Capitulo 7 3/4

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Le extendió un churro. Alicia y yo volteábamos a todos lados, para ver que no viniera personal del hotel. A lo lejos sólo estaba un jardinero que podaba los hermosos jardines de la hacienda. El barman acababa de servirnos nuestras bebidas, así que por el momento no había problema. Me invitaron de su churro pero no quise; les dije:

—¡No quiero, pendejas! La vez que la probé, ya ven cómo me puse. Sólo que quieran que ande corriendo por todo Cuernavaca porque me andan siguiendo.

—¡Noooo! No mames, no. Así déjalo, Renata —dijeron mis amigos, zurrados de la risa.

—Imaginen este cuerpecito santo corriendo topless en las calles de Cuernavaca. Ja, ja, ja.

Total, que ni Alicia ni yo quisimos yerba. Estábamos muy a gusto, tirados sobre el pasto, junto a la piscina con sus grandes columnas de cemento estilo romano. Sonia, después de tres golpes de mota, continuó interrogando a Roberto:

—Roberta, mana, ya platícanos la neta: ¿alguna vez te han pagado por hacer uso de tu c...? Ja, ja, ja.

—¡Ah, cómo friegas, Sonia! Bueno, ya, les voy a contar para que vean cómo las quiero, cabronas... Put attention! —dijo Roberto.

—Se dice Pay attentión!, ¡wey! — corregí.

—Me entendieron, ¿no? —se defendió Roberto.

—Bueno, pues...

—Ya, Roberto, dinos —dijo, suplicante, Alicia.

—Si ya nos vas a contar, pues suelta... ¡chingá!

—Pues no, nunca he cobrado — dijo Roberto, muy serio.

—Aparte de puta, eres pendeja... Roberto, no mames... —dijo Sonia, que empezaba a hablar pausadamente, como si estuviera a punto de dormirse.

—¡Ah, no! A mí no me vas a decir puta. Dime perra, golfa, marica, si quieres; puta no —protestó Roberto.

—¡Ah, chingá! ¿Y cuál es... la puta... diferencia... entre... puta, perra y golfa? —preguntó Sonia.

—¡La intención! ¡La puta intención! Y, obviamente, el pago... —dijo un Roberto muy seguro y más listo que de costumbre.

—¡Ay, cabrón! Ahora sí... estás... ca... brón... Hasta filó... so... fo... me saliste... —dijo Sonia mientras seguía inhalando el churro de marihuana—. La intención... la intención... ¿de qué?

—¿La intención con que aceptas tener sexo? —pregunté.

—Sí —contestó Roberto—. Puedes aceptar tener sexo con la intención de lograr favores más adelante, o de chantajear a alguien, o sólo con la intención de obtener placer...

—Creo que aún no le hemos dado el peso al sentido de la intención. La intención también la menciona la Biblia... —repliqué.

—Ya, ya, ya entendí... —dijo Sonia a Roberto—. ¿Quieres más, o lo apago? —añadió, refiriéndose al churro.

—No, no lo apagues; me echo la bachicha —dijo Roberto—. Yo siempre he cogido sin otra intención que la de sentir placer...

—Yo también —dijo Sonia.

Hizo acto de presencia un mesero. Nos preguntó si deseábamos otro trago. Todos dijimos que sí.

—He tenido a mi marido y a mi amante —dijo Alicia, retomando la plática—. Con ambos lo he hecho para que me concedieran lo que yo quería en ese momento; no sé, una cocina nueva, un viaje, zapatos, joyas... Sí, ¡hasta he fingido orgasmos!

—Pinche Alicia, ¿quién lo diría? Siempre he pensado que eres una vieja muy cachonda, pero nunca que hayas usado el sexo para manejar a los hombres; es decir, te doy... pero me tienes que dar... — dije.

Yo zorra, tú niña bienWhere stories live. Discover now