La universidad lucía diferente. Quizá mi carente asistencia contribuía un poco a mi renovaba visualización del plantel. Los pasillos estaban atestados como de costumbre, pero sentía que no encajaba. Me sentía como el primer día y le hallé la razón a mi cabeza.
Vi por las ventanas hacia afuera y César se acababa de apoyar en su taxi, para poder darle paso a una chica que iba a entrar en él. No me lo creía, pero César de verdad fingía ser taxista, para poder quitarles la plata a las personas.
Me sentí incómoda, con la cinturilla que rodeaba mi pierna izquierda por debajo de mi falda. La pistola me hacía cosquillas cerca de la pelvis, así que con sumo disimulo y cuidado, la retiré y me acomodé la pretina de la prenda de vestir.
Al girar en una esquina, me choqué de frente con el pecho de Raúl. Mis piernas querían correr, pero me mantuve firme.
— Es un milagro que estés aquí. Me preguntaba si volvería a verte. —Soltó, recogiendo unas llaves que se le había caído. Asentí nada más, porque mi lengua se puso lenta— ¿Adónde fuiste esa noche?
—Tú no llegabas y un sujeto estaba acosándome.
—Lo siento. Definitivamente esa no fue tu noche. –Dejó salir una media risa, como queriendo alivianar un poco el pesado ambiente—Cuando llegué no estabas, me enojé con el tipo porque supuse que había sido culpa de él. Al otro día fui a tu casa y tu primo me dijo que te habías ido de viaje.
¿Mi primo?
Rápidamente recordé que César se había presentado como mi primo, esa noche en el antro. No sé cuántos segundos pasaron desde que mi mirada se perdió, pero me descubrí asintiendo.
—Fui a Cali a visitar a mamá—Mentí.
— ¿Y acabas de llegar? Es decir, llevas dos semanas sin venir a la universidad.
—Sí, llegué hace unos días, pero no pude asistir a clases. Sé que ya perdí el semestre, así que vine a recoger algunas cosas.
—Te acompaño.
Fuimos y hablamos con los profesores que me daban clases. Algunos estaban en la cafetería, otros estaban en la zona de fumadores y otros en la biblioteca. Decirles que no pensaba volver a estudiar fue difícil tanto para mí como para ellos, creo. La decisión la había tomado días antes, cuando entendí que no podía seguir intentando llevar una vida normal.
No la había tenido y no la tendría.
Raúl se comportó todo el tiempo como un caballero y no sabía cómo sentirme al respecto. Días atrás yo había podido estar segura que él era uno de ellos, pero ahora, con su basta preocupación y su falta de información, supe que era imposible.
La pistola nuevamente se deslizó a mi entrepierna y la correa me rozaba la piel, quemándome. Le pedí que fuéramos al baño y él aguardó afuera, mientras caminaba hasta el último compartimiento del baño femenino para poder cerrar con pasador y levantarme la falda.
Mi piel ya se había tornado de un color entre morado oscuro y un carmesí brillante. La solté y colgué del gancho que estaba adherido a la puerta. Me la sujeté en la otra pierna y la aseguré con fuerza, evitando que cayera y fuera todo un total desastre.
Cuando terminé de acomodarme todo, salí y me vi en el espejo. No lucía como la chica de hacía cuatro meses, pero temí cuando sospeché que no era el final; me esperaban muchas cosas peores.
Fuimos a la cafetería, porque él decidió pasar toda la mañana conmigo, en lugar de ir a clases. Me sentí mal por una parte, pero su compañía me sentaba bien. Era bueno no estar siempre rodeada del círculo de sicarios.
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SANGRE Y PÓLVORA │COMPLETA
AksiElla está en peligro. Quieren asesinarla y no sabe el por qué. Tiene ocho meses para huir de la muerte, mientras descubre la identidad de sus enemigos y el motivo por el que quieren matarla. Sin embargo, hay algo que debe saber: Todos le mienten. ...