Aclarando

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Pasaron los días y Susan y Franchesco hicieron todos los preparativos. El recorrido comienza en una pequeña población a unos 80km de Genova, la ciudad más cercana. Luego irían a Genova y luego a Cesena. Luego pasarían por Milán y culminarían en Roma. El vuelo principal era de Nueva York a Roma, pero este recorrido fue creado así para que, por si los pueblos no resultaban del agrado de Susan, se terminara llevando igual una buena impresión luego al visitar Roma.

Ya era jueves de nuevo, y el vuelo saldría dentro de dos horas. Eduardo la acompaño hasta el aeropuerto.

-Bueno amor, solo es una semana- Le dijo Susan.

-Una semana sin Sexo- Replicó Eduardo. Susan sonrió.

-Espera a la noche de bodas.

-Está bien- Suspiró él- Te Quiero.

-Yo te amo. Feliz semana.

Susan bajó del auto y el chofer le llevó la maleta hasta la zona de carga. Eduardo no bajó del auto.

+Vuelo 38 a Roma-Italia+ se escuchó la voz en los altavoces. Ella fue y cargó todo. Durmió casi todo el vuelo, todo fue bastante tranquilo.

Al llegar, tomó su enorme maleta y se dirigió a la zona trasera donde salían los vuelos a los pueblos.

-No hay vuelos hacia allá- Le dijo el señor en la cajilla casi riendo- Esa es zona restringida para aviones.

-Tiene que ser una broma.- Replicó Susan algo alterada.

-En lo absoluto. Pensé que que usted era la de la broma cuando me mencionó un vuelo hasta allá.

-¿Entonces cómo llego hasta allá?

-El único modo es en helicóptero y auto. Helicóptero duraría unas 2 horas. En auto unos tres días.

-¡Qué? No puedo esperar tres días.

-Los helicópteros acá te cobran casi igual que los taxis. Puede pagar uno hasta allá.

Susan salió frustrada y se dirigió hasta la zona de aterrizaje de los helicópteros.

Al parecer, todos los vuelos estaban apartados, no se podría viajar ese día. Susan quería llorar, pero se mantenía lo más fuerte posible.
De repente, surgió una luz. Bueno, metafóricamente hablando. Era una sujeto pequeño y regordete, con barba desorganizada, pero una enorme sonrisa.

-¿Latina, no?- Le preguntó a ella con su acento italiano.

-Sí, ¿Y usted es?- Le respondió Susan.

-Soy Mariano Giusseppi, para servirle- Explicó, y le besó la mano.

-Susan, Susan Janett- Respondió ella con una sonrisa fingida.

-Me he enterado de que necesita un helicóptero.

-¡Sí!- Respondió Susan cambiando totalmente su estado de ánimo.

-Pues, puedo llevarla por 200€ a donde necesite.

-Pues, necesito ir hacia acá- Dijo ella señalando el lugar en un mapa que sacó de su cartera.

-Oh -Dijo él colocando los ojos como platos- comprendo. Son 300€.

-¿Qué? Pero me acabas de decir que son 200€.- Respondió Susan algo enojada. Él sonrió.

-En definitiva usted no tiene idea de a dónde se dirige.- Ella lo pensó por un momento.

-250€- Ofreció Susan.

-Hecho- Dijo Mariano- Sígueme, el helicóptero está por aquí.

La guió a un helicóptero realmente horrible y pequeño. Daba miedo de solo mirarlo.

-¿Y sí vuela?- Preguntó Susan dudosa.

-En definitiva sí. Marta nunca me ha fallado.

-¿Marta?

-Ella se llama Marta- Dijo refiriéndose al helicóptero. Ella lo miró de arriba a abajo.

-¿Nos vamos?- Preguntó ella.

-¡Por supuesto!- Asintió Mariano.

Fue un viaje largo. Susan aguantó las historias de Mariano durante las horas de vuelo, con turbulencias como las del despegue de un avión, pero durante todo el camino. Aterrizaron en un gran campo de pasto, pero al parecer Marta se dobló un tobillo, porque cayeron fuertemente. Al aterrizar, ya estaba el guía esperándola.

-Hola. Espero hayas tenido un buen viaje- Dijo con voz grave un sujeto fornido, cabello y ojos cafés, una barba corta de un par de días, y sobre todo, realmente alto. Tenía unos jeans y una camisa roja a cuadros, estilo leñador. Tenía las manos grandes, y los brazos velludos. Hablaba con acento latino, lo cual era algo extrañable.

-Ni tienes idea- Dijo Susan de mala manera.- ¿Planeas ayudarme a sacar mi maleta?- El guía se contuvo de responder, y bajó la maleta.
-Bien, ¿A dónde vamos?- Preguntó Susan.

-Iremos a la población- Respondió él, y colocó la pesada maleta sobre su hombro, sujetándola con un brazo.
-¿Nos vamos?

-Adelante, tú eres el guía.

Comenzaron un camino corto, de unos 500mts, pero para Susan, que iba con zapatos altos y vestido, fue un fastidio. Hacían unos 10 grados centígrados, y ella no llevaba chaleco. Se fue quejando todo el camino, mientras el guía no hacía más que colocar los ojos en blanco. Llegaron a una pequeña casa, en una pequeña población. La casa estaba llena de polvo, con telas de araña en cada esquina del techo.

-Mi maleta no se quedará aquí- Replicó Susan.

-Tranquila, le harás buena compañía- Respondió él.

-¡Cómo?- Exclamó ella.

-No grites linda, ya hay bastante eco.

-¿Y planeas que duerma en esta pocilga sucia?

-No, obviamente no. Planeo que duermas en esta pocilga limpia- Dijo él serio, al igual que el resto de las frase que ya había pronunciado.

-¿Y planeas limpiarla?- Interrogó ella. Él colocó una sonrisa a medio lado y se volvió a ella, mirándola a los ojos.

-Mira preciosa, aclaremos algunas cosas: Primeramente, soy tu guía, no tu asistente. Yo puedo dormir tranquilamente afuera con el frío, pero dudo que tú lo resistas. Por eso la casa. Ambos la limpiaremos. Segundo, no te refieras a mi como si lo único que se me ocurre es servirte, porque sinceramente, ni se me pasa por la cabeza. Haremos esto juntos. Estaremos aquí hasta el domingo, así que, te agradecería poner de tu parte, ¿Sí preciosa?

-Creo que se te olvida que yo soy quién te paga y...

-No me interesa tu dinero linda. Le hago un favor a mi primo, Franchesco. Ahora, comencemos, que oscurecerá pronto.

-Vale- Respondió Susan.

La Reina y el Capitán (Nueva Versión)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora