El sonido ensordecedor de tus vecinos de arriba ocasionó que despiertes. Aunque la pereza de abrir los párpados no se apartaba de tu mente ni por un segundo.
Sin más remedio y porque llegarías tarde al desayuno familiar en el hotel Los ricos son bienvenidos, abriste los ojos. La luz del sol penetraba la habitación iluminando cada pequeña parte de esta.
Estabas apunto de apartar las sabanas de tu cuerpo cuando escuchaste... ¡Santo cielo!
Abriste la boca de par en par al ver a un chico durmiendo en tu cama, ¡en tu cama! Pero... ¿Cómo pasó eso? Trataste de recordar cómo fue que había llegado hasta ahí y... Oh, ya lo recordaste.
No fue esa noche cuando llamaron a tu puerta y te encontraste con el chico que te miraba con una sonrisa todos los días al llegar al hotel donde te estabas hospedando, preguntó si podía utilizar tu teléfono debido a que le habían chocado el auto y la batería de su teléfono estaba muerta.
Después de unas cuantas copas y unos tragos de vodka, bueno, era evidente lo que había pasado...—¿Por qué me estás viendo mientras duermo? —preguntó aún con los ojos cerrados.
Te sonrojaste y apartaste la mirada hacia la ropa regada en el suelo de la habitación.
—Olvidé que te quedaste. —Admitiste aún con ese rubor en tus mejillas— Es de día ya.
No hubo respuesta sino hasta después de unos segundos cuando esas pestañas negras se abatieron varias veces y esos ojos azules adormilados te miraron. Su boca se curvó en una sonrisa.
—Buenos días, (tn).
—Hola. —su rostro se acercó al tuyo y posó tímidamente sus labios sobre los tuyos. En su aliento aún se sentía el alcohol de la noche anterior. Su aroma conservada ese aire embriagador de siempre— ¿Do... Dormiste bien?
Acarició tu rostro con la yema de su dedo pulgar.
—Perfectamente. Fue una noche...
—Divertida —dijiste tímidamente.
Él arqueó una ceja.
—¿Divertida?
—Eh, no divertida, sino, ya sabes, buena. No buena, muy buena —tu balbuceo ocasionó que se riera.
Sus labios volvieron a los tuyos sin titubeos, te besó con un poco más de atrevimiento que la vez anterior ocasionando que tus músculos se tensarán y los vellos de tu nuca se erizaran como flechas. Pasó su mano por tu espalda desnuda y la acarició despacio. Tu mano pasó a su nuca acariciando su oscuro cabello, hundiendo tus dedos en el mismo.
Sus besos comenzaron a desviarse hasta tu cuello y fue ahí cuando comenzaste a recordar escenas de la noche anterior, la fiereza de sus labios contra tu piel y la sensibilidad de acariciarte tan lentamente. Depositó un beso en el lóbulo de tu oreja seguido de un leve roce con sus dientes, tuviste que morder tus labios para evitar jadear.
Pero, oh no... La puerta estaba siento golpeada. ¿A quién demonios se le ocurre visitar a tan tempranas horas de la mañana? ¿Y más cuando hay un tío buenísimo en tu cama?
—Se... Se... Sebastian —lo llamaste en un susurro—. A-alguien llama.
Besó tu cuello mientras acariciaba tu torso.
—No abras.
Cerraste los ojos mordiendo tus labios.
—Tengo que abrir, pu-puede ser importante.
Se alejó unos a centímetros de tu rostro y te miró serio, luego sonrió mostrando su perfecta dentadura y te besó de nuevo, aferrándote a él.
—Pero no tardes —dijo.
Te levantaste solo Dios sabe cómo, enrollaste un sabana en tu cuerpo y con las piernas aún temblando caminaste hacia la puerta. Te reíste de la cara de Sebastian al mirarte cubriéndote con la sabana y abriste a la impaciente persona que llamaba a tu puerta.
—¿MAMÁ?