pasaron las horas como los litros;

notaron que el mesero era un poco amanerado, y les sonreía mucho, se rieron.Mientras se hacía más negra la noche, una vez más Unión Fenosa provocó un apagón que ni para verse las manos alcanzaba luz. El bar oscuro y la salida cercana le pareció excitante a la famosa Rata, tanto que repentinamente se levantó de golpe y dijo al joven: Te quedas a pagar todo si no salís corriendo. El joven, como si de muerte se tratara salió detrás; el pánico se apoderó de él, olvidó las risas, sollozos y quejidos en el bar, sé olvidó también de la moral que tanto cultivo su difunta madre e iba riendo para ocultar su nerviosismo.


Al día siguiente, el joven despertó con los mismos anuncios de la radio Ya, las baldadas de agua que recogían sus hermanas y un poco de mareo, miró el reloj y corrió al baño, se echó cuatro panas de agua y corrió a tomar el bus a la universidad.

Al llegar a clases el joven se vio medio apenado, pues, todos los compañeros se rieron de su perversa fechoría que con tanto gozo había contado la Rata, hasta el profesor se vio implicado en la alharaca, por eso el joven sentía aún más vergüenza, le parecía que seguía en secundaria e iban a poner quejas a su tutor, le aterraba que ocurriera, pues, en su casa nadie sabía que tomaba.

El día se fue muy rápido y volvió para almorzar a la vieja colonia donde vivía; a lo lejos, miró a dos hombres uniformados de celeste parados en la puerta de su humilde casa, eran dos policías. No quiero estar preso en vacaciones ¿qué van decir mis hermanas? ¿Qué hago? , pensaba y como lluvia en charco las ideas revolvieron su conciencia; De inmediato decidió ir al bar a pagarlo todo, gracias a dios tenía dinero, temprano le encargaron pagar el recibo de la luz, pensó que luego lo repondría.

Camino al bar sonó su teléfono y su corazón se detuvo por un instante, Era su hermana, ahora estaba pálido, seguro ya se enteró del robo ¡Qué desgracia! ¡Cómo voy a caer preso!-se dijo a sí mismo- no contestó y apresuró su paso.

Cuando por fin llegó al bar después de una larga tortura, su consciencia se empezó a calmar un poco cuando vio al dueño del bar actuar inexpresivo, aunque a cada paso que daba hacia él se le iba derritiendo la cara de la vergüenza; logró balbucear una disculpa, soltó una que otra verdad para que notara el dueño del bar su sinceridad y arrepentimiento y así se apiadara de él y su orden de captura; el dueño del bar nada más asintió con la cabeza a cada una de sus palabras y hasta mostró una sonrisa que pareció fingida, retrocedió dos páginas en el cuaderno de las cuentas y anotó al final de una gran columna de números; se lo mostró al joven y trató de sumar, como para olvidar aquél momento incómodo entre los números, pero el momento venció sus habilidades matemáticas, aunque alcanzó a ver que en la cuenta había una botella de Ron Plata, que no recordaba pero tampoco quería preguntar, pues podría ser que se molestara si de "cara de barro" se negara a pagarla y que nunca quitara esa su orden de captura, sacó el dinero de su billetera pagó la gran suma y se marchó.

Durante su viaje de vuelta a la casa se preguntaba:

¿Porque el dueño había actuado inexpresivo? ¿Habrá puesto una orden de captura? En todo caso me lo hubiera advertido creo, o será que tal vez quiere hacerme pagar el crimen, por eso su risa fingida, o más bien, ahora que lo pienso, era maliciosa, vengativa; quién sabe, porque cómo habrían hecho los policías para dar con mi casa, ¡Dios santo! ¡Ya me acordé! quizá fue por la cédula que enseñé para poder entrar, y creo que le gusté al mesero que me la pidió, por eso recorda mi nombre, también mi portaplanos me delata, soy de ingeniería puede que fueran también hasta mi universidad aquí cerca; no, es imposible, la policía ni con los asesinatos hacen tales investigaciones, pero porqué habían dos en mi puerta y hasta parecían desesperados, creo que si era buscándome.

Llegó a la casa, ya estaba oscureciendo, cabizbajo y con miedo, abrió la tosca verja y tocó la puerta de madera, había olvidado la llave, al rato abrió la puerta una de sus hermanas, a quién ni saludó por temor a algún reclamo, pasó por el corredor sin ver a la sala principal ni siquiera a la cocina pues no había almorzado aún, abrió rápido su cuarto y se encerró.

Trató de hacer su tarea de física, tratando de olvidar lo sucedido, pero los sonidos en la casa lo tenían muy nervioso, más los de la verja, pues, el pensar que alguna de sus otras dos hermanas hubiesen sido informadas de una orden de captura le atormentaba y aquéllas no tardaban; pensaba muy nervioso el joven: pero si mi primera hermana no me regañó quizá no ha pasado nada, bueno pero ésta trabaja en la tarde, cuando ellos vinieron, quizá fue a las otras dos que informaron y como ésta no tiene celular no han podido avisarle, un momento, pero a mí no me han vuelto a llamar... no, no, seguro me quieren regañar en persona...

!Prant! tronó grave la de madera al arrastrarse ¡Chrin! Abrieron la verja con los molestos rechinidos de siempre, su corazón ahora empezaba a zumbar, sonaron la aldaba; Las puertas sonaron al revés, van de salida, pensó y se alivió el joven, se impresionó cómo la adrenalina había puesto tan agudos sus sentidos y su cerebro estaba a todo motor, se sintió inteligente, pero más como un villano no como el buen detective.

Más tarde, se escuchó otra vez la vieja verja, y un par de pasos interrumpidos, como si viniesen ocupados en algo, tal vez leyendo algo ¡las tres divinas personas! quizá una orden de captura, pensó; los pasos se acercaron a su cuarto más y más ¡Toc, Toc! Sonaron un par de nudillos contra la madera, el joven sudaba, y en vano trató de recordar las excusas planeadas con suma especulación, pensó en su amigo, el bar, la Ron Plata, los policías, y hasta en los violadores de la cárcel- ¿no vinieron unos policías?- Gritó la voz de su otra hermana; el joven, confundido pero aterrado, contestó y sin abrir la puerta: No. De inmediato agregó con voz medio quebrada: ¿por qué?,  Ah-contestó su hermana- es que les lavé una ropa ayer y tenía que dárselas, seguro ocupan los uniformes, pobrecitos, por eso te llamé para que se los dieras y para acordarte que pagaras la luz...

Del gustazo al trancazoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora