Parte 4: Aestus

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El chico despertó como lo hubiera hecho cualquier otro día.

Poco a poco abrió los ojos y se encontró con la tela de la parte superior de la tienda de campaña saludándolo.

Con un resoplido, se incorporó dentro del saco de dormir, con su cabello hecho un desorden y sus párpados hinchados.

Algo olía bien, como a que alguien cocinaba algo.

¿Pero cómo?

Se talló los ojos con ambas manos y al abrirlos, se encontró con que la luz aún lo cegaba. Al momento en que eso hizo, escuchó un tañido en sus tímpanos. Tomó un respiro fuerte y sintió cómo el oxígeno llenaba sus pulmones como nunca antes hubiese hecho.

Se estiró y sintió cada tendón, cada articulación de su cuerpo.

Parecía una mañana muy extraña.

De golpe, recordó lo que había sucedido la noche anterior.

El dolor de la energía turquesa, el frío... la galante figura.

¿Había sido todo un sueño?

Percibió movimiento a su izquierda y encontró a su hermano extendido en su saco de dormir placenteramente como siempre.

La luz del sol traía algo de calor consigo, eliminando brevemente el frío matutino y dando al mundo un brillo hogareño.

Regulus se frotó la cabeza tratando de comprender lo que tenía ante él.

Entonces, múltiples silbatos resonaron por el campo de fútbol, despertando con un estremecimiento a todos los muchachos que ahí dormían. Pronto, el silencio se vio opacado por los quejidos de los chicos ansiosos por dormir.

-¡Hora de levantarse! ¡Sus desayunos ya llegaron! Repito, ¡Hora de levantarse! ¡Después de desayunar, pueden regresar a sus casas y dar por comenzadas sus vacaciones! –Anunciaba la voz de una maestra inusualmente animada a esa hora de la mañana por un altavoz.

Pronto, todo mundo salía de sus tiendas de campaña y se dirigían a la cafetería, donde estaban sirviendo un buffet continental.

En el camino, Regulus escuchó a alguien decir:

-Hombre, ¿qué demonios pasó anoche?

Dímelo a mí. –pensó.

Corvus y Regulus no se dirigieron la palabra en toda la mañana. Apenas se vieron el uno al otro antes de salir y buscar sus respectivos caminos.

Regulus estaba sentado en una orilla de la cafetería, sólo, comida, y libro.

Masticaba furiosamente.

Aún no se le pasaba el enojo con su hermano. Él se fue a hacer quién sabe qué la noche anterior contradiciéndolo  completamente, y le dijo todo eso sobre que no sabía tomar riesgos.

Regulus resopló y comió rápidamente. Quería irse a casa de una maldita vez.

Sin embargo, la mañana se ponía cada vez más rara.

El cereal de Regulus tenía extra azúcar, y parecía ser un defecto de fábrica, porque las hojuelas de trigo en sí sabían de cierta forma mejor de lo que había probado alguna vez. Quizás simplemente era otro cereal distinto al que usualmente comía.

En cuanto acabó, tiró los platos a la basura y sacó el celular de su bolsillo trasero.

Se detuvo un minuto al ver que la batería estaba en 90%.

Todopoderoso: La Historia del Mago PrimoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora