No podia ser cierto...

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Me estiré, el sol me daba de lleno en el rostro. Sabía que lo de anoche había sido todo un simple sueño, sonreí para mis adentros, me levante de la cama y al instante la acomode. Me quite la ropa y abrí el armario, me coloqué un pantalón a la rodilla y una blusa blanca de manga corta, me puse unas botas cafés.

Fui directo al espejo y me hice una coleta alta, y el cabello que quedaba suelto lo hice una trenza, para después darle vueltas sobre la coleta y atarlo bien.

Salí sonriendo y baje a la sala, Lyon estaba tomando algo en una taza mientras desayunaba unos huevos revueltos con pedazos de carne fritos, al verme de tan buen humor arqueo una ceja.

—Estas de un excelente humor hoy, ¿a qué se debe eso? —lo mire sonriendo.

—Hoy partiré traseros en el Coliseo. —Entrenábamos todos los días sin parar y sin descanso. Por algo todos estábamos en tan buena forma.

—Hoy no hay entrenamiento Vero. —Lo mire boca abierta.

—Sos un mentiroso, siempre entrenamos. —me miró sorprendido. Había usado el tono de princesa que aún no olvidaba. Por desgracia.

—Vale princesa, ¿por qué no mejor vosotros vamos al bazar a ver cosas? —Lo mire encantada, hace mucho que no íbamos allí.

— ¡Claro! —Lyon dejó de comer y levanto el plato y el vaso dejándolo en la cocina, su cuerpo de espaldas era lo mejor, ahora solo traía unos pantalones cafés y una camisa blanca con sus botas de piel cafés.

Fui arriba tomando el pequeño bolso con dinero y atándome lo al pantalón, baje rápidamente y Lyon ya estaba listo, cuando salí subí inmediatamente en Diamante.

—Espero encontrar algo que me guste. Quizá un vestido —mire a Lyon que se soltó a reír.

—Hace años que no usas un vestido. —Reí al igual que el.

—Lo sé. Lo sé.

Se subió detrás de mí. Diamante ya lo aceptaba. Colocó sus fuertes brazos alrededor de mi cintura y respire hondo, su aroma me llego al instante, siempre olía delicioso y tan masculino.

Moví las riendas y Diamante salió disparado. Cruzamos media población en solo minutos, baje dejando a Diamante en un lugar seguro. Frente a nosotros había dos hileras de tiendas sin fin. Armas, herbolaria, armaduras, ropa, zapatos entre otras cosas. Nos adentramos entre la gente sin separarnos, nos ofrecían de todo. Mire a mi derecha, había una tienda de ropa de gala, de seda. Muchas mujeres veían y compraban, debían tener mucho dinero...

Mire uno que llamó mi atención, mire a enfrente, Lyon se había ido.

Me acerqué al lugar y busque entre vestidos, todos eran muy suaves, hacía años que no tocaba esta tela, a excepción del vestido que tengo todavía de huida del castillo.

Cuando encontré uno se me hizo tan hermoso que no pude evitar comprarlo, algún día lo usaría o eso esperaba. Pague los gliodets correctos, empacaron el vestido en un papel café atándolo con una cuerda, lo tome y salí de ahí con total discreción, fui a ver unas joyerías que podrían combinar con el vestido, tome el collar y las pulseras perfectas. Las pague y me las entregaron igual que el vestido. Camine sin rumbo mirando lo que ofrecían, era sorprendente. Que yo. La única guerrera mujer de la ciudad haya comprado vestido y joyas a juego. ¡Y por gusto!

Mire unas armas que me llamaron demasiado la atención. Eran ballestas pero cromadas con fierro y flechas con plumas negras, la punta era metálica y en forma de corazón, no en flecha como muchas.

Lo mire y apunte con ella, era perfecta para distancia, el señor me miraba encantado.

—Si gusta probarla, señorita Ekatherina. —Asentí sonriendo, así me conocían todos. Tome una flecha insertándola, apunte a una paloma en el cielo, tome aire. Lo solté lentamente apretando el abdomen inmóvil con la vista en la paloma.

Guerrera de la realezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora