La niña del puente

9 0 0
                                    

La Niña Del Puente
En la lejanía de Seattle, o en sus afueras para ser más preciso, se encuentra un río de aguas profundas y tranquilas en meses sin lluvia. Atravesando aquel río, se encuentra un bonito puente hecho para cruzarlo.
    En los límites de Seattle, vivía una chica de 16 años cuyo cabello, castaño claro, hacía que pareciera una niña; cuyos ojos, tan claros como la miel, permitían la penetración de la luz en su claro y tal timidez que hacía creer que el mundo iba a atacarlo dentro de poco tiempo. Su nombre fue Layla y esta es su historia.
    A veces me gustaba imaginar que hay un cielo diferente, uno al menos en el que todo siempre cambia, desde los colores y tonalidades hasta las profundidades y destellos. Es una lástima que no sea así, que solamente exista un cielo azul hasta cuando se disfraza con nubes. Allí las cosas nunca cambian, al menos no cambiaban para mis alrededores. Sin embargo, si hablamos de Michael, él siempre tuvo una historia que contar fuera suya o no, fuera real o no lo fuese, pero siempre fueron interesantes y eso que vivía tan sólo unas calles más abajo.
    Michael es para mí como un hermano mayor a pesar de ser dos meses menor. Nos hemos besado por algunas temporadas, hemos hecho el amor unas cuantas veces y hemos llorado, reído, conversado y dormido juntos más veces de las que puedo contar. Aún después de todo, lo veo como un amigo y un hermano al que le tengo la confianza suficiente como para que se adentrase en mi mente y leyera mis pensamientos y deseos más íntimos. Pienso que él es el mayor ya que él es quien me visitaba casi a diario, quien algunas veces me llevaba esa comida que tanto me gusta, pero principalmente, quien me cuidaba de cosas para las que simplemente no estaba preparada.
    Recuerdo la vez en que me di cuenta de que esas cosas empezaron a suceder, que las cosas parecían empezar a cambiar. Fue una tarde de otoño la primera vez que escuché una voz en mi cabeza, una voz que no era un recuerdo o mi propia voz, fue una voz que yo desconocía por completo.
    -Adelante, lo necesitas. Pero ten cuidado. –Dijo aquella voz justo cuando estaba viendo la salida desde las escaleras de la segunda planta. Esa vez mi madre no estaba en casa (nunca lo está, hasta la fecha sólo llega muy tarde en la noche con comida y se va en la madrugada, de modo que casi nunca la veía) y yo estaba totalmente sola. Estaba descalza, no tenia puesto más que una pieza de ropa interior. Con muchas ganas de salir de mi casa (Cosa que no había hecho desde hace cinco años) y desaparecer, subí algo sorprendida y confundida a mi dormitorio por algo de ropa.
    Michael no había ido a visitarme desde hace tres días, lo cual me extrañaba demasiado ya que siempre que no iba a verme, pasaba un papel blanco debajo de mi puerta antes de irse a trabajar. Pero no tuve ni eso de él durante tres días. Tres días en los cuales el único sonido que había salido de mis labios fue una especie de exhalación que se desprendió de mí justo después de escuchar esa voz susurrando esas palabras justo en ese momento en el que estaba casi desnuda y meditando si salir de mi casa por primera vez en casi cinco años.
    Al escucharla no sabía si esas palabras fueron recitadas para mí, ni si quiera sabía si eran reales o no. Pero sé que las escuche y al hacerlo, un escalofrío había atravesado fría y lentamente todo mi cuerpo. Jamás olvidaré ese primer escalofrío generado por escuchar esa voz tan encantadora.
    Después de ver por mi ventana el exterior y meditarlo unos segundos, sin ninguna razón, decidí hacerlo. Tomé la ropa que estaba sobre mi cama (La del día anterior, o anterior a ese sin dudarlo) y con demasiada prisa salí de esa maldita casa, pero justo en el momento de sentir los primeros rayos de luz, choqué con Michael, quien me miró de una forma extraña pero divertida.
    -¿Qué haces aquí afuera?- Preguntó sin quitar ese gracioso gesto. En ese momento lucía pálida de apenas recibir rayos de sol y siempre o casi siempre me encontraba sin fuerzas ya que siempre fui muy delgada, quizá demasiado pálida y delgada para parecer viva.
    -Pues... Algo me dijo que saliera, no sé como expli...
    -¿La escuchaste? –Por dios, gracias a Dios aquella voz fue real.
    -Sí, ¿tú también?
    -Sí, pero te aseguro que te lo decía a ti.
    -Pero ¿Eso cómo pudo ser posible?
    -Te conocen muy bien. Saben como eres.
    -¿Me conocen? –Todavía no sabía de quién había sido aquella voz ni cómo supieron que planeaba salir – ¡Pero si la única persona que me conoce ere tú!
    -Te equivocas. Tranquila, hay una gran explicación para todo esto. –Y en ese momento, me tomó de la mano, me llevó al interior de mi casa, cerró la puerta y subimos a mi dormitorio para que me dijera la respuesta a todas esas preguntas, de donde sacaba tantas historia, y más importante aún quienes eran aquellas voces y que él las escucha desde mucho antes que yo.
    Esa fue la primera vez, después de aquello, comencé a escucharles más seguido cada vez y con más fuerza, comencé a hablar con aquellas voces. Se hicieron mis amigas y simplemente llegó el día en que Michael quiso conocerlas en persona aún sabiendo que la única manera de hacerlo, era muriendo.
    Él me lo dijo, hablamos de eso días, semanas enteras en las que hicimos el amor a todas horas, en las que dejó de trabajar para estar conmigo. Intenté convencerlo de que no era la mejor opción, pero la verdad es que él me estaba convenciendo de que lo era, de que lo hiciera a su lado.
    Pasaron los días hasta que llegó el momento en el que al despertar en sus brazos él estaba viendo fijamente mi blanco techo y al notar que estaba despierta, me invitó a salir, cosa que hice con muchísimo entusiasmo.
    Me llevó a un río que se encontraba bastante apartado de la ciudad, donde podía apreciarse la inmensidad de ésta.
Caminamos un buen rato hasta que llegamos a un puente que atravesaba el río. Él sonrió y me dijo que ese era el lugar. Me miró a los ojos y después me dio un beso tierno en los labios. Yo le respondí con otro beso y nos comenzamos a besar durante un largo tiempo hasta que me miró y me dijo:
    -No es un mal lugar ni un mal momento para morir, Layla. – En ese momento se paró y comenzó a quitarse la ropa, dejándola doblada en el borde del puente mientras yo sólo le gritaba a llantos que se detuviese. Esa tarde el cielo se veía de un tono rojizo, cosa que nunca había visto y mientras más se ocultaba el sol, más brillaba el agua. Pero eso no importaba ahora, pues mi único amigo estaba dando sus últimas palabras. –Nunca cambies, Layla, sólo déjate llevar. –Después de eso, simplemente dejó caer su cuerpo al río desde lo alto del puente, mientras mostraba una sonrisa en sus labios.
        Ese día murió algo dentro de mí. Ya no era la chica que esperaba la comida. Ya no era la chica a la que le aterraba salir a conocer el mundo. Todos los miedos que alguna vez tuve desaparecieron. Fue una lástima que a partir de ahí, desapareció mi apetito. Que desapareciera mi energía.
        No tengo idea de cómo llegué de regreso a casa, pero al llegar ahí y subir las escaleras a mi dormitorio, pero al llegar ahí apenas tuve energía para ir al baño, algunas veces.
    Así pasé aquellas tres siguientes semanas. Sin intercambiar palabras más que con las voces. Lo único que salía de mis labios era llanto. Mis sábanas estaban llenas de orines, fluidos y lágrimas, mas eso no importaba. Mi madre ni si quiera sabía quien era Michael, ni mi estado en ese momento ya que cuando llegaba yo ya estaba exhausta y dormida de tanto llorar; ella simplemente estaba cansada de tanto trabajar, lo suficientemente cansada como para no notar ese terrible y caluroso olor que encerraba mi habitación.
    Así fueron tres semanas en las que mi cuerpo y mi ropa estaban tan sucios de que muchas veces ni si quiera me molesté en levantarme para ir al baño o tomar un baño que me desagrada recordarlo. Todo volvió a cambiar cuando una de las voces, era la suya.
    Ese día lloré más todavía. Me sentía culpable de no haberlo hecho a su lado como él quería. Lo extrañaba. Pero me tranquilizó y me dijo que no tenía importancia, que él estaba conmigo. Me hizo bañarme y comer. Después empezó a recordarme porque se suicidó. Ese día tuve unas grandes ganas de salir de nuevo, así que me puse ropa limpia, le dejé una nota a mi madre que dice que la quiero (Espero la encuentre algún día, pues la coloqué sobre mi almohada y cerré la puerta) y que la extrañaré, pues esa vez sabía porque quería salir, y salí corriendo al único lugar donde yo había visto un cielo diferente.
    Mientras corría a aquel lugar, las voces me habían dicho que me esperaba un regalo de su parte, y al llegar al puente, vi una soga con un nudo y supe que de eso estaban hablando. Al verla me sentí confundida y algo asustada, pero ver ese cielo y escuchar como el viento susurraba "adelante" hizo que me quitara la ropa y quedara completamente desnuda a la luz del día, han igual que Michael. Me senté desde donde él había saltado y me puse a contemplar ese cielo tan espectacular, a sentir como el fresco viento acariciaba cada parte de mi cuerpo causándome escalofríos. Justo antes de que el sol se ocultara por completo, justo cuando simplemente se ve su legado de luz, vi el reflejo de Michael sobre aquel río y supe que no habría mejor cielo si no era con él.
    Me levante. Me coloqué la soga en el cuello una vez que ésta estaba amarrada al puente y di el paso más firme que había dado en toda mi vida.
    Después todo se convirtió en obscuridad y silencio, hasta que escuché las voces, quienes estaban cantando la armonía más hermosa con la que cualquier persona podría soñar y ellas se llevaron mi alma, permitiéndome ver mi cuerpo colgando del puente.

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: Dec 13, 2016 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

La niña del puenteWhere stories live. Discover now