Parte 2: Crescendo

4 2 0
                                    


Uno nunca puede predecir cuándo llegan los sueños más perturbadores.

En los páramos extraños de su subconsciente, una imagen se manifestó en la cabeza de Regulus.

Estaba parado en el pico de una montaña desde el cual se veía la ciudad de noche. Las luces tenían un brillo que calmaba el corazón del chico, pero por alguna razón, se sentía de la misma manera en que lo hace alguien que corre a la estación, temiendo perder su tren, o igual que una presa acorralada, la cual miraba a los arbustos sin estar seguro de que realmente hubiese peligro.

De pronto, en su sueño, un destello de luz sobrevoló el cielo y dejó una estela de humo negro detrás. Ésta se esparció y esparció hasta cubrir todo el cielo.

Entonces, un relámpago impactó la Plaza Central de la ciudad, y las luces eléctricas comenzaron a apagarse, una por una y rápidamente.

Y luego, una risa aterradora resonó por todas partes.

De pronto, el suelo a los pies de Regulus se derritió en arenas movedizas, las que atraparon sus pies y lo hundían a cada segundo que pasaba.

El chico comenzó a entrar en pánico, y su corazón latía a mil por hora mientras observaba cómo unos nubarrones inmensos se arremolinaban sobre su cabeza... y el cielo resplandeció con el poder de otro relámpago... todo mientras se oía esa voz, esa risa tan macabra.

No estaba de más decir que Regulus despertó agitado.

Abrió los ojos bruscamente en su cama mientras su pecho subía y bajaba desbocado.

Le tomó unos cuantos minutos tranquilizarse, y cuando lo hizo, giró la cabeza hacia la ventana, mirando al cielo que ya comenzaba a aclararse.

No había haz de humo. No había risa malvada.

Y sin embargo, se había sentido tan real...

Intentó volver a dormir sin éxito en repetidas ocasiones, por lo que se alistó para la ducha y se dirigió al baño, ansioso.

No había lugar en el mundo que se comparara a estar debajo del chorro de agua caliente, solo con sus pensamientos.

Mientras el agua corría por su pelo, humedeciéndolo, Regulus sostuvo la palma de su mano hacia arriba y la miró fijamente.

Lo hizo casi sin pensarlo deliberadamente, como un acto reflejo.

El agua que se amontonaba en ella corría sin parar, como si se tratara de una montaña rusa sin fin.

Cerró los ojos y bajó el ritmo de su respiración, cambiando a bocanadas lentas y profundas, para después buscar en el interior de su alma.

Con una mano imaginaria, rebuscó en los rincones espirituales de su pecho implacablemente, en busca de la magia antigua que corría por sus venas, generación tras generación, hasta llegar a él.

Después de varios minutos permaneció quieto, como esperando a una señal del más allá.

Un sentimiento comenzaba a revolverse en su interior, como una ola que se acerca a su impacto potente en la costa.

Sus brazos se tensaron, su ceño se frunció, aún con los ojos cerrados, y entonces, sintiendo un tirón en el estómago, dejó de sentir el agua correr por su piel.

Abrió los ojos con sorpresa y vio que cientos de gotas de agua levitaban en el espacio del baño, estáticas.

Justo cuando logró sonreír al sentirse sorprendido y alegre de finalmente lograr un avance, ante sus ojos, un rayo de energía luminosa color turquesa recorrió su piel como un pez enloquecido.

Todopoderoso: La Historia del Mago PrimoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora