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Los latidos de su corazón se aceleraron mientras entraban poco a poco en el paisaje imperecedero y definitivo de aquel extraño y densísimo limbo de la existencia. Su respiración, por su parte, se agitó con gran fuerza, con la misma pulsión de una luna que desea conocer los secretos de sus diversas pasiones, de sus ecos más infinitos. Todo ello, debemos decir, ocurrió en el mismo instante en el cual sus brillantes ojos de color miel se encontraron de frente con la enérgica y avasalladora mirada de aquella otra mujer, de aquella lírica y peligrosa variante literaria. "Así que ella es la famosa chica de la espada", pensó Denise mientras observaba a la bella y mortífera Scarlet. Mientras observaba aquella chica en cuya mirada se daban cita todos los relámpagos que alguna vez el cielo exclamó mientras la eternidad se desinmortalizaba a sí misma con las caricias más intensas de la brisa. Una mirada que la dejaba a ella perpleja, estática, que la dejaba incapaz de poder hacer libre uso de sus cinco sentidos. Era imposible que la dulce y bella Denise no se sintiera como si estuviera ante la mirada de una víbora sumamente venenosa que está a punto de atacar. Por ello mismo ella decidió no decir ni hacer absolutamente nada. Dumet, por su parte, sirviéndose de sus muletas, comenzó a acercarse a la mesa de aquel restaurante en la cual se encontraba Marcel Larkin junto a su bella y letal enamorada. Un experimento literario, entretanto, les apuntaba con un arma de fuego.

—Siempre, bajo el tapizado suelo de cada estrella, hay momentos pasados que brindan entre sí —comentó Marcel.

—Lo sé, las almas necesitan de cuando en cuando de esos momentos —dijo Dumet, a modo de respuesta, con un tono de voz firme y mientras se seguía acercando a la mesa del señor Larkin, quien, al parecer, junto a su bella y letal acompañante, eran los únicos clientes que poseía aquel restaurante en aquel momento, si es que se le puede llamar cliente del restaurante a alguien a quien un mesero del lugar le punta con un arma.

—He visto las olas del mar, Dumet. La Tierra entera desea desnudarse en cada una de ellas.

—Solo has visto lo que el iris de la amatista o de la canción inacabada con la que escribo te ha permitido observar. Recuerda lo que te dije esa vez, mi buen amigo: nunca estuviste en la explosión del auto. Nunca has estado en el pasillo que en su momento conducía al salón de té de tu destruida casa de campo.

—Sé que tengo alma. Digas lo que digas.

—Un alma que yo inventé con el poder de la significación. Eres una creación mía —aquello último lo dijo Dumet Saúl Portela en el mismo instante en cual llegó junto a aquella mesa del restaurante que mencionamos, y tomó asiento.

—Si es cierto que soy una creación tuya, bien sabrás, mi amigo escritor, que este invento literario de camarero apuntándome con un arma no podrá detenerme ni en el mejor de tus sueños. Si yo quisiera, antes de que él pestañee ya estaría muerto.

—Bueno, quisiera ver qué es lo que vas a hacer. Todo creador es curioso con su creación.

De alguna forma, allí, en aquel lugar, las distintas reciprocidades del silencio viajaban en la fluídica corriente de lo incierto. La fría hondura de un latido de muerte ansiaba bruñir todas las almas que encontrara para poder hallar en ellas el brillo del último misterio. Nunca antes la descascarada silueta de lo absoluto había sido tan visible, tan palpable, tan cercana, y al mismo tiempo tan dolorosamente insospechada. Marcel Larkin hizo un curioso gesto teatral con su mano. Un ademán con el cual de alguna forma expresaba que no le interesaba mucho que digamos lo que Dumet le estaba diciendo. Por esa razón, él tomó unas hojas que estaban sobre la mesa y con una fina y metalizada pluma estilográfica comenzó a escribir algo. Algo imposible de determinar con precisión ya que allí el tiempo dependía del poder de la metáfora. Al cabo de unos diez o quince segundos, el camarero que estaba allí a modo de invención de la palabra dejó de apuntarle a Marcel y, en lugar de ello le apuntó a Dumet.

De las inercias de la piel a un mar de constelacionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora